Las tormentas del sol
ol redondo y colorado cantaban las generaciones que precedieron a la de YoSoy132. Ricardo Monreal y Jaime Cárdenas impugnaron formalmente la elección presidencial. En Tabasco, en el edén tropical, Arturo Núñez sumó la mayoría de votos y será gobernador. Y sumó la experiencia política y distinguirse los votos comprados de los ahí depositados libremente para otorgar el mandato popular. Pero hay tormenta solar y Andrés Manuel López Obrador anunció que el jueves pondrá en marcha el Plan Nacional para la Defensa de la Democracia y de la Dignidad. Por aquello de que el tribunal tiene sus tiempos y probar la inequidad y la falta de limpieza electoral tiene sus bemoles.
Hace seis años la proclama fue: voto por voto, casilla por casilla
. Y vino la reforma a la reforma para que nadie tuviera que exigir ese contar y recontar: es su derecho. Y ya a impugnar y no aceptar la mayoría que ese recuento otorgó a Enrique Peña Nieto. Ahora, bajo los efectos de la tormenta solar, los jueces del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tienen la palabra. Y muy poco margen para atribuirse facultades salomónicas. Ricardo Monreal y Jaime Cárdenas acumularon tomos enteros de acusaciones, volúmenes abundantes de presunciones. Pocas pruebas. Pudiera ser porque no es fácil probar la compra de votos sin sorprender y detener in fraganti al que compra y al que vende. O porque las tormentas solares alteran las telecomunicaciones. Entre otras cosas.
El zacatecano acudió a la movilización, al terreno conocido, a lo andado, a la capacidad de navegar el desierto como los buscadores de lechuguilla: pidió a los ciudadanos que firmaran electrónicamente la impugnación y sumarán sus voces a los votos emitidos. Cuestión ética, para no confundir con el árbol que da moras. Más vale, más valió, lo previsto en el anuncio hecho por López Obrador. Cómo, le preguntaron en su tierra: primero, el tribunal no puede liquidar la esperanza democrática y aceptar el imperio de la corrupción; por tanto, debe anular la elección presidencial y habrá que nombrar un presidente ¿interino?, ¿sustituto?, para que convoque a elecciones. Y ahí está el meollo de la tormenta solar. ¿Cuál Congreso elegirá al titular del Ejecutivo que convocara a elecciones presidenciales? ¿Sería la legislatura que concluye el 1º de septiembre, o la que se instalará ese día?
Ah, Felipe Calderón pide en voz de Josefina Vázquez Mota que Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas se plieguen a la exigencia de convocar a periodo extraordinario de sesiones para debatir, votar y aprobar la reforma laboral con la que coronarían la tarea destructora de los derechos de los trabajadores y la liquidación del sindicalismo. Podrían, de paso, erigirse en electores del presidente interino que convocaría a la nueva elección. El olivo es un árbol que da aceitunas o sirve para la forja del Yunque, por ejemplo. O podríamos topar con un 18 Brumario ni trágico ni cómico: de carcajada, en el que se haría efectiva la pesadilla de la violencia desatada por la guerra contra el crimen: la inseguridad que impediría la instalación de 25 por ciento de las casillas para anular la elección, y haberse evitado el dilema de la tormenta solar.
Lo otro, el que se instale la nueva legislatura el 1º de septiembre, la de diputados y senadores al Congreso de la Unión elegidos ya el 1º de julio, sin mayoría absoluta para el PRI, con PAN y PRD en segunda y tercera minorías, sin posibilidad alguna de sumar uno o los tres, o junto al resto de los partidos llamados pequeños, los votos necesarios para elegir presidente interino. Y con pocas ganas de poner en juego lo que ya estará en sus manos: el poder, la representación popular, la de cada entidad de la Federación; contrapeso al peso del Ejecutivo; el poder que limita al poder. Y la ambición, que no siempre coincide con la vocación de servicio de la ética weberiana. Esa, tan distante de la Huasteca como de Tabasco. Andrés Manuel López Obrador ya anduvo esas veredas en su larga travesía por el desierto en busca del poder.
En Tabasco, el estratega de Nacajuca contendió por la elección de gobernador; se enfrentó a Roberto Madrazo, el hijo de El huracán del sureste, y perdió. No aceptó la derrota. No había recurso para impugnar como ahora ante tribunal electoral. No aceptó. Movilizó a los suyos, sitiaron pozos petroleros, marcharon al Distrito Federal y manifestaron su protesta en el Zócalo, a las puertas de Palacio Nacional y del Departamento del Distrito Federal. El Tlatoani de turno, Carlos Salinas, ni los vio ni los oyó; su regente, Manuel Camacho, sí. López Obrador no aceptó su derrota y pidió a los candidatos electos del PRD que no aceptaran las diputaciones obtenidas. Todos, sin excepción, protestaron sus cargos, ocuparon sus curules y cobraron sus dietas.
El viernes se reunieron los gobernadores de la Conago en Querétaro. Venía la tormenta solar. El jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien no es gobernador, pero se ha integrado al cuerpo formal de gobernadores, no asistió, se fue a Puerto Rico. José Calzada vio amanecer bajo los arcos del acueducto colonial y madrugó, puso a la mesa una declaratoria oficial que a la letra dice: Sin detrimento de los derechos políticos y legales de quienes participaron en el proceso, de la sumatoria de los resultados consignados en las actas de cómputo distrital de la elección presidencial, los votos favorecieron al licenciado Enrique Peña Nieto
. Y el de Chihuahua, César Duarte, echó de su ronco pecho, impostó la voz para dar lectura al documento. Lo del agua al agua.
Ahí estaban para madrugar Gabino Cué, de Oaxaca, y Mario López Valdez, Malova, de Sinaloa. Y tres mandatarios recién electos: Manuel Velasco, de Chiapas; Rolando Zapata, de Yucatán, y Graco Ramírez, de Morelos, acompañados los dos últimos por Ivonne Ortega y Marco Adame, gobernadores hasta el último instante de su respectivo mandato. A nadie sorprendió que los hijos de alianzas morganáticas asintieran sonrientes a lo dicho en la Declaración de Querétaro. Graco había anticipado que a nadie convenía un agitación como la de hace seis años, que él estaba obligado a cumplirle a los morelenses que le dieron su voto y su mandato. Desde el Viejo San Juan llegó el lamento borincano de Marcelo Ebrard: daría a conocer su posición una vez que el tribunal concluya con la calificación de la elección, (lo) que podría prolongarse hasta el 6 de septiembre
.
Tan larga me la fiáis, decían los extremeños que llegaron con Hernán Cortés. Y eso diría en plena tormenta el hombre de la república del amor, el de las marchas del trópico al altiplano, donde establecería relaciones con Manuel Camacho y Marcelo Ebrard. Porque antes de volar a Puerto Rico, el que fijaría hasta septiembre la posición del Gobierno del Distrito Federal, fijó la suya: el 6 de diciembre empezaré mi campaña en pos de la elección presidencial de 2018. Para uno que madruga: uno que no se acuesta.
The Economist, la afamada revista de la pérfida Albión, califica a López Obrador como el perdedor
de la elección presidencial y añade que pese al amplio margen de ventaja que obtuvo Enrique Peña Nieto, el señor López Obrador quiere la elección anulada por el tribunal electoral. Él no encuentra defectos en las elecciones del Congreso y de gobernadores celebradas el mismo día, presumiblemente porque a su coalición de izquierda le fue bien en ellas
.
O porque recuerda lo de Tabasco. Y conoce a Ebrard y a Camacho. Y por ahí oye la voz de Pito Pérez: Qué favor le debo al sol por haberme calentado...