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A la mitad del foro

Democracia a la deriva

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Alumnos de diversas universidades se reunieron ayer en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para determinar en una asamblea las acciones a seguir del movimiento denominado #YoSoy132Foto Francisco Olvera
A

nte el desvarío de la derecha en el poder, ante las despedidas de quien no tiene ganas de irse, ante los discursos triunfalistas de Felipe Calderón en escenarios empresariales, patronales, de altas finanzas, con variantes bélicas en los cuarteles del Ejército Mexicano, los voceros del país vecino decidieron aclarar que no tienen intención de intervenir en las elecciones del primero de julio ni de influir en las campañas de los cuatro jinetes del desvarío democrático. Gracias, doña Hillary Clinton.

De la DEA, ni una palabra. Ahí topamos con el recurso del método, con declaraciones de testigos protegidos, cuyo contenido real o aparente dosifica la agencia de marras. Dar tiempo al tiempo, guardar en reserva a algunos, indiciar a otros. Siempre con la garantía de las declaraciones de testigos protegidos que les enviaron autoridades mexicanas. Algunos han dicho su dicho desde hace años, desde el momento mismo en que pactaron con las autoridades de allá. Protección y acuerdo que son perfectamente válidos, legales, legítimos en el derecho procesal de allá, de aquel lado. Y también en México. Do ut des, doy para que me des, decían los antiguos romanos. Al gusto del cliente. Y en la guerra ese recurso es formidable arma defensiva, así como arma ofensiva si se esgrime en el fragor de la contienda política por el poder.

Lo de Tamaulipas es la ausencia del Estado, el desgobierno, la alquimia de la añeja corrupción en el vacío del poder constituido. Tomás Yarrington fue alcalde de Matamoros y gobernador del estado. Gozó de la amistad y cercanía de George Bush Jr. y de quien llegaría más tarde a ser embajador de Estados Unidos en México. Sic transit... Hoy solicitan en el PRI la suspensión de sus derechos de militante. En Texas es sujeto de un juicio civil, en el que lo señalan propietario de bienes raíces presuntamente adquiridos con recursos de procedencia ilegal. No hay, dicen sus abogados, cargos penales todavía. Pero en Tamaulipas impera el estado de excepción. Es el desierto. Casi lo que asegura Felipe Calderón sería la República toda si él no hubiera emprendido la guerra y no hubieran actuado a tiempo tropas y oficiales del Ejército Mexicano y de la Marina.

Otra raya al tigre, dirían los cínicos o los resignados. En el PAN, el inefable Gustavo Madero y Josefina Vázquez Mota, la candidata en el tobogán, señalan con índice de fuego al nuevo PRI, que es el viejo PRI, que es el fantasma que se les aparece en la pesadilla del eterno retorno. El fuego fatuo desdeña el incendio que podrían provocar las chispas de la detención de tres generales acusados por testigos protegidos, sujetos a un arraigo que concluirá más o menos cuando terminen las campañas políticas sorpresivamente reanimadas por un movimiento estudiantil de protesta. Es la primavera mexicana, proclaman los deslumbrados por la instantaneidad de las redes sociales. Y las jacarandas florecen al paso de los estudiantes que han tomado las calles para exigir información verídica y equitativa a la televisión, a Televisa, para gritar su oposición a Enrique Peña y proclamar alegremente: ¡Si hay imposición, habrá revolución!

