l domingo pasado por enésima vez se colmó el Zócalo de seguidores del dirigente político Andrés Manuel López Obrador y del Movimiento Reconstrucción Nacional, conocido como Morena; en ese acto, recibida con aplausos, el dirigente presentó la propuesta de impulsar una organización política nueva, se deslindó de los partidos de izquierda de los que fue candidato y exaltó el valor social y ético de la resistencia civil pacífica.
Con su discurso, puso a penar a todo mundo; quienes llegaron a cargos populares: diputados, senadores, delegados, gobernadores y otros, bajo el manto protector de la candidatura presidencial, que alcanzó la votación más alta que ha tenido la izquierda en México, tendrán que definir su militancia partidista o bien reconocer a quien más allá de los partidos, ha encabezado una lucha contra el sistema y sus atropellos.
Para estos flamantes o inminentes funcionarios públicos, el dilema tiene sus bemoles y requerirá una reflexión sincera para decidir ante la disyuntiva planteada por el dirigente; quienes no están en la tesitura de ser servidores públicos, pero que participaron desde una militancia partidista, tendrán también que escoger entre Morena y alguno de los partidos de izquierda de los que ahora forman parte.
Otros más, dentro de los que me encuentro, que no somos ni funcionarios públicos electos en la campaña y con los votos del lopezobradorismo, ni tampoco militantes de partido alguno, la decisión será más fácil de tomar, pero no menos importante; conozco la vida interna de los partidos y sé la cantidad de tiempo y esfuerzo que esa vida exige. En realidad, ninguno de los que, de diferentes maneras, hemos participado en el Movimiento Regeneración Nacional, quedaremos fuera de la obligación de meditar muy bien, primero, si es mejor optar por un partido o bien continuar con la figura de movimiento amplio; enseguida, tendremos que decidir en qué nivel y con qué intensidad queremos y podemos participar en la nueva aventura política.
Otro tema sobre el que el inteligente discurso de López Obrador nos pone a pensar radica en su propuesta sobre la vía pacífica como la única transitable y la exaltación de la llamada desobediencia civil, concepto genérico que abarca innumerables posibilidades de acciones y omisiones sociales, con efectos políticos de dimensiones y densidades variables como recomendable; imaginar estas formas valientes y pacíficas de hacer política es una tarea que el dirigente nos encomienda.
En temprana respuesta, un grupo que ha tenido presencia y constancia en esta larga lucha en defensa de la dignidad nacional y la economía popular, Buzón Ciudadano, colectivo independiente que se reúne en el parque público de la colonia Postal, propone ya una primera acción de resistencia o desobediencia civil digna de apoyarse.
Plantea el grupo la necesidad de corregir la historia desde las calles, recuperando la dignidad de los mexicanos
. Consideran que una forma de acción positiva será corregir las placas de las calles, avenidas y plazas que lleven el nombre de personajes reprobados por la opinión pública, para sustituirlas por denominaciones que recuerden a ciudadanos reconocidos y respetados.
La propuesta, cuyo impulsor es Antonio Villegas, además de elevar la moral de los ciudadanos, que ya no tendrán que dar como su domicilio, por ejemplo, la colonia Díaz Ordaz o la avenida Luis Echeverría, constituye un primer ensayo de acción digna y positiva de la ciudadanía frente a los caprichos de los gobernantes y puede ser un primer entrenamiento para actividades futuras de mayor significación, que requerirán imaginación para su preparación y valor para su implementación.
Aprovecho para felicitar al director de La Jornada Semanal, escritor y poeta Hugo Gutiérrez Vega, por su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, pronosticándole que su nombre muy bien puede lucir pronto en alguna placa de las calles o plazas rescatadas por los ciudadanos.