Sábado 30 de junio de 2012, p. 26
En el cementerio de Pomuch, Campeche, se aprecian las puertas del inframundo maya.
La recomendación de los guías de turistas es que, antes de ingresar al lugar y de tomar fotografías, debe pedirse permiso, tal como los mayas campechanos solicitan la anuencia de la tierra para despojarla de las hojas de chaya.
Es el respeto a la cultura maya. El respeto que la propia población profesa a sus muertos cuando, por ejemplo, una familia lleva a su nuevo integrante al cementerio a ser presentado ante los ancestros fallecidos.
Acomodados religiosamente en pequeñas cajas de madera, cráneos y algunas otras piezas óseas amarillentas, que alguna vez tuvieron nombre y apellido, están a la vista del visitante en los nichos de cientos de sepulcros modestos construidos en desorden en el interior del cementerio. La caminata aquí significa experimentar cierta sensación de frío en medio del clima cálido de Campeche.
Pomuch la ciudad que rinde tributo a sus muertos
Pomuch, ubicado en el municipio de Hecelchakán, al noreste de la ciudad de Campeche, forma parte de un recorrido turístico que incluyen a otras comunidades, como Calkiní y Bécal, en un trayecto carretero conocido como Camino Real por unir a la ciudad de Campeche con Mérida.
La región se caracteriza por la fuerte presencia de viviendas tradicionales mayas a lo ancho de la selva tropical del sureste mexicano.
En Pomuch no viven más de 10 mil habitantes, pero resguarda una tradición gastronómica: El pan de Pomuch
, cuyos dueños siguen cocinando el pan trenzado, la camelia, el pichón o los tutis, con recetas que datan de cinco generaciones atrás.
Rafael Pérez Novelo es uno de los tataranietos de los fundadores del negocio, quien orgulloso muestra las enésimas entrevistas concedidas en las últimas dos décadas mientras comparte una camelia.
Las recetas del pan no las revela, pero accede a compartir la preparación de una botana acompañada por cerveza, sal y limón: queso de bola holandés, cebolla curtida, jalapeños y los famosos charritos, frituras de harina de trigo harto conocidas en Campeche.
Muerte y paladar después, el recorrido continúa hacia el municipio de Calkiní, en los límites con Yucatán. Bécal es una comunidad fundada en 1450 que muestra orgullosa su iglesia franciscana y un monumento a los sombreros Panamá, justo a un costado del templo católico.