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Rechazo mayoritario en Europa al duro Tratado de Maastricht

Plebiscito contra el neoliberalismo, pedirán franceses el 30 de este mes

Ese pacto presupuestal es criminal, afirma el economista Joseph Stiglitz

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 14 de septiembre de 2012, p. 38

Marsella, 13 de septiembre. El próximo 30 de septiembre, París será el escenario de una gran manifestación nacional en contra de una Europa de la austeridad. Veinte años después del Tratado de Maastricht que apegó la construccion de la sociedad europea a la doctrina neoliberal, los franceses reclamarán un nuevo plebiscito para manifestar su oposición a las políticas económicas de austeridad. Rechazarán así el Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y Gobierno, comúnmente llamado pacto presupuestal, acordado en marzo de 2012 por 25 de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE). Ese tratado debe entrar en vigor el primero de enero de 2013.

El pacto, que fungirá como un mecanismo para la convergencia de la unión económica y monetaria de los países de la UE, está considerado por la mayoría de los economistas y políticos de izquierda, y aun dentro del Partido Socialista del presidente François Hollande, como absurdo e inútil para resolver la crisis actual, y hasta criminal para Joseph Stiglitz, ex economista del Banco Mundial.

François Hollande no quiere el voto popular, provocando malestar dentro de sus propias filas. Sólo quiere que el Parlamento ratifique rápidamente el texto negociado por su predecesor, Nicolas Sarkozy. Sin embargo, durante su campaña electoral, había afirmado que lograría renegociarlo con Angela Merkel, en particular sobre el papel y funcionamiento del Banco Central Europeo (BCE, creado por el Tratado de Maastricht, que sólo presta a los bancos privados que, después, prestan a los estados con tasas de usurero). Apenas logró que se incorporaran algunas mínimas medidas con un ridículo pacto de crecimiento: 120 millones de euros, menos de uno por ciento del producto interno bruto europeo, cuando el BCE prestó, en dos meses, a los bancos privados un billón a uno por ciento sobre tres años. Si se aprueba, ese nuevo tratado va a mantener y desarrollar las políticas neoliberales en vigor desde hace décadas en Europa, y responsables de la crisis en la que está sumergida la zona euro. Además, restará poder a los parlamentos nacionales, dejando a los organismos no electos el cuidado de organizar los presupuestos de los diversos países.

En 2005, los franceses fueron llamados a expresarse, por vía de plebiscito, sobre una Constitución europea y la rechazaron. Pero, en 2008, el presidente Sarkozy decidió ignorar el voto de la mayoría e hizo adoptar el Tratado de Lisboa, y la Constitución, por el Parlamento. Desde hace 20 años, Europa, con liderazgo franco-alemán, se construye sirviendo un modelo económico, el liberalismo, a favor de la especulación y de los mercados financieros. La imposición para los estados de contener su déficit estructural en menos de 0.5 por ciento va a obligarlos a más recortes en el gasto del sector público, cuando se requiere urgentemente renovarlo y desarrollarlo (el sector salud francés, por ejemplo, tan alabado y codiciado, está en una situación trágica de bancarrota y de entrega total al sector privado), y será un freno para salir de la crisis social y ecológica que hoy golpea a Grecia, Portugal y Espana, y mañana ha de llegar a Francia y Alemania.

Esos programas de ajuste estructural que han conocido las naciones de América Latina antes que Europa aminoran la protección social y agravan la desigualdad, golpeando principalmente a los jóvenes, las mujeres, las clases populares, los migrantes, los empleados precarios... Detener el crecimiento está llevando a Europa a la catástrofe, a una depresión económica, ecológica y cultural jamás vista desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Dentro de las sociedades europeas, la crisis también se manifiesta por el auge de movimientos extremistas y xenófobos, cuando se necesita más democracia y solidaridad para que no explote la zona euro totalmente atada a los mercados financieros.

Hoy, frente a otro tratado, más absurdo y antidemocrático aún, una mayoría de franceses reclama un referendo popular porque, en su mayoría, son muy favorables a la construcción europea. Existe, sobre todo entre las nuevas generaciones, una real cultura europea.

El debate está muy abierto. La lucha para una Europa social, ecologista y democrática no es sólo de la izquierda llamada radical. Dentro del mismo Partido Socialista, voces se levantan para rechazar la política de austeridad que provoca más austeridad y desesperanza. Las hay también en sectores de la derecha y en el movimiento ecologista. Es la razón por la cual la expresión del voto popular parece ser, más que nunca, la única vía para imponer un giro a la actual dirección del país, sea o no socialista, para que no se hunda en una violencia incontrolable.