Cuatro candidatos de la primera ronda solicitan votar por Hollande; nadie pide apoyar a Sarkozy
Sufragarán en blanco, anuncian la ultraderechista Marine Le Pen y la izquierdista Nathalie Arthaud
Simpatizantes socialistas saben que poco hay que esperar en cuanto a ruptura con el modelo neoliberal
Domingo 6 de mayo de 2012, p. 24
Burdeos, 5 de mayo. Este domingo, hasta las ocho de la noche –aunque muchas casillas de ciudades pequeñas y medianas cierren a las seis y otras a las siete–, los franceses votarán para la segunda vuelta de la elección presidencial. Tienen sólo dos papeletas para escoger: una para Nicolas Sarkozy, presidente de la república y candidato de la derechista Unión para una Mayoría Popular, y otra para François Hollande, candidato del Partido Socialista, que llegó en primer lugar el pasado 22 de abril con 28.63 por ciento de los votos contra 27.18 por ciento para el mandatario.
De esta elección habrá que recordar que por primera vez fue cubierta en vivo por los medios de información continua. Los comentaristas que decían que los franceses no se interesaban en política fueron desmentidos por la audiencia increíble de los debates y otros programas políticos en radio y televisión, y el éxito de los mítines.
Los pronósticos de la abstención durante la primera vuelta también se vinieron abajo. Para la segunda ronda electoral, no se dieron a conocer el resultado de las encuestas y tampoco el impacto que pudiera tener el largo puente del 8 de mayo (día de la celebración del aniversario del armisticio de la Segunda Guerra Mundial).
Cuatro de los candidatos de la primera vuelta han pedido a sus electores que apoyen a François Hollande o, más bien, que voten por él para derrotar a Nicolas Sarkozy. Son Jean-Luc Mélenchon, del Frente de Izquierda y sus casi 4 millones de votos; la ecologista Eva Joly; Philippe Poutou, del Nuevo Partido Anticapitalista, y Jacques Cheminade.
El centrista François Bayrou del Modem sorprendió el pasado viernes al anunciar que, personalmente, votará por François Hollande, pero, como era de pensar, no ha dado todavía consignas a sus 3 millones de electores que, por lo general, no son izquierdistas.
En cuanto a Marine Le Pen, que logró casi 6 millones y medio de votos para el Frente Nacional (extrema derecha), y Nathalie Arthaud (Lucha Obrera), no han querido dar una consigna oficial, pero han anunciado que ellas pondrán una papeleta en blanco en la urna. Hay que recordar que, en Francia, el sufragio blanco no está considerado como un voto expresado sino que es contado con los votos nulos. Nicolas Dupont-Aignan (derecha) no ha dado ninguna orientación.
Es de notar que nadie ha llamado a votar por el presidente candidato. Es algo inédito en Francia. Habla mucho sobre las tensiones que atraviesan el mundo político y la sociedad francesa al terminarse el quinquenio de su gestión.
En la campaña estuvieron ausentes del debate oficial los affaires: por una parte, acusaciones de corrupción en una federación del Partido Socialista y el caso Dominique Strauss-Kahn, en Estados Unidos como en Francia, y, del otro lado, las sospechas de financiamiento oculto de la campaña de Nicolás Sarkozy, en 2007, por el dinero de la primera fortuna francesa (Oréal), el caso Karachi y los vínculos de Muammar Kadafi con el mandatario. Pero estuvieron siempre presentes detrás del telón.
Las últimas encuestas siguen dando a François Hollande como próximo presidente (52.5 por ciento contra 47.5 por ciento), aunque se haya ligeramente reducido la diferencia con su contendiente. En los mercados del sábado, a la barra de los bares donde se habla mucho de la elección tomando el café matutino, a la par de la esperanza de ver un cambio para el país, sigue habiendo duda y hasta temor.
La elección tiene un carácter dramático como no lo que ha conocido Francia desde hace más de 60 años, según analistas. La ultraderechización de Sarkozy –para restarle espacios políticos al Frente Nacional–, no sólo en sus temas y lemas de campaña sino a lo largo de los últimos años, pone a los demócratas frente a la obligación de votar, sin vacilar, por un candidato del que saben que no hay mucho que esperar en cuanto a una ruptura con el modelo neoliberal que está llevando a Europa al abismo.
Sin embargo, frente a Sarkozy, François Hollande aparece como un hombre íntegro, con un proyecto social y cultural que respeta las instituciones de la república. Un hombre que, frente al odio y a la división que se ha alentado durante cinco años, propone otra relación social, en el trabajo, con los sindicatos, con la justicia, en la sociedad… Lo que hizo el éxito del actual presidente, su postura antielites, hoy se le está revirtiendo y los franceses miran hacia un hombre más conforme con la norma política, un notable de provincia, un hombre normal
, como lo reivindica el aspirante socialista.
La noche de este domingo, si gana Nicolas Sarkozy hablará desde la sala de la Mutualidad para, después, llegar a la plaza de la Concorde. Hollande regresó el pasado viernes a su ciudad de Tulle, en Corrèze. En esa tierra del centro de Francia, agrícola y empobrecida, esperará los resultados de la elección presidencial. De resultar presidente electo, se trasladará a París esa misma noche y llegará a la plaza de la Bastilla para festejar junto con sus seguidores.
Muchos franceses esperan cerrar este domingo una página negra de su historia. Pero, aunque resulten mayoría, nada les asegura que la siguiente se abra sobre cambios que logren revertir la crisis estructural del mundo neoliberal.