na constante de los centros de estudio de Estados Unidos sobre seguridad nacional son los problemas de México. Nuestro país sólo les importa en función de sus propios intereses y por eventuales amenazas que a ellos supone. El problema de la explosiva criminalidad es por hoy, integrando en ella al narcotráfico, lo que más les preocupa.
Hace ya un largo año, julio de 2011, uno de sus más elevados centros de estudio militares produjo sobre ello un ensayo de gran calidad. No arroja ninguna novedad contundente. Lo significativo es su apego a las realidades, su pertinencia y conclusiones y sobre todo es que exista, cuando los múltiples centros de estudio nuestros han sido tan parcos sobre el tema.
Este tipo de ensayos formulados por expertos civiles y militares, con una visión de esa índole, tienen como destino al Pentágono, al Departamento de Estado y a la misma Casa Blanca respecto de las alternativas que para enfrentar ese problema tendrá el próximo gobierno mexicano. El Centro de Estudios para la Defensa Hemisférica (www.ndu.edu/chds/index) de la National Defense University, máxima organización académica militar de Estados Unidos, es uno de los más altos institutos que esta universidad acoge. Otros serían el US War College y Industrial College of the Armed Forces. Son verdaderamente la cumbre de la inteligencia de esas fuerzas armadas en su conjunto.
De manera sumaria, el ensayo discute la decisión del presidente Calderón de colocar en primera línea a las fuerzas armadas en el combate a organizaciones criminales con la amplia colaboración de Estados Unidos. Aseguran que es el mejor momento en la otrora inviable colaboración ejércitos-ejércitos en décadas. De aquí mismo que les surja la interrogante: ¿continuará este mismo nivel de colaboración con el próximo gobierno? La respuesta depende de una de las decisiones más críticas a nivel estratégico que el nuevo presidente adopte al llegar al cargo.
Desde la perspectiva de Estados Unidos es preferible la elección de México de una opción que favorezca la continuidad en la colaboración. Con honestidad, reconocen que la política estadunidense no ha demostrado ser indispensable para confrontar exitosamente el crimen internacional. Alertan que Estados Unidos está (julio de 2011) cada vez en una más escasa oportunidad de crear las condiciones que pudieran inducir las decisiones estratégicas de México que más les convengan.
El ensayo hecho por el centro condensa cuatro posibilidades que representan el rango en el que se darán las decisiones del nuevo presidente e incluyen: 1. Mantener el presente enfoque de la administración Calderón; 2. Confiar la confrontación con el crimen a las fuerzas institucionales de seguridad y justicia, advirtiendo que su fortalecimiento tomaría posiblemente cuatro años. 3. Adoptar una alternativa dirigida a reducir la cultura de irrespeto a la ley e impunidad a través de la transformación social. 4. Ajustar o negociar una relación con las organizaciones criminales.
Después de ser declarado presidente electo del siguiente gobierno de México, quien resulte deberá aclarar en términos prácticos cómo confrontará al crimen. Durante la campaña los cuatro candidatos fueron divagantes sobre la materia; sin embargo, la estrategia que se vaya a elegir caerá inevitablemente dentro del rango de las opciones descritas, cada una bajo diferentes consideraciones.
El ensayo declara con toda contundencia que desde el punto de vista de la política de Estados Unidos, el continuar y mejorar la colaboración establecida durante la administración de Calderón será la más deseable, (opciones 1 y 2). La opción tres significaría que México debe hacer su parte integrando el esfuerzo social al reforzar la cultura en favor del estado de derecho.
Si el gobierno elige la opción cuatro, y aquí el centro enseña los colmillos diciendo, EU se verá forzado a considerar la restricción de toda forma o función de cooperación incluyendo información e inteligencia
. Lamentan señalar que esta decisión nulificaría la colaboración ampliada a lo largo de muchos años.
Concluyen los analistas que en años recientes la mejoría entre las fuerzas de defensa de ambos países ha sido un indicador de los compromisos que ambas naciones asumen para combatir al crimen, y opinan que aquellos que en México se oponen a esta estrategia de colaboración no ayudan a su país a resolver el problema aunque en muchos aspectos, su crítica sea correcta. Alcanzar una estrategia estadunidense que se manifieste en un apoyo verdadero a México es también difícil por la necesidad de alcanzar consensos entre grupos de interés internos que no creen que los retos de México afecten a Estados Unidos. Así aseveran que la pluralidad de opiniones en ambas naciones resulta en el debilitamiento de los esfuerzos por alcanzar un apoyo efectivo.
Concluyen asegurando (otra vez julio de 2011) que Estados Unidos todavía tiene la oportunidad de influir en las condiciones en que México asumirá su próxima decisión estratégica y que ha llegado el tiempo de demostrar que las resoluciones estadunidenses en esta lucha coinciden con los intereses de los mexicanos.
El número dos del Departamento de Estado, Bill Burns, visitó nuestro país a finales de julio y se entrevistó con altas autoridades en sus comentarios públicos empleó las mismas argumentaciones. Nuestro gobierno permaneció mudo. Sin revelar profundos secretos en su discurso ni en el ensayo, es útil observar en qué nivel y con qué nivel se nos observa cuidadosamente. ¿Y nuestros estrategas?