l peso simbólico de las bodas hace que esas ceremonias cobren gran importancia para mostrar el prestigio y para comprender las alianzas de poder de un grupo social, no se diga cuando se casan los señores poderosos.
Recientemente se celebró la boda de Juan Collado con Yadhira Carrillo. El novio es ampliamente conocido como abogado de personajes polémicos: defensor de Raúl Salinas de Gortari acusado de lavado de dinero y del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, representante de Carlos Salinas de Gortari para el tema de los videoescándalos contra AMLO, de Carlos Ahumada por fraude en el Distrito Federal, de Arturo Montiel por el pleito de los hijos y los millones en su último divorcio, fue también defensor del ex gobernador quintanarroense Mario Villanueva, preso por sus nexos con el narcotráfico y el lavado de dinero. Pero la novia es todavía más conocida que él, después de ser elegida como Nuestra Belleza Aguascalientes en 1994, Yadhira pasó a ser actriz de las telenovelas de Televisa, entre las que se destacan Palabra de mujer y Amarte es mi Pecado, dos títulos que expresan contundentemente esa educación sentimental que ha dejado huella en nuestra cultura amorosa. Según la revista científica de renombre internacional Caras, esta es la boda del año. Desfilaron durante más de tres horas estrellas y políticos para expresar buenos deseos a la nueva pareja. Intensa impresión nos provoca ver tantos actores y actrices tan elegantemente ataviados, y sin embargo, una más profunda experiencia resulta apreciar la foto de Diego Fernández de Cevallos al entrar abrazado de Carlos Salinas de Gortari sobre la alfombra roja del ex convento de las Vizcaínas; ese exclusivo espacio virreinal –originalmente destinado para la educación de las señoritas novohispanas– es ahora lugar para iniciar la vida conyugal de las estrellas de televisión, así como de abogados y políticos, que sin mayores aspavientos, pueden restar decenas de millones a su cuenta bancaria en cada evento social. Arturo Montiel, con la alta investidura que le otorga ser el tío de Peña Nieto, posa sonriente al lado de Carlos Hank Rhon aunque parecen contrariados por la falta de mesas de black jack o máquinas de monedas, entre miles de flores está sentada Rosario Robles y frente a enormes candelabros de plata conversan con entusiasmo Raúl Salinas de Gortari, Roberto Madrazo y Gustavo Díaz Ordaz, Alfredo del Mazo, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, finísimas personas que se deleitaron con la voz de Julio Iglesias, entre otros shows de conjuntos de todos los estilos musicales imaginables.
Desfile de quienes controlan los poderes fácticos en un México donde el otro 99 por ciento está formado por familias empobrecidas, para las cuales la inseguridad económica y física es preocupación de cada día. Más que un eslogan el cambio verdadero
es actualmente una necesidad de sobrevivencia para la mayoría de la población. Nos urgen políticos y políticas que revitalicen la economía y beneficien a la población en vez de a las elites, que transformen las causas estructurales de la pobreza y que terminen con la impunidad, la corrupción, la violencia y las inequidades que se derivan de la pertenencia de clase, de raza y de género.
Porque la familia no es la célula básica de la sociedad, sino parte de un sistema de parentesco que la precede y que es resultado de la alianza de otras familias, las cuales están insertas en un orden social complejo donde sostienen relaciones positivas y negativas, libres y hostiles, antagónicas y de reserva. Las alianzas matrimoniales contemplan relaciones bilaterales, el lazo y los anillos simbolizan intercambios recíprocos de amor y ternura, de prestaciones y contraprestaciones; pero la dote y las arras representan los intercambios unilaterales entre acreedores y deudores. La ceremonia nupcial arriba relatada parece desnudar nuevamente (la boda del actual candidato es antecedente, pero tuvo bajo perfil en la prensa) la alianza entre dos grupos de familias, las de Televisa por un lado y las del PRI por el otro, donde no se pueden ocultar algunos amasiatos con parientes del PAN.
Más que ilusionismo y simulación las bodas ostentosas esconden y develan los pequeños dramas de ese gran teatro que es el rito matrimonial. Arreglos familiares que restituyen las simulaciones, escenas en secuencia que obligan a cada uno de los miembros de la sociedad a tomar postura, a exponer su adhesión.
Nota: Quiero expresar mi agradecimiento al wedding planner del PRI –perdón– al jefe de campaña de ese partido por haber retirado 3 espectaculares de Peña Nieto que me distraían del camino diario a mi oficina y que podrían confundir a los auditores del IFE.
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