l lunes pasado fue un día de recompensas singulares para quien esto escribe y quiero compartirlo con mis lectores. Ese día en la mañana apareció a plana entera en este diario una magnífica entrevista que me hizo Arturo Jiménez para la sección cultura con motivo de mi reciente libro, y por otro lado Carmen Aristegui, con gran calidez humana, habló también de dicho texto y puso a cuadro su portada al tiempo que hacía algunos comentarios positivos. Más tarde, al filo de las 18:00 horas, y gracias a la dirección de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, que facilitó el acto y las instalaciones necesarias, el mismo libro mencionado se presentó con un magnífico elenco de comentaristas, a saber: Bernardo Bátiz, Angélica Cuéllar, Eduardo Huchim, Andrés Manuel López Obrador y Martha Singer. Fue, a pesar de tratarse de un tema político y polémico, un acto académico de primer nivel en un auditorio cuyo cupo fue más que rebasado, al extremo de hacer necesarias bocinas y pantallas en su exterior para una gran cantidad de estudiantes y de público en general. Mi agradecimiento a todos ellos.
El título del libro es Poder y elecciones en México (Orfila, 2012), y tuve la fortuna de contar con la colaboración de mi ayudante de investigación Gibrán Ramírez. Aunque sin duda habrá otros en el futuro sobre el proceso electoral de 2011-2012, tanto Gibrán como yo y la editorial estamos muy contentos de haber publicado el primero sobre el tema, 17 días después de que entregué el manuscrito
(¿habrá todavía manuscritos?) en su versión final. Salió con buena estrella y confío en que sea un texto de consulta no sólo para especialistas, sino para todos los interesados en el tema político-electoral de nuestro país.
Como señalo en la introducción, este libro es y no es de coyuntura. Es un libro de reflexión y análisis de varios de los temas político-electorales que han estado a debate en los años recientes y de lo ocurrido en el proceso electoral en México a lo largo de 2011 y 2012. Después de las elecciones de 2006, que provocaron grandes controversias e interés, se hicieron reformas a la Constitución y al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) y los partidos políticos se fueron preparando para la sucesión presidencial. Por un lado, los priístas se reconstruyeron con el inocultable ánimo de recuperar el poder institucional que habían perdido en 2000, y por otro lado el ex candidato presidencial López Obrador inició un proceso de acumulación de fuerzas con la obvia intención de volver a postularse en 2012. Los panistas se mantuvieron más o menos inmóviles, quizá pensando que el trabajo político ya lo estaba haciendo Felipe Calderón desde Los Pinos. Esta creencia les resultó cara y, si acaso apostaron al éxito que decía tener Calderón, perdieron.
En él se examinan el papel de los partidos políticos, el debate sobre los mal llamados candidatos independientes o ciudadanos, la abstención y el voto nulo, las inconsecuencias jurídicas de las precampañas, intercampañas y campañas, los candidatos, lo que hicieron y dejaron de hacer, el papel de las encuestas y de los medios sobre todo electrónicos, los resultados y las impugnaciones. Y a lo largo del texto se pone de manifiesto la sombra-realidad del poder en sus más crudas expresiones para controlar los procesos electorales y evitar que la oposición pueda disputarle su hegemonía y restarle privilegios. No se pasa por alto, por lo mismo, los sesgados y parciales papeles que jugaron tanto el IFE como el Tribunal Electoral, ambos al servicio de quienes, en arreglos opacos, los pusieron en donde están con sueldos que envidiarían los gobernantes de varios países.
Sobra decir que este libro se investigó y se escribió conforme transcurría el proceso electoral desde el año pasado, siguiendo la prensa diaria, tomando notas, seleccionando información, sintetizándola, quitando la paja y resaltando lo que a mi juicio era lo principal. Fue un trabajo absorbente en lucha permanente contra el tiempo, pero valió la pena, pues no por hacerlo rápido se abandonó el rigor científico expresado, en la medida de lo posible, de la forma más sencilla que el tema lo permite.
El recuerdo de C. Wright Mills me acompaña siempre que escribo, en la medida de mis aptitudes, para mis lectores. Me refiero a su viejo y casi olvidado libro La imaginación sociológica y a su crítica de la gran teoría
(El sistema social) de Talcott Parsons. En ese libro Mills toma grandes parrafadas de Parsons y los sintetiza en unas cuantas líneas, demostrando así que lo difícil se puede decir fácilmente sin que pierda su esencia ni la búsqueda de explicaciones de la realidad concreta. Lo que las personas necesitan, nos diría Mills, no es sólo información, sino una cualidad mental que les ayude a usar la información y a desarrollar la razón para conseguir recapitulaciones lúcidas de lo que ocurre en el mundo, en la realidad que los rodea y de la que forman parte. Mills critica, además, la fetichización de los conceptos sugiriendo la importancia de las explicaciones. El mismo Parsons, hay que decirlo, fue haciendo cada vez más accesibles sus textos, conforme avanzaba en edad y experiencia, pero nunca dejó de ser un conservador, lo que también debe ser señalado. No fue el caso de Mills y, sin compararme con él, el mío tampoco. Con Marx sigo pensando que lo importante no es sólo interpretar el mundo, sino dar elementos para su transformación.
En fin, con la grata sensación de haber cumplido una tarea más en mi campo profesional y académico, me someto una vez más a la crítica de mis lectores, amigos y colegas.