La carrera de la boxeadora Ana María Torres está en modo de pausa obligatoria. A finales de año será madre; aunque ha declarado de modo insistente que piensa volver a los cuadriláteros, no elude la posibilidad de tener que replantear sus propósitos cuando llegue el momento decisivo.

Pero una cosa sí digo y es que, independientemente de si regreso o no, voy a seguir trabajando en el boxeo como entrenadora y como la primera mujer promotora en México, afirmó la campeona supermosca del Consejo Mundial de Boxeo, quien ayer recibió un reconocimiento de una organización de oradores, poetas y escritores, en una ceremonia realizada en el palacio legislativo de San Lázaro.

Lo que tampoco abandonará, dijo La Guerrera, es continuar con la presión para que se mejoren las condiciones de trabajo de las boxeadoras. Desde que ella y Mariana Juárez subieron por primera vez al cuadrilátero, pues existía una ley que prohibía los combates entre mujeres, la demanda no ha cambiado: mejorar el pago de las peleadoras.

Quiero ser la primera promotora mexicana, pero no dejaré de pelear para que a las compañeras se les paguen salarios dignos, porque las diferencias con lo que se paga a los hombres siguen siendo enormes, explicó Ana María.

Arriba de los cuadriláteros, admitió, tiene rivalidades muy claras, pero abajo es otra realidad y las adversarias se vuelven sus compañeras de trabajo. Las une, confesó, el esfuerzo por abrirse camino en un deporte que al principio no quería aceptarlas y aún hoy no les concede las mismas condiciones laborales.

Ya demostramos que las mujeres somos negocio; ahora que se nos pague como tales, señaló.

Me gustaría que con todas mis compañeras, con las que batallamos por entrar en este mundo, hiciéramos proyectos para apoyar a las más jóvenes. Aunque aún no tiene planes definidos, piensa que una organización de esta naturaleza puede ser útil.