Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Para el próximo
E

l debate fue pobreza conceptual de los candidatos, falta de una explicación acerca de su entendimiento global del país y sus tendencias recientes y presentes.

La economía nacional creció entre 1982 y 2009 a un ritmo anual promedio de un muy mediocre 2 por ciento, y a uno peor si tomamos el periodo 2000-2009: 1.14 por ciento anual. El PIB per cápita creció a 0.38 anual para el periodo 1982-2009, y uno grotesco de 0.8 entre 2000-2009, la era panista. Los fundamentals, muy festejados: el estancamiento estabilizador exitoso, aunque en picada.

La economía sumergida no ha hecho sino crecer en términos del número de mexicanos que viven en un estado de bajísimos ingresos y bajísima productividad. La desigualdad ha sido una lacerante línea persistente, sin solución de continuidad. ¿Por qué no, en el próximo debate explican sus puntos de vista, las causas de estos brutales problemas y, por tanto, qué harían frente a ellos?

Hace más de 50 años –¡50!– el afamado economista Nicholas Kaldor hizo un estudio (que continúa siendo un referente) y formuló sensatas recomendaciones para una economía con desarrollo sostenido y abatimiento de la desigualdad. Nada de las recomendaciones de Kaldor hicimos, pero desde entonces de cuando en vez volvemos a decir que en México tenemos una de las más bajas cargas fiscales del mundo. En su estudio La tributación directa en América Latina y los desafíos a la imposición sobre la renta, la Cepal muestra cómo la carga fiscal ¡disminuyó! de 1990 a 2005 tanto en México como en Panamá. En México pasó de 13 por ciento del PIB a 10.1 al final del periodo, y Panamá pasó de 15 a 14 por ciento del PIB entre los años mencionados. En todos los demás países de América Latina la carga fiscal aumentó. Argentina y Uruguay alcanzaron una carga de 25 por ciento y Brasil una de 34 por ciento. Ni qué decir si la comparación la hacemos con los países del norte de Europa, donde sobrepasa 50 por ciento. ¿Pueden los candidatos explicarnos sus diagnósticos sobre las causas que hacen de México un paraíso fiscal sin solución de continuidad al tiempo que mantiene una de las mayores concentraciones de la riqueza y del ingreso del mundo? ¿Qué harían frente a este inverosímil problema?

Caminando hacia atrás como el cangrejo, los gobiernos mexicanos dejaron, a partir de fines de los años ochenta, que volviera al dualismo estructural y el crecimiento hacia fuera, nuestro modelo anterior a la Segunda Guerra Mundial. El mercado se encargó de crear un gran enclave productor de bienes para la exportación –sobresaliendo la industria automotriz–, mediante empresas de capital extranjero y una enorme franja de industria maquiladora. Ambas actividades orientadas hacia el mercado estadunidense. Por supuesto, este exitoso enclave exportador ha estado desconectado del mercado interno que continúa en una virtual vida vegetativa.

Los gobiernos habían concluido, desde la época de De la Madrid, que la mejor política industrial es la que no existe. Sí, sabemos que eso es lo que aconseja la biblia neoliberal. La crisis, sin embargo, barrió con la maquila, y abatió las exportaciones del enclave. No tenemos un proyecto de desarrollo nacional, que no sea el de ser un triste apéndice de la economía del vecino.

¿Qué proponen los candidatos frente a este modelo monstruoso de estancamiento estabilizador con dualismo estructural y dependencia de Estados Unidos?

Parece haber consenso sobre las etapas por las que han transcurrido las reformas electorales de este aporreado país: la restricción/apertura a la participación que marca el ritmo de las primeras negociaciones de la llamada transición (1977-1986); la definición de las condiciones de la competencia, en la que se acuerdan los denominadores de la limpieza y la transparencia de los procesos electorales (1990-1994); los ajustes institucionales para la consolidación de la democracia; la reforma de 2009 –que continúa debatiéndose–, que sustituyó por completo a la legislación electoral promulgada en 1990. Entre otras hazañas, esta última legislación dispuso las reglas para la organización de lo que se ha llamado debates entre candidatos: un formato que impide el debate. Largos años de legislar con extrema cautela por los partidos, en medio de sospechas, suspicacias, y recelos que se resumen en la palabra desconfianza.

Todo ello acompañado de cháchara y tontería derivada del reconcomio de los partidos políticos, debido a su intención deliberada de meter las manos de los intereses partidistas en los procesos de procedimientos diversos y en la elección de los consejeros.

Lo peor: todo eso desembocó en la conformación de gobiernos divididos que, siendo en principio recomendables para la vida democrática, en México se volvieron formidables obstáculos para la gobernanza. Los gobiernos divididos requieren reglas ad hoc para hacerlos eficaces. Hoy reina la ineficacia y la ineficiencia para que el gobierno conjunto de poderes distintos y partidos políticos diferentes, sean capaces de crear un proyecto nacional de desarrollo y de instrumentarlo.

¿Qué reforma política proponen los candidatos que no sea el carro completo?