Heredera del proyecto impulsado en los albores de la Revolución Mexicana para dar educación a los más necesitados
Aunque el inmueble es patrimonio histórico, sufre grave deterioro, ya que no cuenta con ningún apoyo de la autoridad
Decenas de jóvenes venidos del interior del país encuentran en esta casa la última oportunidad para seguir estudiando
Martes 21 de febrero de 2012, p. 36
Oculta tras decenas de puestos ambulantes que han invadido sus accesos y ventanas, la Casa Nacional del Estudiante (CNE) José Ivés Limantour sobrevive, pese al deterioro de sus instalaciones, como una de las últimas residencias estudiantiles para jóvenes de escasos recursos, subsiste en lo que fue el antiguo barrio universitario en el Centro Histórico de la ciudad de México.
Heredera de un proyecto impulsado en los albores de la Revolución Mexicana para dar educación a alumnos de escasos recursos, con la construcción de albergues o internados, hoy acoge a 120 estudiantes, originarios de diversas entidades del país, quienes cursan su licenciatura o posgrado en universidades públicas del Distrito Federal.
A cien años de su inauguración, la CNE –fundada por el entonces secretario de Hacienda porfirista, José Ives Limantour, quien donó los recursos para construir el inmueble de tres pisos, ubicado en la esquina de lo que fue el Callejón del Perro y Plazuela del Carmen, hoy Plaza del Estudiante y calle Girón– resiente el abandono de autoridades locales y federales.
A pesar de que está catalogado como patrimonio histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el edificio enfrenta un acelerado deterioro, que incluso ha llevado al desplome de una parte del techo, a lo que se suman fisuras, hundimientos en la zona del patio central, así como una evidente insuficiencia de instalaciones sanitarias.
Vanaquen Navarro, integrante del comité estudiantil que administra la CNE y pasante de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), afirmó: no contamos con ningún apoyo de autoridades capitalinas o del Gobierno del Distrito Federal para darle mantenimiento, pues sólo aloja jóvenes universitarios de escasos recursos que aportan una cuota simbólica de 50 pesos mensuales
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Originarios de Sonora, Coahuila, Sinaloa, Puebla, Tlaxcala, estado de México y Guanajuato, la mayoría de los habitantes de la CNE cursan estudios de licenciatura en la UNAM, la Autónoma Metropolitana, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la ENAH, sin más apoyo que el esfuerzo realizado por sus familias para enviarlos a la capital del país.
Decenas de jóvenes recorren pasillos oscuros entre bolsas de basura para acceder a habitaciones mal ventiladas de 15 metros cuadrados con escaso mobiliario, donde llegan a dormir hasta cuatro estudiantes, muchos sólo en colchones. Los baños, además de que están inservibles, son insuficientes, dada la escasez de agua; la red eléctrica no ha recibido mantenimiento desde hace años.
Sin embargo, gracias al esfuerzo colectivo, el comedor es abastecido por un banco de alimentos y la cooperación de cien pesos semanales permite dos comidas diarias. Los estudiantes, organizados en comisiones, también se han dado a la tarea de instalar una pequeña biblioteca y sala de cómputo para quienes no cuentan con equipo propio.
Navarro destacó que tras constituirse como asociación civil, los estudiantes que viven en la CNE iniciaron un proceso autogestivo para hacernos cargo del inmueble, el cual sólo puede estar destinado a residencia para estudiantes de escasos recursos, originarios del interior del país, que requieran un espacio para vivir a fin de concluir sus estudios
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Construido para tener las comodides más avanzadas de su época y alojar a decenas de estudiantes pobres de distintos estados del país, el proyecto arquitectónico, a cargo de Mauricio de María Campos, incluyó la construcción de habitaciones bien ventiladas, biblioteca, gimnasio, sala de espera, baños e incluso jardín; sin embargo, actualmente carece de mantenimiento.
La antigua biblioteca, ubicada en el ala derecha del edificio y que ocupó una espaciosa sala con ventanales, hoy es un espacio habilitado como auditorio, sin bancas ni libros. No obstante, para estudiantes como José Cruz Mireles, quien cursa la licenciatura en investigación biomédica básica en la UNAM, la CNE significó una oportunidad para no abandonar sus estudios.
Originario de Coahuila, aseguró que por decisión propia se vino a residir al Distrito Federal para cursar una carrera que no se imparte en ningún otro lugar más que en la UNAM. Ahorré y tuve un presupuesto, pero con rentas de mil 500 pesos por una habitación, al cabo de dos años ya no tenía dinero, por lo que acudí a la CNE, que ha sido mi oportunidad de seguir estudiando
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Yadira, estudiante de la carrera de ingeniero arquitecto en el IPN, originaria del estado de México, señaló que antes de solicitar su ingreso a la CNE todos los días me venía desde mi comunidad a las tres de la mañana para llegar al plantel de Tecamachalco; sólo aguanté un semestre. Además, mi mamá tenía que levantarse muy temprano para dejarme en el transporte
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Pese a las condiciones de deterioro del inmueble, y a que sólo hay 30 mujeres residentes en la CNE, considera que la Casa del Estudiante me cambió la vida. Antes de vivir aquí me llevaba más de tres horas llegar a la escuela. Hoy puede decir que estoy acostumbrada al barrio, que puede ser difícil, pero no se compara con el desgaste de venir de tan lejos
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Decenas de estudiantes provenientes de diversos estados del país subsisten gracias al apoyo financiero que pueden ofrecerles sus familias, pero también a que en el corazón comercial de la Merced, perdida entre cientos de puestos ambulantes, aún sobrevive una de las últimas casas de estudiantes que siguen en pie en la ciudad de México.