Jóvenes, futuro incierto
30 años de neoliberalismo
Orozco en la ALDF
ue una llamada telefónica al programa Discrepancias, de Radio UNAM, que nos toca conducir los martes, la que cimbró el ánimo de todos los que estábamos en el estudio, porque con muy pocas palabras una dama de Nezahualcóyotl resumió toda la tragedia que vive la juventud del país, y por ello nos hemos permitido reproducirla:
“Una muchacha de 17 años murió por intoxicación de drogas; otra, de la misma edad, se rompió el cráneo al viajar en una motocicleta a alta velocidad; uno más, igual de 17, está recluido en una cárcel acusado de homicidio; otra, con los mismos años, es madre soltera –su primer hijo lo tuvo a los 15–, y uno más con el mismo trecho de vida falleció. Hace un lustro todos tenían 12 años, y todos eran mis alumnos”.
La llamada la firmó la maestra Cristina, y aunque la reproducción de sus palabras no es exacta, en síntesis dice lo que aquí dejamos al lector. Ese horror, el que cuenta la maestra, que tal vez no se reproduzca en muchas escuelas, sí sucede en muchas de las comunidades del México en las que no existen opciones de vida para los jóvenes, quienes optan por vivir sólo este día, porque el mañana es totalmente incierto.
Las culpas ya están repartidas. Todos, o casi todos, saben quiénes son los asesinos del futuro de la juventud de este país, y no parece tan necesario citar los nombres, aunque sí cabe recordar que desde hace 30 años se vive en un México cada vez más pobre, cada vez más violento, cada vez más desolado.
En la ciudad de México se ha aplicado una serie de programas para la asistencia de la gente joven. Lo mismo se ayuda a quienes buscan cursar la preparatoria, que a quienes están en la primaria o en cualquier otra etapa de formación escolar, incluida, desde luego, la universitaria.
Nadie podría decir que estos programas son la panacea, pero se ha reducido considerablemente la deserción escolar en todos los niveles, y los índices de violencia en el DF no se pueden comparar, todavía, con los que sufren otras ciudades del país. Así que de algo deben servir, y debido a ello es que estos programas continuarán, tal vez con alguna modificación, en el gobierno de Miguel Ángel Mancera.
Y también por ello es crucial que el conflicto en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) concluya lo antes posible, desde luego respetando las decisiones que tomó la comunidad universitaria, y que las autoridades de ese centro de estudios se niegan a aceptar.
Y es que el proyecto original de la UACM era precisamente ése: rescatar de las calles a los que no tienen más oportunidad de estudiar debido a sus muy pocos ingresos o a las responsabilidades que les ha dejado la vida. Y son ésos, los que no pueden acudir a las aulas de tiempo completo porque necesitan trabajar, o las madres solteras que deben atención a su hijos y sus tiempos son pocos, y para muchos otros que con problemas similares deambulan por las calles, para quienes se construyó esa universidad, pero la idea se cambió y ahora se pretende crear una escuela de excelencia, donde todos esos no tienen cabida.
La señora Esther Orozco, quien ocupa hoy el cargo de rectora, tendrá que dar muchas explicaciones a la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa, donde deberá comparecer, según declaró la presidenta de esa instancia, la diputada Dinorah Pizano, quien tiene muy claro cuál es el nombre y el apellido del conflicto, esto si antes la funcionaria no decide renunciar al cargo, que ya le cuesta mucho, en todos los sentidos, al jefe de Gobierno actual, Marcelo Ebrard. Ya veremos.
De pasadita
No estaría nada mal que los jefe delegacionales, que ya están en funciones, explicaran a sus gobernados –promesas de campaña aparte– cuáles serán los principales puntos de su agenda de trabajo, cuando menos para que todos estén conscientes de lo que significó su voto en las pasadas elecciones. ¿No cree usted?