Con una muestra del artista alemán, el Museo Federico Silva, en SLP, festeja nueve años
elevar el espíritu del hombre
La exposición está integrada por 104 obras de distintos periodos del filósofo
Su trabajo es parte de la memoria del país; es importante que se dé a conocer
, dijo Daniel, hijo del escultor
Las esculturas se tienen que sentir, señaló el curador. En la imagen, una pieza que forma parte de la exposiciónFoto cortesía del recinto
Domingo 14 de octubre de 2012, p. 2
El Museo Federico Silva Escultura Contemporánea, en San Luis Potosí festeja su noveno aniversario con la exposición Mathias Goeritz, integrada por 104 obras de distintos periodos del artista y filósofo de origen alemán, quien llegó a México en 1949, provenientes del acervo de 260 que resguarda el Instituto Cultural Cabañas (ICC), en Guadalajara. En 1997, el Antiguo Colegio de San Ildefonso organizó una muestra de medio millar de piezas.
Goeritz (Danzig, 1915-1990) empeñó su vida en una búsqueda incesante de valores estéticos para elevar el espíritu del hombre
, expresó Enrique Villa, director del Museo Federico Silva, quien considera que la herencia legada por Goeritz, va más allá de su obra, pues la fuerza de sus ideas, pareciera hoy más vigente que nunca
. Por ello, el recinto estima necesario, sobre todo en estos tiempos, recuperar el amoroso legado que nos entrega
.
Llamado un arquitecto de emociones
, la obra de Goeritz encierra una emotividad que se percibe al recorrer el conjunto. Ahí están su serie de Mensajes, sus Cristos crucificados como El Salvador de Auschwitz, sus custodias, pero también sus serpientes, torres, esferas, estrellas, manos y Pesadilla en forma de zopilote.
En vista de que el arte es de sentimientos
y las esculturas se tienen que sentir
, Aldo Arellano, al realizar la curaduría y museografía de la exhibición reconoce: Me dejé llevar y fue con base en emociones y sentimientos que se hizo la selección
de obra. Con cuatro años de laborar en el Museo Federico Silva, no le resultó ajena la obra de Goeritz, porque antes Arellano trabajó en el ICC; incluso, estuvo allí cuando en 1994 el recinto recibió la colección en donación por Ana Cecilia Treviño, mediante las gestiones del arquitecto Julio de la Peña.
Goeritz llegó a México invitado por el arquitecto Ignacio Díaz Morales a impartir su novedoso curso
de educación visual, en la recién fundada Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara. Ya era un personaje conocido en el mundo del arte tras haber creado en España la llamada Escuela de Altamira. Después vendría su participación en las Torres de Satélite, la Ruta de la Amistad y el Espacio Escultórico.
Formado bajo la impronta del expresionismo y la Bauhaus, el artista pugna por la integración de las artes para lograr una expresión universal. Fue su principal inquietud orientar hacia concebir que la creación artística debe cumplir con una función espiritual, tendencia que se convirtió con su verdadero credo estético
, escribe en el catálogo Cecilia Wolf Madero, titular del ICC.
Más allá de ser heredero de “las preocupaciones éticas, filosóficas y sociales de sus colegas expresionistas, a inicios del siglo XX, también hablamos del personaje profundamente humano que se comprometió con el arte, no sólo desde la estética, sino también desde la ética y, más importante, desde el espíritu. Sus Mensajes, más allá de lo estrictamente artístico, acabarían por convertirse en plegarias visuales.
En esas oraciones plásticas, Goeritz propone un regreso a los valores auténticos y eternos, a la espiritualidad y al contacto con Dios. Consciente de su responsabilidad como artista, su obra estuvo siempre dotada de sentido, no son formas vacías, sino manifiestos humanistas tendientes a renovar el espíritu de quien las contempla.
No obstante, Mathias Goeritz (Werner Matthias Goeritz Brunner) fue ninguneado en su época y en su obra. Siempre vamos a ver lo real, cómo la gente está tratando de sobrevivir en un sistema político y económico, él estuvo atento siempre de esto
, consideraron el escultor sonorense Hersúa (José Manuel Hernández Juárez) y Daniel, hijo del escultor mexicano de origen alemán.
Daniel recordó que su padre, como buen alemán, era muy estricto, lo cual se transmitió en sus dos hijos y hoy está plenamente orgullosos de esto pero, sobre todo, considera que esta obra debe trascender más, pues “si hoy salimos a las calles de San Luis Potosí y preguntamos quién es Mathias Goeritz, seguramente nadie podrá responder.
“Tiene un gran valor que las instituciones culturales las presenten para que el público las vea y las valore desde su punto de vista, porque es parte de la historia que el país ha vivido culturalmente; es decir, no es ‘algo traído de otro lugar’, sino que es parte de la memoria, aunque no seamos conscientes de ella”.
Goeritz llegó en un muy momento importante para el arte mexicano, cuando estaban consolidados artistas mexicanos muy importantes, como Diego Rivera. Llega él y dice que las cosas van por otro lado y arma una revolución
, concluyó Daniel.