El joggo bonito de España
Una victoria del futbol
s imposible no rendirse ante el altísimo nivel que España ha llevado a este deporte llamado futbol. Es un equipo de época, como lo fueron el Brasil de Pelé o la Naranja Mecánica de Johan Cruyff.
La diferencia podría ser que la verdeamarelha del 70 tenía a Pelé, a quien muchos consideran el mejor futbolista de todos los tiempos, rodeado de otros astros. Y que la Holanda de Cruyff deslumbró a todos y creó el balompié total, pero nada ganó.
Esta furia roja llevó al futbol a lo que debe ser su misma esencia: como juego de equipo en el que sobresalen algunas piezas –mención honorífica para Andrés Iniesta e Iker Casillas–, pero en el que lo más importante es la colectividad, dar y dar pases por toda la cancha y saber que te regresarán balones y no sandías, y encontrar huecos y goles donde se arrinconan 11 defensas.
Al contar con tanto volumen de juego nadie extrañó a dos baluartes en tribuna, como Carles Puyol y David Villa, quienes al principio del torneo parecían imprescindibles y muchos apostaron que afectaría su ausencia, pero el grupo de Vicente del Bosque enseñó que las piezas podrán cambiarse, pero la idea permanece.
Con este triplete histórico Eurocopa-Mundial-Eurocopa, España reafirma un nuevo concepto del futbol parecido al lema mosquetero de todos para uno y uno para todos, pero sobre todo deja la enseñanza olvidada de que se puede ganar jugando bien, buscando la portería rival y el balón como aliado, lejos de aquellos esquemas defensivos que dieron éxito en el pasado.
El triunfo de la selección española es también una victoria del futbol como juego lindo, parecido pero mejorado al joggo bonito de Brasil, que por su parte parece ir contra sus orígenes y que ahora podría retomarlos al ver que se puede cumplir con una premisa que parecía de otro tiempo: jugar bien y ganar.
Este equipo genera tanto futbol que le gusta darse varios lujos: ayer sólo necesitó de 45 minutos para sentenciar la final, anotó los dos goles cuando quiso y como quiso y hasta hizo ver bien a un jugador que andaba tan perdido como el Niño Torres.
Habría que cambiar también esa frase de que el futbol es un juego de 11 contra 11, en el que siempre ganan los alemanes. Ahora hay que decir algo así como que el balompié es el tiqui-taca con el que se coronan los españoles.
Pero también hay que elogiar a la nueva Italia. Por momentos, lamentablemente muy escasos, trató de pelearle a su rival con la misma arma de la tenencia del balón, pero España ya creó todo un arte mientras la azzurra apenas intenta pinceladas y está tratando de reinventarse al ir contra su misma esencia del catenaccio.
La Nazionale basaba sus esperanzas campeoniles en que sus figuras salieran en un buen día, pero ni Gianluigi Buffon ni nadie puede ante tanta artillería. Andrea Pirlo fue un náufrago frente a una marea roja y Mario Balotelli tal vez seguía festejando sus dos goles ante los germanos.
El equipo de Cesare Prandelli llegó a la Eurocopa con el tufo de los partidos arreglados en el calcio, pero se repuso de eso y demostró –sobre todo ante su cliente Alemania– que puede revivir viejas glorias con el balón lejos de su portería.
España e Italia abrieron y cerraron el torneo de Ucrania y Polonia. Ahora se sabe que aquella igualdad en el marcador era una quimera, pero se agradece al equipo de la bota haber propuesto una final tan distinta a la de Sudáfrica 2010, en la que Holanda quiso regresar el futbol a la edad de piedra al tratar de ganar a patadas.
Hace dos años, como hoy, triunfó España y ganó el futbol, más allá de la polémica que se genera al comparar a esta furia roja con el Brasil de Pelé. Unos dicen que es mejor. Cuestión de gustos o épocas, pero que regrese el buen juego y logre títulos es algo que el aficionado agradece, porque el balompié de 1970 ya nos quedaba muy lejos.