Pequeñas voces
equeñas voces, de Jairo Carrillo, es el primer largometraje de animación colombiano en 3D. Se trata de una película coral sobre el clima de violencia desatado conjuntamente por la guerrilla y los grupos paramilitares que la combatieron, y cuyo largo enfrentamiento dejó un saldo de más de un millón de niños desplazados. Las voces a las que alude el título son las de cuatro niños, quienes narran sus experiencias y las ilustran con sus dibujos. Hacia finales de 1999, en una zona céntrica de Bogotá, se reunieron 320 personas desplazadas por los grupos armados de ambos bandos y tomaron la sede de la Cruz Roja con la decisión de no dejarla hasta que el gobierno atendiera sus demandas. A partir de este suceso surgió la idea de entrevistar a los niños que aparecían en los noticieros de la televisión.
En un principio el director produjo un sencillo cortometraje que tuvo una excelente acogida internacional. Luego de ese éxito en 2003, el proyecto creció hasta incluir 150 entrevistas, a partir de las cuales se eligieron cuatro testimonios que integrarían lo esencial del relato. La historia final se enriqueció e incorporó técnicas más avanzadas, como la tercera dimensión. En momentos en que películas de animación con tema político (Vals con Bashir) gozaban de un gran reconocimiento y que la animación en 3D se imponía con cintas emblemáticas como Avatar, fusionar las dos perspectivas fue una tentación irresistible.
Lo notable en Pequeñas voces es la recuperación del punto de vista infantil al referir la trivialización del horror en una guerra que los niños viven como una experiencia diaria e incomprensible. Identifican a los bandos contendientes, pero jamás entienden las razones del conflicto. Experimentan la pérdida de sus seres queridos y el drama del desplazamiento y lo expresan en sus dibujos de modo ingenuo y dramático: estallidos de bombas, miembros cercenados, reclutamientos forzados, recurrencia de la sangre en cada ilustración, animales abandonados, la confidencia del huérfano absoluto (Mis perros eran mis mejores amigos). Algo a su modo tan impactante y trágico como lo que en ficción muestra la cinta iraní Las tortugas pueden volar (2004), de Bahman Ghobadi.
El modo tan frontal y honesto con que Carrillo aborda la guerra fratricida y sus saldos desastrosos nos recuerda que viviendo nuestro país un drama de niños desplazados tan similar al de la Colombia de aquellos años, nuestro cine muestra hoy un claro rezago en la materia.