Bienvenida la protesta juvenil. En la Universidad Iberoamericana, en Santa Fe, escucharon y cuestionaron las propuestas de Enrique Peña. Impecable ejercicio de disidencia, asomo de un debate que no se dio en el organizado por el IFE, que no se ha dado en calles y plazas, en los mítines de Josefina Vázquez Mota, de Enrique Peña, de Andrés Manuel López Obrador, de Gabriel Quadri. El formidable aparato político de Enrique Peña ya festinaba la victoria, marchaba a la cabeza, triunfalmente, más allá de los augurios de los encuestadores y de la negativa de López Obrador a la eficacia de ese instrumento. El duro, amargo tropezón en la feria tapatía del libro tuvo costo alto, pero hubo moderada y atinada respuesta del aparato. Y el candidato aceptó públicamente el desliz y dejó al tiempo la tarea de dar su justa medida al burdo error, al mal momento que pudo prolongarse, dejar huella indeleble. En la Ibero fracasó el aparato; la respuesta inicial de los dirigentes del partido revivió el tono rancio de la intolerante sinrazón del priato tardío.

Y las protestas, los gritos, los cargos lanzados al salir del encuentro y el diálogo al interior de la Ibero tuvieron eco en las redes sociales, se agigantaron y distorsionaron las visiones de un candidato en fuga. Bienvenida la multiplicación de la protesta juvenil. Sin excluir la inmediata intervención de los adversarios del candidato del PRI, de los oportunistas y de quienes supieron ver en ese brote un llamado a contender por algo más que el poder por el poder mismo. El entusiasmo llegó a la Plaza de las Tres Culturas. Imposible eludir Tlatelolco y la matanza. Y la desvanecida izquierda encontró un rayo de luz en la protesta juvenil que bajó de Santa Fe, que incorporó a las instituciones públicas, al Poli, a la UNAM. A los estandartes del 2 de octubre, de la libertad, pero ante todo de la educación pública laica y gratuita. Ahí estuvieron los veteranos sobrevivientes del 68. Ahí, los partidarios y feligreses de Andrés Manuel López Obrador. Habló el tabasqueño. Y ahí quedó la imagen de las lágrimas que derramó.

Los del 68 no olvidan. Saben que esos estallidos de energía juvenil, de protesta y demandas de libertad, de justicia social, de repudio a los del poder despótico, ciego a las necesidades de los de abajo, sordo a las exigencias de los insatisfechos, no se dan en el aislamiento. En estos días, a 44 años de ese 2 de octubre, murió el Búho, dirigente estudiantil, infatigable combatiente, y falleció Carlos Fuentes. Los de entonces ya no son los mismos, pero ninguno olvida los textos de Fuentes del mayo parisino del 68. Y algunos recordarán que mientras Díaz Ordaz creía en una conjura comunista y la derecha empresarial y panista clamaban: ¡Cristianismo sí, comunismo no!, en Checoslovaquia aplastaban los tanques soviéticos a los jóvenes de la Primavera de Praga. En Kent, disparaba la Guardia Nacional contra estudiantes estadunidenses.

Por eso, porque la desmemoria produce generaciones de sonámbulos, marchas al borde del abismo, vale la pena preguntarnos por qué no hubo en ese foso al pie de la torre de luz, monumento a la estulticia y a la corrupción, protestas contra el poder constituido, el de hoy, el de esta alternancia que sacó al PRI de Los Pinos y revivió la visión cristera de sangrienta guerra santa. Sesenta mil muertos en la barbarie desatada por la guerra contra el crimen, más de 100 mil desaparecidos. Cincuenta y siete millones de mexicanos sobreviven en la pobreza, 12 millones han caído en la miseria del hambre y la desesperanza en los años del sexenio que deberá concluir fatalmente el primero de diciembre. Ni una palabra, ni un grito.

Así empiezan aquí las manifestaciones de protesta de los jóvenes. En Chile y en Canadá demandan educación pública y gratuita. En Madrid exigen recortes al Borbón y no a la educación. En Londres, en Atenas, en Nueva York, en el ancho mundo de la globalidad financiera y las redes sociales, se alzan las voces en demanda de empleo y contra la brutal concentración de la riqueza.

Hay tiempo. En 34 días elegiremos Presidente de la República, senadores y diputados al Congreso de la Unión. Diecisiete millones de jóvenes votarán por primera vez en una elección presidencial. Está en juego la República misma. Bienvenidos al Jardín de las Delicias.