Propone un don Juan seducido por las mujeres, no seductor
Es un rebelde que dinamita la hipocresía, dice el director de la obra
Viernes 9 de marzo de 2012, p. 7
Para cuestionar si Don Juan es en realidad un libertino, lascivo, desprovisto de escrúpulos y moral, indiscreto y promiscuo, y si doña Ana y doña Elvira (dos de sus 2 mil 65 conquistas) son en verdad víctimas de ese hombre, el Nobel portugués José Saramago escribió en 2005 la obra de teatro Don Giovanni o el disoluto absuelto, que ayer se estrenó en el teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario.
Con traducción de su viuda, Pilar del Río, dirección de Antonio Castro, escenografía, vestuario e iluminación de Mónica Raya, la obra plantea una mirada distinta a la célebre ópera de Mozart-Da Ponte, conocida como Don Giovanni o el disoluto condenado, al comenzar por cambiar –en la severa sentencia– la palabra condenado
del título original por un vocablo liberador: absuelto
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De acuerdo con Antonio Castro, Saramago se propuso rescribir esta historia para plantear si Don Giovanni es en realidad tan malvado y si doña Ana y doña Elvira son verdaderamente paradigmas de una inocencia virginal
.
Según Castro, el Giovanni de Saramago es un rebelde que dinamita la hipocresía de su entorno, así como la doble moral que pretende dictarnos cómo vivir nuestra sexualidad
.
Por ejemplo, abunda el creador escénico, a diferencia de la ópera original, donde en la escena final se observa al amante sevillano devorado por las llamas del infierno, como destino trágico del seductor que rechazó arrepentirse, Saramago se burla de esas llamas, así como de las maldiciones que le lanza el Comendador, padre de una de las víctimas
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Venganza y humillación
Don Giovanni, en el montaje, es un hombre que no se arrepiente, pues cree que el ser humano es libre para pecar
y, en todo caso, el lugar de los castigos no se encuentra en el infierno, sino en la cabeza, en la mente.
Es un amante que no se asume como hombre malvado, pues el castigo de los malvados, dice este Don Juan, más bien tiene que ver con la impunidad.
En la obra de Saramago, las dos mujeres: una madura y autoritaria y una chica con gesto arrogante y acaudalado, se dicen y se sienten engañadas y no correspondidas por el amante disoluto, por lo que buscan y traman la venganza de un engañado corazón
, la cual llevan a cabo mediante la humillación y el desprestigio
de Don Giovanni.
Salpicada de humor como un drama jocoso, en la obra de Saramago lo interesante, dice el director del montaje, “no es Don Juan como seductor, sino como seducido, pues en realidad son las mujeres las que lo seducen.
“Detrás de ese gran arquetipo masculino –añade Castro–, en realidad lo que está encubierta es la sexualidad femenina, como si él fuera una especie de pararrayos del deseo sexual de las mujeres.”
El final de la obra, en la cual se concluye que Dios y el diablo están de acuerdo en querer lo que la mujer quiere
, apunta hacia la idea de que no haya dictadores morales, comenta Castro, quien detalla que la puesta en escena integra tres poemas que José Saramago escribió sobre Don Juan, los cuales se reproducen aquí como un monólogo del protagonista.
Para Mónica Raya, responsable de la escenografía, iluminación y vestuario, se trata de exponer esas mujeres que saben lo que hacen, que se dicen engañadas por conveniencia y, por tanto, no son víctimas de quien acusan de ser un libertino. “Ellas siempre han sido responsables de las decisiones que tomaron. Saramago reflexiona al final sobre la libertad personal, en la que no existe la pobre niña engañada, sino mujeres que deciden tener una aventura con el seductor, para luego, de manera hipócrita, decir que han sido engañadas. Las mujeres –concluye– necesitamos hacernos responsables de las decisiones que tomamos.”
Con música de Wolfgang Amadeus Mozart y las actuaciones de Martín Altomaro, Carlos Cobos, Lucero Trejo, Humberto Solórzano, Erika Koré y Rodolfo Blanco, Don Giovanni o el disoluto absuelto, de José Saramago, de una hora y 15 minutos de duración, se escenifica jueves y viernes, a las 20 horas, sábados, a las 19 y domingos a las 18 horas en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, del Centro Cultural Universitario (avenida Insurgentes Sur 3000).