l anuncio por el presidente Hugo Chávez de que se le realizará otra operación en el mismo sitio de donde se le extrajera hace un año un tumor maligno ha provocado una mezcla de incertidumbre y de profunda solidaridad en Venezuela, por no hablar de sus admiradores en todo el mundo. La etiqueta #PalanteComandante recorre la red social Twitter en ese país.
El apoyo popular a Chávez en 13 años de gobierno es digno de reflexión, pues en la última década ningún otro líder político mundial ha sido tan satanizada por los pulpos mediáticos. Y esta popularidad se mantiene y sedimenta, contrariamente a la creencia convencional, justificada en otros casos, de que el ejercicio del poder desgasta a los líderes. Pero no es un milagro, se explica por las realizaciones de su gobierno y su personalidad, unas y otra inseparables.
Como el espacio no me permite aprehender una obra gubernamental tan multifacética y fecunda tomo de ejemplo la lucha contra la pobreza y la desigualdad y contra otros flagelos latinoamericanos. Según datos de la Comisión Económica para América Latina de la Organización de Naciones Unidas (Cepal), en 2010 Venezuela presentaba el tercer lugar en la región entre los países con menor porcentaje de pobreza, 27.8 por ciento, detrás de Argentina y Uruguay (8.6) y Panamá (25.8). Pero este no es el dato más revelador, sino que entre 1999, cuando Chávez asumió la presidencia, y 2010 la pobreza se redujo de 49.4 a 21.6 por ciento. En ese mismo periodo la pobreza extrema descendió de 22.2 a 10.7, pero datos oficiales actualizados a 2011 la sitúan en 6.8, con cerca de 2 millones y medio de personas que han salido de esa situación. Esto sólo ha sido posible por la dedicación de gran parte de la renta petrolera a la inversión social, que pasó de 36 por ciento del presupuesto en los 11 años anteriores a Chávez a 62 por ciento en los 11 transcurridos hasta hoy, aproximadamente 400 mil millones de dólares. Venezuela, y este dato es decisivo, registra la mejor posición en Latinoamérica en la reducción de la desigualdad del ingreso según el índice de Gini. De acuerdo con la Cepal, este índice cayó a un ritmo superior a 2 por ciento anual y el ingreso laboral tuvo un papel preponderante en la reducción de la desigualdad
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Otro dato clave es que Venezuela fue el segundo país de la región, después de Cuba, en erradicar el analfabetismo (2005), con cerca de un millón y medio de alfabetizados. De ellos, cientos de miles se sumaron y continúan en el sistema educacional, un colosal avance revolucionario. La mitad del gasto social está dedicado a educación, que es gratuita. La tasa media de educación primaria aumentó de 86.2 a 90 por ciento y la de educación secundaria subió más de 20 puntos entre 1998 y 2009, una de las más altas de la región. Esto significa la inclusión de cientos de miles de niños que antes no asistían a la escuela. El número de maestros se ha quintuplicado. Se han construido mil 500 escuelas y ha aumentado en 100 por ciento la matrícula universitaria. Millones han tenido por primera vez acceso al trabajo, la salud y una vivienda digna. El salario mínimo equivale a 360 dólares.
Pero las cifras no pueden expresar por sí solas la colosal magnitud de la trasformación social y cultural que se ha operado en Venezuela. La realización más importante de la revolución bolivariana es que por primera vez en su historia el pueblo se ha sentido dueño de su destino, elevando como nunca antes su autoestima al ser partícipe del rescate por el presidente Chávez –junto a otros líderes de la región– del proyecto de unidad latinoamericana de Simón Bolívar, encarnado en la Alba, Petrocaribe, Unasur, la Celac y la derrota del Alca, avances sin precedente en la independencia e integración latinocaribeña.
Chávez cuenta con 64 por ciento de aprobación a su gestión y es por mucho el favorito para ganar las elecciones de octubre próximo. Oscar Schemel, director de la encuestadora venezolana Hinterlaces, lo explica así: “Una señora, en un focus group, nos dijo: ‘Los pobres antes no existíamos, ahora tenemos esperanzas’. Para mí, ahí está la clave...”
Hugo Chávez fue lapidario en cuanto a su estado de salud y el futuro: Que nadie se alarme, y yo diría que nadie se alegre, porque independientemente de mi suerte personal, esta revolución tiene rumbo y nada ni nadie podrá detenerla.
A Luis Javier Garrido