l pasado martes 19 esta sección abrió con un amplio reportaje de Alejandra Ortiz Castañares desde Florencia. Lo que recoge está fuera de toda duda, pero no tanto lo que arguye su entrevistado, Maurizio Seracini, de San Diego, California, a propósito de La batalla de Anghiari, obra de Leonardo da Vinci. Se arguye que los historiadores del arte se oponen a lo que él considera un posible hallazgo. Me parece errada su opinión.
Llega a decir que algunos historiadores afirmaron que esa pintura nunca existió
. Jamás alguien ha supuesto cosa parecida, empezando con Vasari, quien pintó los murales bajo los cuales supuestamente hay algunos restos de lo que Leonardo pudo haber dejado.
Vasari dijo y publicó que Da Vinci dibujó un grupo de caballos en combate por una bandera
; se trata de la llamada Batalla del estandarte. Y en efecto, Rubens hizo una estupenda versión dibujada de ésta (Louvre).
La reproducción que aparece acompañando el texto mencionado no es la realizada por Rubens, sino una copia de la misma en los archivos del Palazzo Vecchio, donde hay también un óleo anterior, conocido como Tavola Doria, que se supone basado en Leonardo, mismo que difiere radicalmente de lo que Rubens copió del cartón trabajado por Leonardo, que pervivió en mayor medida.
Debido a la preparación espesa de una mezcla al óleo lo que Da Vinci recién trabajó en el muro empezó a chorrear justo cuando allí empezaba a pintar, motivo por el cual abandonó esa tarea.
El trabajo se había iniciado en Santa María Novella, en 1503, donde realizó lo que se conservó del cartón. Entre ese año y 1508 pintó varias obras que podrían denominarse concluidas
aunque el propio Leonardo no lo considerara así, entre otras la Mona Lisa, la Leda –de la que existen dibujos numerosos en Windsor Castle–, así como copias de época, la Virgen de las Rocas (versión del Louvre) y la Virgen con Santa Anna y el niño, así como el famosísimo cartón Burlington de la National Gallery de Londres.
El entonces gonfaloniero de Florencia, Piero Soderini, fue quien decidió encargar a Leonardo y a Miguel Ángel, como rivales que eran, la pintura de dos batallas, a modo de confrontarlos; se les asignaron los temas de Anghiari, para el primero, y Cascine para el segundo. Estas obras habrían de ocupar los muros de la Sala del Consiglio Maggiore. Quien realizó el cartón preparatorio, pero no llegó a pintar en el muro, fue Miguel Ángel, Leonardo sí pintó algo en el muro, pero pronto desistió porque su experimento falló.
Es cierto, como dijo Maurizio Seracini, que la batalla
introdujo novedades que anticipan el barroco basándose en los datos que quedan del cartón. Lo que no puede admitirse de su discurso es que sostenga que los historiadores del arte se oponen al posible rescate de los restos del muro, debido a la aversión que experimentan por las incursiones científicas y técnicas que echarían por tierra sus consideraciones al respecto.
Exactamente, sucede lo contrario. Los nexos entre arte y ciencia están más que asentados desde hace lustros. Eso por un lado, por otro, de realizarse el proyecto, los historiadores que han estudiado el caso Anghiari-Cascine serían los mayormente beneficiados, pues les encargarían sendos escritos muy bien retribuidos. No pagados por Italia, sino por el organismo auspiciador, que según asienta el reportaje es National Geographic. Se dice que financiaría el trabajo con 250 mil euros en caso de encontrarlo
.
Algo
pudiera haber quedado, en el mejor de los casos algunas manchas. La situación no equivale, pongamos como ejemplo, a los hallazgos del Templo Mayor, pues la piedra sobrevive mucho más que la técnica experimental ya probada por Leonardo da Vinci años atrás en el cenáculo, cuyo final restauro, que duró ocho años, no dejó mucho que observar con todo y el laudable trabajo realizado por el equipo de Pinin Brambilla Barcilon, a quien Seracini debiera convocar con objeto de que se manifestara acerca del caso actual, lo mismo que a uno de los más recientes y comprometidos estudiosos contemporáneos, el historiador Daniel Arasse, autor que basándose entre otros en el boloñés Carlo Pedretti, considerado mundialmente como la máxima autoridad en estas cuestiones.
Arasse, en su libro sobre Leonardo, dedicó importantes consideraciones respecto de La batalla de Anghiari y su documentación es impecable.
Cosa archisabida, el buon fresco
no fue utilizado por Leonardo en sus acciones experimentales en Palazzo Vecchio; su compulsión por experimentar estuvo por encima de la realización plástica que era para él peccata minuta, como muestran los dibujos de Windsor Castle y otros más.
El temor de quienes se oponen al proyecto, ¿está justificado? Lo cierto es que se trata de un algo
que pudiera, o no, hallarse, pero ese algo
está suspendido entre el mito y la actitud mistificadora.