Opinión
Ver día anteriorSábado 28 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Shostakovich en Jalisco
G

uadalajara, Jal. Sobre uno de los costados de la Plaza de la Liberación de esta capital tapatía, se alza el Teatro Degollado, probablemente el espacio artístico más destacado de la ciudad. En el frontispicio de su fachada neoclásica se lee una inscripción que dice: Que nunca llegue el rumor de la discordia. Inútil deseo, porque el domingo antepasado ese discordante rumor llegó pleno y potente hasta el interior del teatro, gracias a una multitudinaria manifestación del Movimiento Ciudadano, cabalmente cumplidora en el asunto de las gorras, las camisetas, los numerosos autobuses para el acarreo, y el feroz sistema de sonido ululando a todo volumen. Si bien el ruido no fue catastrófico, sí impidió escuchar a plenitud el concierto de fin de temporada de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), bajo la batuta de su directora artística, Alondra de la Parra.

Hasta cierto punto alejada de los reflectores que le proporcionaba su mandato al frente de la recientemente desaparecida Orquesta Filarmónica de Las Américas, la directora tiene ante sí la tarea de revitalizar a un conjunto sinfónico que había pasado una temporada de incertidumbre e inestabilidad en lo artístico, y de reconectarlo con un público que en buena medida se había alejado de la orquesta. He aquí una compacta reseña de lo escuchado.

Sensemayá, de Silvestre Revueltas. Se nota que Alondra de la Parra ha estado trabajando arduamente sobre esta partitura con la intención de cuadrar su irregular patrón métrico frente a la necesidad de generar texturas orquestales claras, ajenas al mazacote que suele producirse en tantas y tantas versiones rutinarias de esta obra, a la que muchos directores y orquestas de México dan erróneamente por sabida. El resultado del trabajo es evidente: ahí está el pulso, firme y regular, y de su hipnótico vaivén surgen ciertos chispazos de color orquestal que apuntan con certeza al Revueltas estridentista.

Suite del ballet La bella durmiente, de Piotr Ilyich Chaikovski. Un acierto, sin duda, asumir aquí sin cortapisas el gran gesto romántico que esta música requiere. Tal línea de conducta permite percibir un mayor empaque y coherencia en los alientos y metales de la OFJ que en su sección de cuerdas. Otro acierto: un solo de arpa diáfano, potente y audaz a cargo de Guadalupe Corona en el Adagio de La bella durmiente.

Quinta Sinfonía, de Dmitri Shostakovich. De manera general, y sobre todo en el primer movimiento, se apreció la necesidad de pulir y lograr un sonido más homogéneo en algunas secciones, por ejemplo los cornos y las violas. En lo particular, bien trabajados y bien articulados los momentos de rubato que Shostakovich propone en la parte central del Allegretto, un movimiento que pudiera ser perfilado todavía con un poco más de sarcasmo e ironía. Bien trabajada, asimismo, la transición entre el delicado final del tercer movimiento y el brutal inicio del cuarto. A partir de ahí, una buena acumulación paulatina de energía para el desgarrador final de la obra. A título personal, prefiero una lectura un poco más expansiva (léase lenta) de estas atormentadas páginas de Shostakovich, que permitiría una mayor proyección del insistente alarido de angustia del compositor protagonizado por casi toda la orquesta por debajo del engañosamente triunfal coral de los metales. Aquí, Alondra de la Parra hizo un buen trabajo en mantener un insano (sí, dice insano y así debe ser) equilibrio entre estos dos potentes elementos conclusivos de esta obra maestra del repertorio sinfónico.

En lo general fue posible apreciar evidentes progresos tanto en la orquesta como en su directora artística. El alcance de tales progresos y el perfeccionamiento de lo perfectible dependerán, como siempre, de la continuidad, el rigor y la seriedad que se aplique al proyecto de desarrollo de la OFJ. Mala señal que al final del concierto un periodista local haya declarado que la base para la siguiente temporada debe ser el respeto al público, a la música, en el sentido de que se integren con buen gusto los programas y haya obras de repertorio.

Ojalá que tras la ambigüedad de las palabras respeto, buen gusto y repertorio no sea necesario entender entre líneas, respectivamente nada de música mexicana, nada de música contemporánea y sólo caballitos de batalla. Sería un gris futuro para la orquesta jalisciense.