rompecorazones
La perfección en sí misma, así la describió Jean CocteauFoto Archivo
Domingo 6 de mayo de 2012, p. 8
Berlín, 5 de mayo. Llevaba tiempo evitando las cámaras y los periodistas, pero la muerte de Marlene Dietrich no tardó en sacudir cada rincón del planeta. El mundo perdía hace 20 años a uno de los grandes iconos femeninos de todos los tiempos.
Encarnación de la femme fatale, eterna seductora, protagonista de escenas inmortales en la historia del cine y ferviente opositora al nazismo, La Dietrich murió el 6 de mayo de 1992 en su departamento parisino de la Avenue Montaigne, cerca del río Sena.
A sus 90 años, la antigua diva pasó sus últimas horas sola y rodeada de fotos de amigos y seres queridos, según contó su nieto Pierre Riva. Siguiendo su último deseo, fue enterrada con una blusa de seda blanca, pantalón negro y chaqueta.
En su sencilla lápida en el cementerio berlinés de Friedenau, siempre decorada con flores, sólo se lee el nombre Marlene
y una frase del poeta Theodor Körner: Estoy aquí en el último escalón de mi vida
.
Pero los admiradores que este domingo visiten su tumba recordarán una imagen bien diferente de la estrella más internacional que dio jamás Alemania.
Nacida el 27 de diciembre de 1901 en Berlín, la niña María Magdalena Dietrich tuvo una educación rigurosamente prusiana y una infancia marcada por la muerte de su padre.
Tras recorrer los escenarios de Berlín recibió en 1922 su primer papel cinematográfico en la película So sind die Männer (Así son los hombres).
En 1929 se instaló en Hollywood y logró fama mundial con El ángel azul (1930), de Joseph von Sternberg. Seguirían otros éxitos, como El expreso de Shanghai (1932), Arizona (1939) o Manpower (1941).
Ya con nacionalidad estadunidense desde 1939, mantuvo una inflexible crítica al nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
Tras ponerse a las órdenes de directores como Ernst Lubitsch, Billy Wilder, Alfred Hitchcock y Orson Welles, inició una segunda carrera como cantante. Su voz aguardentosa y sensual quedó inmortalizada en canciones como Sag mir wo die Blumen sind (Dime dónde están las flores).
Los hombres fueron su otra gran pasión. John Wayne la consideró la mujer más atractiva del mundo
y Ernest Hemingway, vencido por sus encantos, la acusó de rompecorazones
. Para Jean Cocteau, Dietrich era sencillamente la perfección en sí misma
.
En los años 60 y 70 la diva fue retirándose de la vida pública y mostrándose cada vez menos ante las cámaras. Su silencio no hizo más que alimentar la leyenda.
Los restos materiales del glamour y el estrellato se exhiben hoy en el Museo del Cine de Berlín. La colección Marlene Dietrich incluye más de 3 mil vestidos y 400 sombreros. La actriz dejó además unas 16 mil 500 fotos y 45 mil hojas de correspondencia. Cartas en las que Hemingway se dirigía a ella como my little Kraut, en referencia a lo populares que son las coles en Alemania.
En una célebre entrevista, el actor Maximilian Schell le preguntó si creía en la vida después de la muerte.
Una tontería, es absurdo
, respondió la actriz con ese característico toque del acento berlinés. No se puede creer que todos vuelen para ahí arriba. Eso no existe
. De un modo diferente, la gran diva del cine encontró la inmortalidad.