a sido común referirnos al territorio que hoy constituye la Ciudad de México y la zona conurbada como el valle de México. En realidad es una cuenca que aloja cuatro valles: México, Cuautitlán, Apan y Pachuca. Algunos de ellos están separados por montañas como es el caso de los valles de México y Cuautitlán, que están divididos por la Sierra de Guadalupe; a su vez este último y el valle de Apan tienen entre ellos a la sierra de Patlachique; y entre Apan y el valle de Pachuca se yergue la sierra de Chichicuautla. Estas sierras que los dividen nunca cierran los valles por completo, no obstante que guardan pequeñas montañas como la mencionada Sierra de Guadalupe en el valle de México.
Este sistema montañoso según los especialistas comenzó a formarse en el Eoceno, cuando el territorio que ahora llamamos México emergió del mar y se inició un vigoroso proceso volcánico y tectónico. Este habría de conformar al paso de los siglos esa prodigiosa cuenca que se alimentaba por el agua de 45 ríos, 14 de ellos perennes, que bajaban de las sierras que la rodeaban. Esto aunado a múltiples manantiales y la abundante agua de lluvia dieron lugar a la formación de cinco lagos: Texcoco, Xochimilco, Chalco, Zumpango y Xaltocan.
Este entorno creo las condiciones ideales para el desarrollo de toda clase de vida animal y vegetal. Estiman los especialistas que los primeros seres humanos llegaron a la cuenca alrededor del 6000 antes de Cristo. Eran poblaciones seminómadas, que subsistian fundamentalmente de los recursos que les ofrecían los lagos y bosques que los rodeaban, ya que todavía no se había implementado la agricultura.
La vegetación de tulares, junquillos, espadañas y otras plantas de lagunas bajas, eran refugio seguro para aves migratorias y permanentes y en las aguas convivían peces de distintas especies, ranas, ajolotes, tortugas e insectos. En las regiones montañosas habitaban decenas de especies animales y la abundante flora incluía muchas especies comestibles, entre las que se pueden destacar una amplia variedad de hongos. Gran parte de esta riqueza se ha perdido comenzando por los lagos; los ríos que los alimentaban en su mayoría se extinguieron y los que sobreviven, como hemos comentado, se entuban con las aguas negras y se sacan de la ciudad.
Esa brutal agresión al medio lacustre terminó con inumerables especies vegetales y animales. De estos últimos se va a hablar en el Noveno Encuentro de Cronistas del Sur cuyo tema este año es Los animales en la vida económica, social y cultural de los pueblos, haciendas y ranchos del sur de la ciudad de México 1550-1960
. El evento tendrá lugar del 15 al 17 de este mes en La Casa del Virrey de Mendoza, que está situada en Juárez 15, esquina Victoria, en el corazón de Tlalpan. El encuentro se da en el contexto de las fiestas de San Agustín de las Cuevas, de muy añeja tradición. En el siglo XIX el nefasto presidente Santa Anna quien era muy aficionado al juego, no se perdía esas fiestas para jugar a los gallos y los naipes.
Al finalizar nuestra participación en el Encuentro seguro iremos a La Casa de Juan. La antigua casona que aloja este sitio en que se come sabroso, hay arte, presentaciones de libros y música, se encuentra en la Plaza de la Constitución No 5, en el centro de Tlalpan. Por la mañana puede saborear un rico desayuno en el patio, admirando las lindas celosías de ladrillo que evocan el medio oriente y las macetas cuajadas de flores. Si va en la noche con suerte y le toca escuchar al piano a Salvador Padilla, cronista de la demarcación y entusiasta organizador del Encuentro. Para este clima medio caluroso voy a pedir las enchiladas de la casa, acompañadas del tinto de verano, un buen vinillo que selecciona el gentil dueño Octavio Nuñez, quien aquí nació. En este lugar vivió un tiempo el pintor Francisco Toledo; una puerta conserva un boceto que dibujo en ella. El nombre de la casona tiene su leyenda... pregúntele a Juan.