Domingo 15 de julio de 2012, p. a16
A escasos dos años de cumplirse un siglo de su estallido, la Primera Gran Guerra (o como gustan llamarla los europeos: la Primera Guerra Mundial) aún sorprende y aterroriza. El 28 de junio de 1914 fue asesinado el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del imperio austro-húngaro, a manos de un nacionalista serbio. Así, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia.
A partir de ese momento, durante cuatro largos años el viejo continente fue el centro de brutales batallas, miles de personas murieron a causa de las balas, de enfermedades, de hambre, de frío, etcétera.
Pero, ¿de dónde salían tantos soldados? ¿De qué manera estaban preparados para resistir a los horrores de una batalla? ¿Qué hacían en los largos periodos de entreguerra? ¿Quiénes estaban detrás de todo esto?
Peter Englund, historiador y secretario perpetuo de la Academia Sueca, en su libro La belleza y el dolor de la batalla, ahonda en esas interrogantes mediante el testimonio de 20 protagonistas de esta guerra. Recoge documentos como diarios, cartas y fotos de los soldados combatientes.
El sentimiento de nacionalismo de quienes lucharon resulta estremecedor. El grueso de los contendientes eran soldados irregulares, es decir, entusiastas, voluntarios, civiles, a quienes de pronto se les entregaron armas. No tenían preparación, eran jóvenes de entre 20 y 30 años que se alistaron para acudir ansiosos a los campos de batalla, para estar en las trincheras.
Acudieron para enfrentar a la muerte, a retarla, a presenciarla y tratar de describirla a su regreso. Muchos se condolieron al principio por cada camarada caído, sin embargo, el autor describe la manera en que sus sentimientos cambiaban o se desgastaban al paso de los años, pues ya no les afectaba tanto ver cómo era retirado, una vez más, un cuerpo cubierto de fango.
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Título: La belleza y el dolor de la batalla
Autor: Peter Englund
Editorial: Roca
Número de páginas: 761