Opinión
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Penultimátum

Arte y blasfemia

H

ace justo 90 años el artista alemán George Grosz causó enorme escándalo por la publicación de su libro Ecce Homo, en el que reunió una centena de dibujos satíricos. En ellos criticaba ácidamente al capitalismo, la Iglesia, el militarismo y las condiciones de vida en que vivían millones en su país luego de la Primera Guerra Mundial. Fue procesado y condenado por blasfemo e inmoral. En Ecce Homo mostró a Cristo con una máscara antigás, rodeado de pordioseros y otras criaturas del desastre.

Su mensaje, dijo, era un intento de representar la catástrofe que se avecinaba con el ascenso del nacionalsocialismo, al que siempre se opuso. Grosz era ya célebre por sus dibujos y caricaturas de enorme carga crítica, a la par que militaba en el Partido Comunista. Todo ello lo obligó a emigrar a Estados Unidos. El también fundador del dadaísmo disfrutó en vida del reconocimiento como uno de los artistas más brillantes de su época.

Recientemente la Fresh Gallery, con sede en Madrid, sufrió el ataque de desconocidos. Rompieron las ventanas y tiraron dentro una bomba molotov. Por fortuna no explotó. La causa del ataque: las 50 fotografías que integran la exposición Obscenity, del cineasta canadiense Bruce LaBruce. En ella destacan las fotos de modelos famosos, revestidos con un tono erótico e imágenes religiosas.

La ira de los grupos católicos ultra no se hizo esperar: denunciaron que la exposición era una blasfemia, pues en las fotografías aparecen varias mujeres vestidas de monjas, pero con prendas sexys y poses provocadoras. Como Rossy de Palma, una de las actrices favoritas de Pedro Almodóvar. Además de destilar sensualidad, luce un corsé transparente. O Alaska, icono de la comunidad gay, que representa a una santa vestida con una prenda negra muy sexy, con la boca abierta y una hostia sobre la lengua.

No soy blasfemo, aseguró LaBruce; lo que busco con imágenes románticas, espirituales y grotescas es redefinir la naturaleza del fetiche y del tabú, de santificar esta imaginería. Sus críticos convocaron, sin mucho éxito, a manifestarse frente a la galería en defensa de nuestras raíces cristianas y la fe católica.

Otro blasfemo, Jaled Zaidan, fue en cambio detenido en El Cairo. Se trata de un fabricante de vestidos y ropa interior de mujer que llevaban impresos versículos del Corán, libro sagrado de los musulmanes. La policía incautó en el taller de Zaidan grandes cantidades de esas prendas. Las autoridades y la Academia de Investigaciones Científicas de Egipto consideran que se trata de una gran afrenta a la religión islámica que debe castigarse con todo el peso de la ley. Hace 15 años el diseñador Karl Lagerfeld utilizó versos del Corán en una de sus colecciones para Chanel. Nadie lo calificó de blasfemo.