ay una tendencia creciente de desconfianza y rechazo de la opinión europea hacia la forma en que se ha manejado la crisis del euro, en apariencia interminable. Se manifiesta desde la aguerrida resistencia a la austeridad en las calles de Madrid o Atenas hasta el vigoroso debate de ideas acerca de otras opciones, que rebasa con mucho los marcos estrechos de las cuestiones monetarias y financieras. En agudo contraste, las decisiones y acciones formales de autoridades e instituciones de la eurozona y sus integrantes siguen orientadas a responder a cuestiones que parecen de plazo cada vez más corto y alcance más y más limitado. Quizá tal resulte ser también el caso del conjunto de decisiones adoptadas el 6 de septiembre por el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo –con una etiqueta novedosa: transacciones monetarias directas– a propuesta de su presidente, Mario Draghi, visto ahora –excepto en Alemania, por supuesto– como el eurohéroe.
A finales de agosto la eurozona vivió uno más de esos momentos que han sido considerados, uno tras otro, definitorios: coincidieron diversos hechos y declaraciones que tuvieron como protagonistas, en ese particular punto, a los jefes de gobierno de Italia y Alemania y como interlocutor indirecto al presidente del BCE. En Berlín, los primeros ministros no consiguieron destrabar el fortalecimiento del Mecanismo Europeo de Estabilización (MEE), dotado ya de mayores recursos pero considerado insuficiente ante la magnitud de las demandas de apoyo financiero de los países más vulnerables de la eurozona.
Se discute, como se sabe, dotar al MEE de un estatus similar al de las instituciones bancarias, que le permitiría obtener créditos del BCE e incluso emitir bonos que servirían como garantía colateral de los créditos que recibiera del banco. Se evitaría así que los países comprometiesen directamente mayores recursos para el MEE, evitando los engorrosos requisitos nacionales de autorización, que han entorpecido y demorado anteriores ampliaciones. La idea, hasta ahora, no ha sido aprobada por Alemania, que tampoco coincide con un instrumento alternativo, favorecido por el BCE: la adquisición por el BCE de bonos soberanos emitidos por los países europeos endeudados para abatir el costo de sus créditos. A principios de septiembre parecía haberse llegado, otra vez, a un callejón sin salida.
Por ello fue muy tenso el ambiente para la reunión del Consejo de Gobierno del BCE el 6 de septiembre, alrededor de la cual se había creado una gigantesca expectativa. Tras los desencuentros entre los líderes políticos –manifiestos o disimulados– se entronizó al presidente del BCE como la figura que puede tener la clave para desterrar la incertidumbre y encontrar una salida a la crisis del euro, en otras palabras, como el menos inverosímil de los posibles eurohéroes.
Al término de la reunión del consejo, Draghi anunció las modalidades de una novedosa forma de operación del BCE: las transacciones monetarias directas (TMD) en los mercados secundarios de bonos soberanos de la zona del euro. (El portal del banco –ecb.int– ofrece la documentación del caso.) Resultó evidente que la adopción de sus principales modalidades o características obedeció a propósitos específicos o, en otras palabras, a la necesidad de complacer o responder a las preocupaciones de destinatarios determinados. Cuatro instancias:
1. Como se trataba de imbuir confianza en los mercados financieros y, en lo inmediato, abatir el costo del endeudamiento de los países más afectados de la eurozona, se decidió no establecer límites cuantitativos ex ante a los montos de bonos soberanos que el BCE podrá adquirir a través de las TMD, si bien se preferirán los instrumentos con vencimiento de uno a tres años
. El BCE, se señaló en las primeras apreciaciones, tiene bolsillos muy profundos
porque puede crear, vía emisión de moneda, todos los recursos que resulten necesarios.
2. Para satisfacer los temores de que las TMD relajen las disciplinas exigidas a los emisores de deuda soberana y sus compromisos en materia de consolidación fiscal, es decir, de austeridad y ajuste recesivo, se les sujetó a una condicionalidad estricta y efectiva
, diseñada y supervisada por las autoridades europeas y reforzada por el FMI; la continuidad de las TMD dependerá del cumplimiento de esa condicionalidad y el Consejo de Gobierno del BCE decidirá libremente sobre su inicio, mantenimiento o suspensión, sin apenas escuchar la posición de los países implicados.
3. Para evitar objeciones de las instituciones financieras privadas, el BCE renunció a su privilegio de acreedor preferente, aceptando igualdad de trato con acreedores privados respecto de las obligaciones derivadas de las TMD.
4. Asimismo, para eliminar todo riesgo de generar presiones inflacionarias y evitar una oposición más extremada del Bundesbank, se anunció que la liquidez creada a través de las TMD será completamente esterilizada
.
En la conferencia de prensa de 6 de septiembre, Draghi subrayó que las TMD permitirán hacer frente a las severas distorsiones que se advierten en los mercados de bonos gubernamentales, derivadas, entre otras causas, de los temores de algunos inversionistas sobre la reversibilidad del euro. Agregó: Actuamos dentro de los límites estrictos de nuestro mandato de mantener la estabilidad de precios a mediano plazo; actuamos de manera independiente en la determinación de la política monetaria; el euro es irreversible
. El eurohéroe del momento respondió así a quienes lo acusaron de abandonar o rebasar el mandato del banco; de aceptar los dictados de algunos gobiernos, en especial el de Alemania, y de no hacer lo necesario, como había prometido, para defender la moneda única.
Los mercados tuvieron una reacción inmediata positiva. Diversos analistas subrayaron algunas falencias del nuevo instrumento. Si buen puede contribuir a abatir los costos de las futuras emisiones de deuda de corto plazo de los países más afectados de la zona del euro, debido a la estricta condicionalidad que impone, supondrá restricciones adicionales a la actividad económica en momentos en que la eurozona se encuentra ya, de hecho, en recesión.
En no pocos análisis y comentarios se estima que, más temprano que tarde, las TMD se sumarán a la gama de instrumentos fallidos con los que se ha querido responder, sin éxito, a la crisis del euro.