n estos días, se están llevando a cabo diversas actividades para recordar la figura y la música de Eduardo Mata (1942-1995) en el 70 aniversario de su nacimiento. Es evidente que cualquier esfuerzo tendiente a reconectarnos con este espíritu musical y humano singular e irremplazable es bienvenido; sin embargo, es evidente también que algunos medios son mejores que otros para lograrlo.
No, no está mal para nada que se hable a profundidad de Eduardo Mata, su trayectoria y su carrera, pero no está del todo bien que algunos de los hablantes hayan aprovechado la ocasión para divagar interminablemente o para llevar agua a sus propios y personales molinos.
Creo, finalmente, que el mejor acercamiento posible al legado de Mata es la audición atenta de su música. Esto, que debiera ser para nosotros un asunto natural y fluido, es particularmente difícil debido a carencias y obstáculos típicos de nuestro medio.
Por un lado, la música escrita por Mata brilla por su ausencia en las programaciones sinfónicas y de cámara de nuestras orquestas y ensambles, salvo con motivo de efeméride como la actual.
Por el otro, una parte sustancial de la admirable discografía que nos legó, está descatalogada o es inconseguible, además de que varias de las grabaciones que realizó en la época del rústico LP no han sido digitalizadas.
Es incomprensible, por ejemplo, que los discos que grabó para la colección Música Nueva de la serie Voz Viva de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no hayan sido objeto de una cuidadosa redición digital; después de todo, la huella más profunda que Mata dejó entre nosotros sigue indeleblemente impresa, precisamente, en la Orquesta Filarmónica de la UNAM, en la Sala Nezahualcóyotl y en aquel público universitario conocedor y exigente que creó a fuerza de pasión y batuta.
Por lo pronto, quienes se animen a acercarse a las escasas muestras de su trabajo compositivo que están grabadas, descubrirán a un compositor de una inteligencia poco común.
Así como logró en su Sinfonía Romántica un impecable ejercicio de estilo (encargo del Taller de Composición de Carlos Chávez) que sabe y suena 100 por ciento a Brahms, en su Sinfonía No. 3 y en las Improvisaciones No. 2 para dos pianos y cuerdas, trabajos de índole totalmente personal, se muestra como un creador de gran lucidez, ajeno por completo a cualquier ismo complaciente, y con un manejo sólido y seguro de los lenguajes musicales que marcaron la década de los 60, época de la que datan estas partituras.
Al retirarse Eduardo Mata de la dirección artística de la Orquesta Sinfónica de Dallas en 1993, afirmó con claridad meridiana y contundente que su intención primordial era la de retomar con ahínco la incipiente labor de composición que hubo de dejar trunca debido al crecimiento explosivo de su carrera como director de orquesta. No pudo ser, y a juzgar por las contadas partituras suyas que se han dado a conocer, no cabe duda de que nos perdimos de un compositor que sin duda pudo llegar tan lejos como el director.
Por lo pronto, he aquí algunos datos duros que permitirán a los interesados (ojalá que sean muchos) acercarse de primera mano a la música creada por Eduardo Mata.
Los días miércoles 12 y martes 18 de este mes, el conocedor y apasionado melómano y divulgador que es Theo Hernández conducirá sendas sesiones de escucha sobre la herencia sonora de Mata en la Fonoteca Nacional, con la presencia de importantes músicos que fueron colaboradores cercanos del director y compositor homenajeado.
El sábado 29 y el domingo 30 de septiembre, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) interpretará la Sinfonía No. 1, Clásica, habiendo interpretado el pasado fin de semana la Sinfonía No. 2, Romántica.
Más adelante, los días 19 y 21 de octubre, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Gabriela Díaz-Alatriste, hará los Aires sobre un tema del siglo XVI.
Finalmente, el 24 y el 25 de noviembre, José Areán estará de nuevo al frente de la Filarmónica de la Ciudad de México para interpretar la Sinfonía No. 3 para alientos y corno obbligato.
La convocatoria a asistir a estas sesiones es ciertamente enfática, en el entendido de que es muy probable que pase mucho tiempo antes de que las composiciones de Eduardo Mata vuelvan a sonar en nuestras salas de conciertos.