a voz brava es una hoja de papel periódico impresa y tamaño oficio, fechada en Brava, Brava, que me llega a veces por correo postal doblada en tres y metida en un sobre largo color crema y rotulado a mano, sin remitente pero con timbre sellado. En un principio pensé que se trataba de algún tipo de propaganda, pero no me he topado con nadie todavía que también la reciba, de modo que creo que debo advertir que ignoro quién me la manda, por qué a mí y con qué fin. Pero me interesa, por la diversidad de lo que en curiosas síntesis recoge de la actualidad de aquí y de allá, aun cuando la información siempre suena ubicua y atemporal, y sobre todo por una columna, hasta abajo en la parte de atrás, la única con título y firmada, por Clarisa Landázuri.
En la foja que recibí ayer, por ejemplo, esta columna se titula Escribir sobre mí misma, un tenso comentario, indeterminable entre exoneración de una misteriosa culpa o una más bien presuntuosa, sin duda inconveniente y seguramente gratuita declaración de principios. (La reacción que suscita es: Muy bien, pero ¿a quién le importa?)
Así que lo mejor será que la transcriba en palabras de la propia Clarisa Landázuri.
“El director de un instituto de altos estudios teórico-prácticos de defensa personal, amigo de infancia de uno de mis tíos, pero que ha mantenido el interés en mi familia a pesar de que el tío que lo unía a nosotros murió tiempo atrás, me propuso un homenaje singular. Que un par de sus maestros más avanzados me hiciera una entrevista pública alrededor de una novela mía que por estos días celebra su aniversario XXV como libro vivo, o reimpreso, reeditado, traducido y siempre en librerías.
Aunque en principio intimidada, tener que informar a mis entrevistadores quién soy y en qué consiste la literatura que yo hago, me animó. Dirigirme a un entrevistador cautivo, profesionista o practicante de un área de conocimiento y desempeño por completo diferentes de las mías, pero alguien que con razón no me conoce ni tiene por qué, y que sin embargo yo quiero y necesito que sepa de mí lo imprescindible para que la entrevista que le comisionaron hacerme no sea un diálogo de sordos, me pareció una buena oportunidad para presentarme tan al desnudo como me atreviera a hacerlo, siempre que no me saliera de mis principios literarios, o decir la verdad de una manera quizá chocante y mañosa pero que en todo caso despertara el interés y fuera entretenida para el lector.
Durante más de un mes trabajé el texto que resultó en una treintena de cuartillas y que titulé Mis libros y yo. A lo largo de horas sin interrupción o en minutos aislados, semana tras semana, pulí las páginas en forma y contenido. Me documenté con información ya existente sobre mí, que precisé y amplié. Pero lo que diferenció el resultado final de las muestras anteriores fue un principio, en apariencia tan simple y obvio que no habría para qué establecerlo, pero en realidad tan inusual y turbulento que lo que me rigió mientras desarrollé el asunto fue la incertidumbre y la sensación de estar equivocada, lo que supongo que acompaña a toda respuesta que se tiene ante un riesgo, el tanteo escalofriante que se experimenta frente a lo desconocido.
En ningún momento de mi trabajo se silenció dentro de mí ninguno de los muy arraigados mandatos de la razón y la buena educación con los que me formé, esas órdenes que aconsejan ser discreto y prudente en toda ocasión, sólo que, a pesar de mí, se les impuso y los fue venciendo una fuerza más intensa, que me impulsó a seguir adelante con temeridad y hasta el final, así mi texto quebrantara toda expectativa y me reflejara como una persona sin recato, por decir lo menos, vanidosa y desmedida.
Completé una semblanza de mí, entresaqué de sus fuentes lo que se ha comentado sobre mis libros, incluí al final una entrevista impresa reciente que me hicieron y mandé el resultado a la coordinadora del acto en el que los dos maestros me entrevistarán en un cuadrilátero sobre mi novela. La conversación se conducirá desde el punto de vista de la disciplina de los entrevistadores, con sus herramientas y su interpretación particular.
No he previsto cómo se va a desarrollar el encuentro ni qué efecto podrá tener, pero sé que gracias a Mis libros y yo de ahora en adelante no haré ni siquiera ficción de mí sino en primera persona del singular, porque existo y tengo algo que decir.”