Tristes verdades
a de reflexión.
Tal vez sea necesario echar mano
de una de las grandes frases de El Gatopardo, que afirmaba que había que cambiarlo casi todo para que las cosas volvieran a ser lo que un día fueron y es que, la verdad sea dicha, hay razones para ello.
Veamos si no.
Empresa
La dupla
que maneja la Monumental Plaza de Toros México –Miguel Alemán Magnani y Rafael Herrerías Olea– de un buen tiempo a esta parte, ha venido operando bajo ciertas fórmulas
que dejan que desear.
Y no poco por cierto.
Una vez que se anuncia el elenco
–ganaderías, matadores y rejoneadores– para las temporadas formales, de inmediato se abre el derecho de apartado, que más bien motiva al respetable a la renovación en ánimo de no perder esos lugares que por lo atractivo de la oferta y, eso sí, con su correspondiente aumento de precio, que no faltaba más, ni sobraba menos.
Después, conforme van pasando las fechas, dos o tres carteles ocasionan estupendas entradas, a lo que hay que sumar la corrida del 5 de febrero, fecha conmemorativa de la inauguración del coso y paremos de contar.
Que lo demás…
Por lo que al ganado se refiere, es evidente que, salvo honrosas excepciones, ya no se contrata lo mejor, sino a las divisas de los cuates, de los amigos, de los que se ajustan a los dineros que ofrecen los organizadores y ya vemos lo que esto trae como consecuencia: fracasos tras fracasos y desilusiones al por mayor y tendidos cada vez menos concurridos por tanto ir el cántaro al agua.
A punto de romperse.
En cuanto a los matadores, se contrata a los extranjeros con una buena lana
aunque varios de los de renombre y prestigio han optado por firmar con empresas de provincia ya que aquí las últimas palabras son lo tomas o lo dejas
.
Y la dejan.
Ahora bien, la fórmula
con los de casa es la misma: esto lo que hay y nada más
y si tal o cual ganadería no garantiza un cierto porcentaje de bravura, esos coletudos se quedan en casita soñando con mejores días y, a poco, el consiguiente doloroso despertar.
Eso sí, para los matadores consentidos, allá en los corrales los toritos de regalo, para que puedan sacarse la espina y vengan los trofeos nylon
que a unos hacen reír y a otros llorar.
¿Y el público?
El que hace posible el espectáculo no es tomado en cuenta y así vemos tendidos semivacíos vacíos, con derechohabientes que escasamente acuden a las taquillas, lo que poco o nada importa, una vez que el derecho de apartado y las entradas de tres o cuatro festejos ya engordaron las arcas.
Vacas gordas y vacas flacas.
Ganaderías
Es por demás alto el porcentaje de divisas que cosechan triunfos en los cosos de provincia y que años ha que ya no vienen al coso de la colonia Nochebuena bien porque en los estados les va mejor económicamente que aquí y, en buena medida, porque los matadores que tienen algún peso ven con muy buenos ojos a estos astados y los extranjeros los exigen a sabiendas que con ellos pueden alcanzar el éxito.
Es la neta
.
Otros criadores, una buena parte de los que sí vienen a la México, cómo ya hemos señalado, toman lo que les ofrecen y, además, aceptando que los bureles de reserva sean de otra procedencia, lo cual, nos parece, es por demás humillante y que puede ser tomado como un triste condicionante si los tuyos no funcionan ahí tenemos otros
.
Así las cosas.
Y tardes van y tardes vienen y ya hemos visto la desesperación de un crecido número de matadores –de aquí y de otras latitudes– que tienen que vérselas con astados casi de media casta, de media bravura y, cuando de casualidad, salta a la arena lo que hemos llamado un manso-menso, es cómo sacarse la lotería.
¿Es esto justo?
No, de ninguna manera, ni para los de luces vestidos, ni para el respetable y, cuán triste resulta escribirlo, los aficionados y los asistentes por igual, como lógica consecuencia, se han dado a buscar otros espectáculos, otras diversiones y otras formas en sustitución de lo que un día fue, entre nosotros, la más grande y hermosa de las fiestas.
Tan de capa caída.
Los noveles
¿Y los novilleros?
Cómo estarán las cosas que, cual parodia de los avisos de ocasión, los avisos oportunos y las ofertas de trabajo, se publicaron anuncios convocando a los noveles que buscan la fama y el prestigio en los redondeles, a presentarse en las oficinas de la empresa capitalina, con una especie de curriculum vitae (programas, fotos, videos y demás yerbas), para considerar su incursión en los llamados festejos chicos, en tanto que diversas escuelas taurómacas podrán enseñar lo que ustedes quieran, excepto que en el toreo lo básico es lo fundamental dejando de lado que lo diferente, lo que hace sobresalir, es la interpretación, el sello que se sepa imprimir y vemos que todos son copias, todos iguales, consecuencia de adoctrinarlos como si del catecismo del padre Ripalda se tratara: lo mismo pa’ todos.
Y no exageramos.
Sean cuales sean las condiciones de los bureles, estos escolapios se dan a torear
basándose en lo que les han enseñado: derechazos, naturales y dosantinas, ayunos de lo que es y debe ser la auténtica lidia, ya que no hay dos toros iguales lo que debe ser considerado como el ABC del toreo.
Que no lo otro.
Y, a mayor abundamiento, sus protectores, apoderados y algunos mecenas, los siguen ilusionando, les hacen creer que son los dignos sucesores de Gaona, Armillita y Arruza y se van a España a mostrar las doctas cualidades de los imberbes y éstos, al vérselas con auténticos toros, lo único que consiguen son rotundos fracasos, algunos severos cates
y paremos de contar.
No hay más.
Los medios
En pasadas épocas periódicos, revistas y estaciones de radio dedicaban amplios espacios al espectáculo taurino, y hoy día bastan unas cuantas líneas que algo informan y mucho confunden, y en las escuetas crónicas
de los festejos, venga el tratar de encubrir, el desorientar y el justificar aunque, eso sí, quedan algunos dignos periodistas que claman por la verdad pero son infinitas las presiones a que están sujetos y, además, tienen que apechugar
momentos por demás amargos y las malquerencias de lo que hemos llamado las fuerzas vivas
que lo único por lo que ven es por sus intereses, que lo demás es lo de menos.
Qué vergüenza.
Antaño, los triunfos en la capital repercutían con fuerza en los estados y se decía que la plaza México era la que daba y quitaba y ante tal popularidad, las televisoras produjeron programas especializados con reportajes, entrevistas, crónicas y noticias de plazas de provincia y del extranjero, lo que ocasionó la desaparición de algunos de esos medios, pero, a poco, al irse diluyendo el interés por la fiesta, quedaron únicamente dos o tres programas semanales en las llamadas pantallas chicas, pero en la información diaria en los espacios deportivos, al igual que en la mayoría de los diarios, ni una palabra de toros.
Cero en conducta.
¿Vendrán mejores días?
Ojalá que sí.
(AAB)