Opinión
Ver día anteriorMiércoles 7 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Banca increíblemente rentable

La extranjerización del sistema

Ortiz: ¿más vale tarde que nunca?

S

erá porque ahora está libre de las ataduras que obligan al silencio riguroso a quien ocupe uno de los principales puestos dentro de la estructura gubernamental, o quizá porque a la vuelta de la historia y ya dentro del sector privado finalmente registró el grave error cometido y el enorme costo que por él han pagado México y sus habitantes, pero el hecho es que hoy Guillermo Ortiz habla casi sin ambages sobre lo que durante largos años negó como funcionario: que la extranjerización del sistema financiero otrora mexicano resultó totalmente contraria a los intereses nacionales; que a costillas de los mexicanos, el negocio bancario en este país ha sido increíblemente rentable para las trasnacionales financieras que aquí hallaron su paraíso, y que “los ahorros internos se utilizan para recapitalizar a los bancos extranjeros, privando a México (…) de recursos”.

Así, en unas cuantas frases, el ex secretario zedillista de Hacienda, pieza fundamental del salinato en la reprivatización de las sociedades nacionales de crédito y uno de los principales arquitectos del extranjerizado sistema financiero que opera en el país, resumió el cruento balance de poco más de dos décadas de historia bancaria en México y sus terribles consecuencias para el país, su desarrollo y su gente. Junto Con Carlos Salinas y Pedro Aspe, Guillermo Ortiz abrió la puerta a la jauría de especuladores (amigos del régimen, desde luego) que mayoritariamente se quedó con y destrozó la banca estatizada; con Zedillo operó el rescate bancario y al servicio de los barones puso el Fobaproa, para de inmediato alimentar al monstruo trasnacional que engulló al sistema mexicano de pagos y que ahora no sabe cómo regresarlo a la jaula.

Reprivatizadas las sociedades nacionales de crédito (1991-1992), la autoridad financiera no sólo violó sus propias reglas (entre ellas que la banca no sirva para la especulación de unos cuantos; que los nuevos propietarios se conduzcan con una sólida perspectiva de largo plazo; que se evitará la concentración en agrupaciones formadas por bancos, casas de bolsa, aseguradoras y otros intermediarios, y que se propiciarán sanas prácticas financieras y bancarias, sobre la aptitud y calidad moral de los nuevos barones), sino que a los nuevos cuan voraces dueños procuró todo tipo de privilegios y les permitió cualquier cantidad de excesos e ilegalidades, con la bendición para que asaltaran a su clientela.

Así tronó lo que a todas luces tenía que tronar, y para salvar a los especuladores disfrazados de banqueros el gobierno federal abrió de par en par las puertas del Fobaproa para que los neobarones echaran toda la basura y se la endilgaran a los mexicanos, que han pagado, pagan y lo seguirán haciendo por tropelías ajenas (el costo del rescate de la banca privada fue no menos de 10 veces superior a los ingresos que supuestamente el Estado obtuvo por su reprivatización). De allí al arranque de la extranjerización del sistema bancario, bastó una iniciativa de ley de Zedillo y el aplicado cabildeo del entonces secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, quien a los diputados notificó (23 de enero 1995):

“Una mayor participación de la banca extranjera en nuestro país va a ser útil no solamente para fomentar una mayor competencia y una reducción de márgenes, sino para proveer en estas circunstancias difíciles en que muchos bancos, sobre todo los bancos de tamaño más reducido, tienen problemas para reconocer sus problemas de cartera vencida, estas iniciativas van a propiciar una capitalización mayor de estas instituciones… Lo que se pretende con esta iniciativa es que los extranjeros vengan a apoyar sobre todo a algunas instituciones pequeñas que están teniendo problemas y que justamente por esos problemas de capitalización no pueden atender a sus clientes, no pueden atender a las pequeñas y medianas empresas y no pueden atender a los usuarios del crédito… Yo quisiera mencionar muy enfáticamente que en estas iniciativas no se está proponiendo, desde luego, entregar el sistema de pagos o la banca nacional a los extranjeros. Hoy en día la participación del conjunto de la banca extranjera en el mercado financiero nacional es de alrededor del 8 por ciento… Con esta facilidad que se le estaría dando a la banca extranjera para participar en la capitalización de los bancos mexicanos, estaríamos muy lejos de llegar a los porcentajes de participación y de penetración que hay en otros países… Desde luego, el sistema de pagos –éste es un compromiso– quedaría en manos de mexicanos…”.

Pues bien, 17 años después, y sin dejar a un lado la decidida intervención de Vicente Fox y Felipe Calderón en el proceso, el balance arroja, entre otros elementos, los siguientes: es trasnacional alrededor de 90 por ciento de la banca que opera en México, es decir, su participación, de acuerdo con las cifras del entonces secretario de Hacienda, se incrementó en más de mil por ciento; en lugar de capitalizar a los bancos de tamaño más reducido (Ortiz dixit), los barones foráneos se quedaron con todos ellos; lejos, muy lejos, de fomentar una mayor competencia y una reducción de márgenes, la banca trasnacional aplica y cobra en México intereses y comisiones que no se atreve a cargar en sus países de origen; el crédito productivo muy apartado está, como proporción del PIB, del registrado en 1994, y a estas alturas (febrero de 2012, Banco de México) el 82 por ciento de las empresas en el país obtienen financiamiento de sus propios proveedores, no de la banca, y todas estas gracias con la connivencia de la autoridad financiera que, tal cual procedió después de la reprivatización salinista, no roza a los barones ni con el pétalo de una rosa.

Para dar una idea de lo increíblemente rentable que para las trasnacionales financieras ha resultado el negocio bancario en México, en esos 17 años se han embolsado más de 500 mil millones de pesos en utilidades netas, libres de polvo y paja, sin considerar los pagarés Fobaproa. Alrededor de la mitad de ellas se concentraron en el español BBVA y el estadunidense Citigroup.

También 17 años después, Guillermo Ortiz denuncia que tan sólo entre 2003 y 2011 esas trasnacionales remitieron a sus países de origen alrededor de 20 mil millones de dólares por concepto de dividendos (tres cuartas partes de las utilidades anuales), al tiempo que exhorta a que se apliquen “medidas para limitar la expansión de la banca global, y éste es un buen momento para hacer los ajustes, sobre todo ahora que se rediseñan las finanzas globales y se busca evitar que se repita una de las peores crisis bancarias… Hay que actuar ahora, no después”.

Las rebanadas del pastel

Algunos creen que más vale tarde que nunca, pero en el caso de Guillermo Ortiz parece que fue demasiado tarde.