El cantante celebra 40 años de carrera profesional con un recital en la sala Carlos Chávez
Excluir la enseñanza de la música del programa oficial de educación primaria es parte de una estrategia maquiavélica para impedir el desarrollo intelectual de los niños, dice a La Jornada
Viernes 24 de febrero de 2012, p. 6
De nada tiene que arrepentirse el cantante Leszek Zawadka, hasta hoy. Ni siquiera de una decisión tan difícil como haber relegado durante varios años su carrera para dedicarse a la promoción cultural y la enseñanza musical.
Hasta este momento de mi vida, no tengo de qué arrepentirme. Ésa fue una determinación que tomé con conciencia, porque siempre me ha gustado hacer muy bien todo aquello con lo que me comprometo, y tuve que dejar un poco de lado el canto por falta de tiempo.
La interrogante al respecto era más que obligada, más aún al enterarse del buen sino que acompañó a este músico de origen polaco desde sus inicios en el canto, hace 40 años, como parte de la compañía Ópera de Cámara de Varsovia, en su país natal.
Varios fueron los triunfos que logró en los principales teatros europeos, aunque del que más se enorgullece es del que tuvo en la Ópera de París a finales de los años 80 del siglo pasado, como el Bartolo de El barbero de Sevilla.
Enseñar con el ejemplo
Zawadka asegura que, no obstante lo esporádico de sus presentaciones en los escenarios, ha procurado mantener siempre ejercitado y en buen estado su instrumento, su voz de bajo, para lo cual, dice, ha sido determinante su trabajo de docente, principalmente en el Conservatorio Nacional del Música, de donde se acaba de jubilar.
Me gusta enseñar con el ejemplo. No sólo doy teoría, sino también muestro cómo hacerlo, además de que por lo menos he tenido una actuación al año. Esto ha ayudado a mantenerme preparado
, agrega el intérprete, quien este sábado, a las 18 horas, celebrará cuatro décadas de trayectoria profesional con un recital en la sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario.
Lubit es amar se titula el programa, el cual consta de una selección de música y poesía rusas, de entre lo que sobresale una serie de romanzas de Chaikovsky y Shostakovich poco conocidas en el país. Además del bajo, participarán el actor Antonio Suárez y el pianista Józef Olechowski.
Es imposible dejar de asociar el nombre de Leszek Zawadka con el Coro de Niños Cantores del Valle de Chalco, no obstante que han transcurrido ocho años desde que debió apartarse definitivamente del mismo.
Y lo es, no sólo porque se encargó de fundar dicha agrupación, en 1990, con motivo de la segunda visita a México del papa Juan Pablo II, sino que logró consolidarla como un exitoso proyecto de orden social.
Descreo del arte que no sirve a la comunidad, y si algo busqué con ese coro fue poner la música, el canto al servicio de la formación educativa de los pequeños que lo integraron
, refrenda el músico, avecindado de forma definitiva en México desde finales de los años 80 del siglo pasado.
Me preocupa que la música esté fuera del plan oficial de educación primaria. Soy mal pensado y creo que es parte de una estrategia maquiavélica para impedir que los niños, al crecer, integren una sociedad desarrollada en términos intelectuales, porque eso significa una sociedad crítica, contestataria.
De Polonia a México
La conversación con Leszek Zawadka se extiende a los motivos que lo trajeron a México por primera vez en 1977. Era un periodo de cierta apertura en Polonia y él llegó invitado por su amigo el pianista José María Figueroa.
Lo único que sabía del país y en general de América Latina era lo que había leído del boom latinoamericano: Gabriel García Márquez, Juan Rulfo e incluso Elena Poniatowska. Ya en tierras mexicanas, comenzó a tener trabajo de cantante y profesor y, lo que originalmente estaba previsto que sólo serían seis meses, se prorrogaron a tres años.
“Como toda cara nueva, tuve mucho trabajo desde el principio; conciertos por aquí y por allá e impartición de clases, aunque mi presentación en la ópera mexicana debió esperar hasta que llegó Eduardo Mata a la compañía nacional e hice mi debut, en 1981, como Papageno, en La flauta mágica (de Mozart).”
Llegó el momento en que de la Ópera de Varsovia le notificaron que no podía seguir extendiendo su licencia y lo obligaron a definirse entre renunciar o regresarse, pero cuando se decidió por la segunda opción ocurrió el autogolpe militar en Polonia. Era 1981.
Según la ley polaca, yo era un delincuente, y no pude regresar allá sino hasta 1987, cuando concluyó el estado de excepción. Los de la transición fueron años muy difíciles en Polonia. Hubo escasez de alimentos, de vestido, de todo
, rememora.
Tuve mucha actividad, pero ya no era el país que yo había dejado; mi Polonia ya no existía, y por eso decidí regresarme a México. Era el final de 1989 y poco después me hice cargo del proyecto del coro de los niños de Chalco
.