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Enrique Peña y el factor Naranjo
E

l ex policía colombiano Óscar Naranjo está nervioso. Formó parte del círculo íntimo del ex presidente Álvaro Uribe y se sabe vulnerable. Como tantas veces antes en la historia de América Latina, el imperio deslastra. Usa a sus hijos de puta (Delano Roosevelt dixit) y cuando ya no les sirven los arroja a los leones. La telaraña mafiosa-delincuencial que construyó Uribe para catapultarse a la presidencia de Colombia, y manejar el gobierno con mano de hierro durante dos mandatos, hace agua. Las confesiones de capos del narcoparamilitarismo salpican a Uribe y a Naranjo. Y lo que es peor: las declaraciones en una corte estadunidense de un ex funcionario público de la misma entraña presidencial, el ex general de policía Mauricio Santoyo, jefe de seguridad de Uribe entre 2002 y 2006, enloda a ambos, y si enciende el ventilador podría terminar con la fábula de Naranjo como el mejor policía del mundo.

Con el paso del tiempo surgen nuevos datos que apuntalan los nexos non sanctos del consultor externo de Enrique Peña Nieto en materia de seguridad. En particular, aquellos que señalan a Óscar Naranjo como protector del cártel del Norte del Valle –a través de un subordinado, el coronel de la policía Danilo González, convenientemente asesinado–, y de éstos con los jefes paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), entre ellos Salvatore Mancuso, Carlos Castaño, Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40, y Hernando Gómez Bustamante, Rasguño, quien inició su relación con el James Bond criollo a comienzos de los años 90, cuando ambos estaban afiliados a Los Pepes, el grupo paramilitar creado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Bloque de Búsqueda de la Policía Nacional para exterminar a los socios y familiares de Pablo Escobar Gaviria. Según el ex agente de la DEA Baruch Vega, Naranjo y su ex jefe en la Policía Nacional, Rosso José Serrano, formaban parte de la cúpula del cártel de los Diablos (Norte del Valle), junto con González, Castaño, Gómez Bustamante, Wilmer Varela, Diego Montoya y el ex jefe policial Leonardo Gallego.

En abril pasado, llamó la atención la renuncia de Óscar Naranjo a la dirección de la Policía Nacional, cuando se hallaba en la cúspide de su carrera. No dio mayores explicaciones. La razón podría estar en el juicio que se le seguía en la corte del distrito sur de Florida, en Miami, al extraditado Diego Montoya, donde salió a relucir una presunta reunión de Naranjo con miembros del cártel del Norte del Valle en el hotel Capital de Bogotá, y una supuesta alianza del entonces coronel de la Policía Nacional con Wilmer Varela en la guerra contra los Montoya (caso 99-804-CR-Altonaga).

Otra explicación sobre la dimisión de Naranjo podría estar en el juicio por delitos relacionados con el narcotráfico que se sigue al ex general retirado de la Policía Nacional Mauricio Santoyo en una corte de Alexandria, en el estado de Virginia, Estados Unidos. El ex oficial fue acusado por paramilitares extraditados, como Juan Carlos Sierra, alias El Tuso, y por un ex policía de alto rango que colabora con la justicia de EU, identificado como Nico. El caso tiene que ver con posibles actos criminales de Santoyo en alianza con la Oficina de Cobro de Envigado (estructura criminal que sobrevivió a Pablo Escobar y a la desmovilización de paramilitares en 2003), cuando era comandada por Diego Fernando Murillo, Don Berna.

El 24 de mayo, el jurado investigador acusó a Santoyo de haber recibido sobornos a cambio de dar información de inteligencia a las principales bandas delincuenciales de Colombia sobre las indagaciones de autoridades estadunidenses, británicas y colombianas. También fue acusado de conspirar para exportar cocaína a Estados Unidos en unión con jefes de las AUC. El caso quedó en manos del fiscal del estado de Virginia Neil MacBride, seleccionado por el gobierno de Barack Obama para llevar los procesos más delicados. Pero cuando el fiscal se aprestaba a acudir ante la Corte para formular cargos por narcotráfico contra Santoyo, se le ordenó sellar el caso como secreto para no afectar las relaciones diplomáticas entre Washington y Bogotá. MacBride habría negociado con la defensa de Santoyo quitar los cargos de narcotráfico a cambio de que el ex oficial delatara, entre otros, a tres generales de la Policía Nacional.

Santoyo fue elevado a general brigadier en 2007 por una comisión del Senado. Los congresistas que le dieron la bendición dicen ahora que el ascenso fue responsabilidad del presidente Uribe, de su ministro de Defensa Juan Manuel Santos y del ex director de la Policía, Óscar Naranjo. El asunto se complicó porque Santoyo fue promovido al generalato no obstante tener una investigación disciplinaria de la procuraduría, que lo había destituido en 2003 por estar implicado en una operación clandestina de mil 499 escuchas ilegales (chuzadas) a miembros de la ONG Asfades, en Medellín, entre 1996 y 1999.

En agosto pasado, el presidente de la red de Veedurías Ciudadanas, Pablo Bustos, radicó ante la Fiscalía General y la Corte Suprema de Justicia de Colombia una denuncia penal por los delitos de falsedad ideológica en documento público, prevaricato por omisión y concierto para delinquir contra el ex director de la Policía Nacional, Óscar Naranjo, y la ex ministra de Defensa, Martha Lucía Ramírez, por su participación en el ascenso de Santoyo. Según Bustos, Naranjo estaba preparando a Santoyo para que lo sucediera y por eso lo promovió a general.

Santoyo, Don Berna y la DEA conocen el oscuro historial de Naranjo. Para Baruch Vega, al mejor policía del mundo no le quedó más alternativa que cooperar con Washington y convertirse en informante de la comunidad de inteligencia, además de encubrir la falsa guerra a las drogas administrada por Estados Unidos y supervisar las negociaciones del próximo gobierno de Enrique Peña con las bandas criminales. Según Vega, en México, Óscar Naranjo “será una posición del cártel de Sinaloa, no del gobierno”.