erca de mil millones de personas en todo el mundo padecen hambre crónica. Las mujeres constituyen 70 por ciento de dicha población, localizada en su mayoría, en zonas rurales. La conmemoración del Día Internacional de la Mujer ha sido dedicada este año a subrayar el papel de la mujer rural e indígena en la seguridad alimentaria y la lucha contra la pobreza.
Las mujeres en la agricultura y las áreas rurales tienen algo en común: menor acceso a los recursos productivos y menos oportunidades que los hombres. Brindar a las mujeres el mismo acceso que los hombres a los recursos productivos agrícolas, podría aumentar el rendimiento de sus explotaciones entre 10 y 30 por ciento lo que podría permitir reducir el número de personas con hambre por entre 100 y 150 millones.
Las mujeres y niñas en zonas rurales, con muy pocas excepciones, están en peores condiciones que los hombres rurales y la población urbana en cada uno de los indicadores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para los que hay datos disponibles.
Las mujeres rurales dedican más tiempo que los hombres y sus pares urbanas a labores reproductivas y del hogar, incluyendo el tiempo necesario para la obtención de agua y leña, el cuidado de los hijos y de personas enfermas y la elaboración de alimentos. Esto se debe en parte a las escasas infraestructuras y servicios rurales, así como también a una asignación cultural de funciones.
No hay duda que ha habido una feminización del mercado del trabajo agrícola en América Latina enmarcada en una enraizada inequidad. Los empleos de las mujeres rurales suelen ser de menor duración, más precarios y menos seguros, o bien, empleos no remunerados. La falta de horarios flexibles que permitan compaginar el trabajo familiar, junto con la discriminación en materia de salario y ocupación y la escasa representación de las mujeres en las organizaciones de trabajadores son, en parte, la causa de esto.
En México, de acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, la mayor participación de las mujeres y los hombres en el trabajo no remunerado se da en las localidades rurales con 75.4 por ciento para las mujeres y 32.5 para los hombres. Esto ilustra que la división del trabajo entre hombres y mujeres en el ámbito rural es más acentuada.
No obstante, las mujeres constituyen un promedio de 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola en el mundo. La FAO estima que alimentar a una población mundial de más de 9 mil millones de personas para 2050 requerirá un incremento del 70 por ciento en la producción mundial. Esto necesitará que la agricultura, y en particular la pequeña agricultura en la que las mujeres son una fuerza principal, juegue un papel mucho más relevante.
El empoderamiento económico de la mujer rural puede contribuir a reducir el número de niños y niñas con bajo peso. Poner más dinero en manos de las mujeres es beneficioso para la nutrición, la salud y la educación de los hijos e hijas. En este sentido, contar con una buena educación nutricional permitirá que las mujeres sean actores clave en el combate a la desnutrición y obesidad en sus comunidades.
La FAO también promueve la adopción de huertos familiares y escolares con una participación activa de las mujeres, los niños y las niñas. Esta experiencia contribuye al bienestar medioambiental, social y físico de la comunidad y favorece una mejor comprensión de cómo la naturaleza nos sustenta, además de servir como base para la educación nutricional.
La aplicación de políticas con enfoque de género es fundamental para cerrar la brecha en la agricultura y en general en el mundo rural. Resulta urgente tomar medidas decisivas en los siguientes temas:
Eliminar la discriminación de la mujer en el acceso a los recursos agrícolas, la educación, los servicios de extensión y financieros, así como en los mercados de trabajo.
Invertir en tecnologías e infraestructura adecuadas que permitan ahorrar trabajo y mejorar la productividad.
Facilitar la participación de la mujer en mercados de trabajo rural flexibles, eficientes y justos.
Asegurar la participación de la mujer en la toma de decisiones en todos los niveles, así como en el diseño, implementación y evaluación de proyectos y programas.
Hoy más que nunca se debe resaltar la importancia de considerar las necesidades específicas de las mujeres rurales, así como de reconocer sus aportes a la economía y al desarrollo y atender sus potencialidades. Lograr la igualdad de género, particularmente en el sector rural, no solo es justo, sino también crucial para el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria mundial.
*Representante de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura