l mayor reto que hoy enfrenta la educación es trascender los estrechos márgenes a los que se ha visto limitada a lo largo de las décadas recientes y lograr su efectiva articulación al proyecto nacional. Las fallidas aspiraciones de modernización evaluadora de la educación de los sucesivos regímenes del priísmo y del panismo, devinieron en este último tramo sexenal en un vacío en la conducción de la educación que alcanzó su mayor expresión en dos cuadros hasta entonces impensables: a) el manoteo y el que nadie se equivoque
lanzado por la maestra Gordillo al presidente de la República en Los Pinos (La Jornada, 16 de mayo); y b) la creciente presencia del poder televisivo en materia de educación.
Surgido en los años 80 del siglo pasado, el tema de la evaluación para la calidad fue asumido por los distintos gobiernos como un mantra de alta permeabilidad. El pensamiento técnico-mágico y la retórica alcanzaron en los últimos tiempos al Presidente, a su recién nombrado secretario de Educación y a los singulares representantes del poder mediático, quienes confiaban más en la utilidad de la evaluación universal y de los exámenes estandarizados, que en la mejora de los factores sustantivos de la educación. De manera adicional y de cara al proceso electoral, la simbiosis entre el poder gubernamental y la cúpula sindical, plasmada en la Alianza por la Calidad de la Educación
, había perdido toda utilidad política y, por el contrario, se había convertido en una herida supurante.
Así las cosas, aunque las propuestas electorales de la candidata del PAN y del candidato del PRI (coalición Compromiso por México) han expresado tímidos cuestionamientos al esquema educativo prevaleciente a lo largo de cinco sexenios e incluso han llegado a marcar distancias frente a su antigua asociada del SNTE, lo cierto es que no logran definir una propuesta distinta. De igual manera, pese a su pretendida independencia y a sus reclamos por la desbordada politización de la educación, las inercias de sus agrupaciones partidistas representan un lastre insalvable en la formulación de sus respectivos proyectos.
En el caso del PAN, la plataforma educativa reitera la confianza en la evaluación y la certificación como factores para alcanzar la calidad. Se alude también, entre otros temas, al aumento de la atención a la demanda, a la preparación para el trabajo y a la profundización del enfoque de competencias. El PRI, a su vez, ofrece un esquema centrado en la gestión y que plantea la transformación real y medible
de la educación. Subraya, una vez más, su vocación modernizadora con base en rigurosos criterios de racionalidad y eficiencia
y, de igual manera, refrenda su confianza en la evaluación. (Cfr. IFE, Plataformas Electorales de Partidos Políticos Nacionales, 2012). En ambos casos se trata de visiones incrementalistas que simplemente ofrecen más de lo mismo. En lo que corresponde a la agrupación Nueva Alianza son bien conocidas sus contradicciones y subsidiaridad ante la cúpula sindical.
¿Porqué AMLO? El cambio de régimen que propone el Movimiento Progresista representa para todos los mexicanos la posibilidad de una vida mejor. Un anhelo compartido por las más diversas franjas de la sociedad es la superación de problemas estructurales como la pobreza, la desigualdad, la injusticia, la insuficiente democracia; y, en este sexenio, la creciente inseguridad que afecta a pobres y a ricos, el uso faccioso de los medios de comunicación –un tema central de #YoSoy132– así como el enorme déficit en materia de políticas sociales.
En la atención a tales problemas se inserta el proyecto educativo de López Obrador el cual enuncia, como uno de sus principales propósitos, hacer de la educación un derecho antes que un privilegio. Fundado en valores de ciudadanía y de solidaridad social, el proyecto aspira a establecer una política educativa de Estado y señala la creación de un consejo nacional de planeación y evaluación, el cual, dicho sea de paso, devuelve el sentido público a una discusión en la que hoy sobresale el poder de las televisoras y de sus entidades satélites.
Con base en referentes pedagógicos y didácticos, el proyecto plantea la construcción de un nuevo marco de enseñanza-aprendizaje para los estudiantes y propugna por una formación y evaluación no punitivas que revalorice a los maestros. El proyecto plantea abatir el rezago, ampliar la cobertura y generar propuestas innovadoras –con énfasis en la educación virtual– para atender de manera plena la demanda a la educación superior. El proyecto apela a una educación integral con contenidos humanísticos y tecnológicos y, bajo un explícito pronunciamiento de respeto a la autonomía, señala su compromiso de mayor financiamiento a las universidades.
Aunque ya se aprecian los trazos generales de la propuesta educativa del Movimiento Progresista, lo cierto es que los temas pendientes rebasan por mucho el listado anterior y que son indispensables las aportaciones críticas e informadas de los más diversos sectores sociales. Lo importante por ahora es, sin duda, el establecimiento de un compromiso de renovación profunda de la educación de cara al futuro de la Nación. Eso es precisamente lo que ofrece López Obrador.