Opinión
Ver día anteriorViernes 8 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Mal de archivo Neza
E

l drama griego coloreado de azteca se apreció a la vista en un absurdo que contraría lo más sagrado de la ley natural, como en Edipo, en el poblado de San Agustín Atlapulco en los límites de Neza y Chimalhuacán. Una mujer signada por la marginalidad (arrancó los ojos a su hijo) trató de complementar en esa fase del desarrollo que se detuvo y complicó con un carácter demoniaco que la condujera a la destrucción. La intensidad del fenómeno productora del dolor síquico. Efectos de descarga violentos, tendencia a la acción, memoria del trauma caracterizada de manera diferente que el recuerdo.

Grave sentimiento de culpa inconsciente, ontológica, al margen de lo cultural. Acto violento, expresión de eventos traumáticos eslabonados unos con otros en incesantes cadenas de abigarrado tejido. Sobre el potencial biológico menguado por las condiciones de miseria ya de por sí traumáticos, la emergencia de un aparato síquico con seria fisuras desde los cimientos. Aunado a elementos perceptivos que hablan de un mundo externo signado por las muertes (50 mil en el sexenio o más), secuestros, torturas, crueldad. La indefinición y el desamparo original en su esplendor.

Se trata de localizar las huellas de este traumatismo físico y síquico (inclusión de lo excluido) introyección, duelos… más que definir la identidad, lo occidental, lo prehispánico o lo griego de un sistema (Derrida, Jacques, Nosotros los griegos, pág. 184) si no Neza coloreada. Lo que da pie para empezar a ubicar el archivo, el mal del archivo entresacado de los mitos griegos.

Derrida empieza por ubicar el archivo, y tras él, el arconte (Arkheion). Archivo como la espera sin horizonte de espera, la impaciencia absoluta de un deseo de memoria qué, inútilmente intentamos apresar ignorando la fugacidad del instante y, más aún, archivo que se torna un Mal de archivo, sin duda un síntoma, un sufrimiento, una pasión, aquello en lo que se inserta el mal radical. El archivo como violencia archivadora, a la vez instituyente y conservadora. Archivo, según Derrida, económico en este doble sentido: guarda, pone en reserva, ahorra, más de un modo no natural, es decir, haciendo la ley (nómos) o haciendo respetar la ley. El léxico freudiano insiste entonces, sobre una cierta tecnología impresora de la archivación (Eindruck, Druck, drucken) y nos confía su sentimiento acerca de esta inversión excesiva y, en el fondo gratuita, en un archivo que quizá sea inútil (alusión a un párrafo de Freud de El malestar en la cultura, donde dice haber desperdiciado mucha tinta y mucho papel para no decir nada nuevo). Esto, según Derrida, es un asunto de captatio benevolente, ya que inmediatamente después Freud sugiere que esta archivación no sería tan vana y de pura pérdida. En esta hipótesis aparecerá lo que tiene que aparecer, una tesis irresistible, la posibilidad de una perversión radical, justamente la diabólica pulsión de muerte, de agresión, de destrucción.

Pulsión de destrucción en la economía o, más bien, en la aneconomía síquica, en la parte maldita de ese gasto en pura pérdida. A final de cuentas, otro nombre para Ananké, la necesidad invencible. Pulsión silenciosa y muda, que para operar en estas condiciones, nunca deja un archivo que le sea propio. Pulsión de tres nombres que destruye su propio archivo por adelantado, como si esto le fuese inherente, como si fuese su motivación misma. Trabaja de manera archivolítica, con la intención de borrar sus propias huellas que, por ende, no pueden llamarse propias. Fagocita su archivo aún antes de haberlo producido; por tanto, archivística. Incluso cuando toma la forma de un deseo interior, la pulsión de anarquía por excelencia, todavía escapa a la percepción, salvo en los casos en que, como señala Freud, se disfraza, se tiñe o se maquilla de algún color erótico.

Según Derrida impresión de tinte erógeno que dibuja una máscara en plena piel… la pulsión archivolítica nunca está presente en persona, ni en sí misma ni en sus efectos. No deja ningún monumento, no lega ningún documento que le sea propio tornándose inasible. No deja en herencia más que un simulacro erótico, su seudónimo en pintura, sus ídolos sexuales, sus máscaras de seducción, tan solo bellas impresiones. Estas impresiones son quizá el origen mismo de lo que tan oscuramente se llama la belleza de lo bello. Como memorias de la muerte. Pulsión de muerte que empuja al olvido, a la amnesia, a la aniquilación de la memoria, como mnéme o anamnesis, sino que se dirige asimismo a la borradura radical del archivo, como hypómnema. El archivo es, por tanto, hipomnémico. Así, en la interpretación derridiana (siguiendo a Freud) la pulsión de muerte no es un principio. Incluso amenaza toda principalidad, toda primacía arcóntica, todo deseo de archivo. Eso es lo que más tarde llamaremos mal de archivo.

Así, la pulsión de muerte tendría por vocación silenciosa y tarea permanente inducirnos a la amnesia, a la quema del archivo, en franca contradicción con el principio económico del archivo y por tanto la acumulación y usufructo de la memoria, apoyándose en un soporte y en un lugar exterior. Más nos valdría investigar, el mal de archivo, ante la violencia que vivimos y en especial los dramas como el que comento que parecen tener un carácter social, no individual.