Play: juegos de hoy
l 32 Foro Internacional de la Cineteca (11 de mayo-25 de junio) comienza sus proyecciones de modo particularmente inédito. Amplía la gama de sus sedes alternas, divide la programación en dos circuitos paralelos e intenta llegar así, de modo práctico, al público cautivo que durante largos años acostumbró darse cita en las instalaciones de la Cineteca Nacional, actualmente en remodelación, y que, por decir lo menos, parece hoy desorientado en cuanto a la ubicación de las sedes y los horarios de las proyecciones. Aunque esta información aparece detallada en un micrositio de la Cineteca (http://.cinetecanacional.net/micrositios/foro32 ), en realidad es urgente diversificar las estrategias de difusión de este acto y del resto de ciclos que programa la Cineteca Nacional. Es preciso también contar con la colaboración plena de las sedes alternas para que brinden atención oportuna y profesional (calidad de proyección, garantía de exhibición aun con aforos insuficientes, información pertinente sobre los programas), sin deslindarse de la responsabilidad asumida. Sólo así podrá mantenerse en estos meses previos a la reinauguración de la nueva Cineteca la dinámica y vitalidad que hasta hoy había alcanzado.
La cinta que abre el Foro posee un interés y una actualidad notables. Se trata de Play: juegos de hoy (Play), cinta sueca de Ruben Östlund. Una historia sobre el bullying (maltrato escolar) en las antípodas de cualquier tratamiento convencional del tema. Por un lado, la acción no se confina al ámbito escolar en que por lo común se registra el maltrato que algunos niños o adolescentes infligen a sus pares. El territorio es aquí, la calle en una apacible ciudad sueca, Gotemburgo. Y lo que se describe, con base en sucesos reales, es la estrategia elaborada por una pandilla de adolescentes inmigrantes negros dedicada a intimidar y a robar celulares u otras pertenencias a niños blancos educados en el respeto irrestricto a los derechos y la dignidad de las minorías raciales, y que por lo mismo aparecen particularmente indefensos ante las agresiones.
El caso de bullying que describe la cinta cuestiona la ambigüedad y escollos de una ética liberal fincada en la corrección política que pretende difuminar las contradicciones sociales en un país con reputación universal de prosperidad, bienestar y tolerancia. El director describe el cálculo y malicia de los agresores –el juego al que alude el título de la cinta– y una desazón infantil que es apenas un pálido reflejo del malestar de una población adulta desbordada por una política de inmigración y seguridad pública incapaz de afrontar de modo inteligente y eficaz los problemas de convivencia social. Frente a este relato de una manipulación capaz de conducir a violencia, pero capaz, sobre todo, de administrar el miedo, Ruben Ömlund elige el lenguaje fílmico menos manipulador posible. Los planos fijos limitan exteriorizar un posible punto de vista, no hay intervención alguna que suponga juicio o condena de los hechos, y tampoco una postura liberal antirracista o la ofendida indignación contraria. Sólo queda un difuso malestar moral ante contradicciones sociales mal resueltas y peor enfrentadas. El fantasma del auge de la ultraderecha en las sociedades civilizadas tiene aquí un esbozo de explicación y una ilustración contundente. Estos son sólo algunos de los aspectos que confieren a la cinta una calidad de urgencia y una formidable calidad expresiva.