uando Paulina llegó a Oaxaca, hace 15 años, causó un desastre inmenso. No sólo arrasó con casas y bienes: hasta el suelo desapareció. Por ahí apareció Ernesto Zedillo y sintetizó en una frase una vieja obsesión de los de arriba: Es una lástima que la naturaleza haya realizado lo que debimos hacer nosotros hace mucho tiempo
.
Aunque Zedillo sólo refrendaba la manía de concentrar a la población rural para darles servicios, es interesante observar cómo se identificó con la fuerza destructiva del huracán. Para los pueblos, la acción pública o privada que busca reubicarlos tiene todo el aspecto de un huracán devastador.
Una de las formas más agresivas de hacerlo se ha manifestado recientemente en Chiapas. La dispersión característica de la población se utiliza como justificación del empeño. Según el gobierno de Chiapas, su proyecto de ciudades rurales sustentables busca remediar la dispersión actual, pues la inmensa mayoría de las poblaciones del estado tiene menos de 2 mil 500 habitantes; 14 mil 346 tienen menos de 100 y 12 mil 561 menos de 50.
Hace apenas un mes el gobernador Sabines defendió su modelo al conmemorar el tercer aniversario de la fundación de Nuevo Juan de Grijalva, la primera ciudad del proyecto. Como en el caso de Paulina, el punto de partida fue un desastre natural: una de las mayores inundaciones en la historia de Chiapas, que ocurrió hace cinco años. El gobierno decidió completar la obra destructiva de la naturaleza.
Se han publicado numerosas críticas del empeño y se han recogido innumerables testimonios adversos. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que en un principio brindó apoyo abierto a la propuesta, lo ha retirado ya. Han dejado de funcionar proyectos productivos
que darían empleo a los campesinos desplazados, muchos de los cuales exploran ya cómo recuperar sus tierras. A dos meses de que termine la gestión de Sabines el proyecto se encuentra abiertamente en entredicho.
No se trata solamente de uno más de los desastres que el ex perredista Sabines deja tras de sí. La operación se enmarca en un contexto más amplio. La forma más simple de plantearlo en nuestro país es señalar que el gobierno federal ha vendido buena parte del territorio mexicano, sobre todo mediante concesiones a 50 años para la explotación minera. Al concertar estas operaciones, el gobierno se impuso la obligación de realizar el despojo: limpiar
de habitantes los territorios concesionados. Se apegó a una vieja tradición: el llamado clearing of estates (limpieza de fincas), que según Marx consistía en barrer de ellas a todos los hombres
, para realizar la acumulación originaria con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y más odiosas
.
Estamos en eso de nuevo. La historia entera del capitalismo se caracteriza por el despojo, por la desposesión, pero no es capricho de David Harvey hablar ahora de acumulación por desposesión
, porque conviene destacar ciertos rasgos de lo que ocurre actualmente, en lo que unos consideran restructuración del capital para lanzar una nueva fase de expansión y otros examinan como gestos desesperados en la fase terminal de ese régimen de producción.
Como siempre, los dueños del capital intentan trasladar los costos de la crisis a los trabajadores y acuden a todo género de artimañas para salvarse del desastre que la acompaña. Como siempre, tratan de aumentar la explotación en la relación salarial, devaluando la fuerza de trabajo y facilitando su explotación, para lo cual se ven forzados a acudir a reformas legales que desmantelen conquistas de los trabajadores. Como siempre, realizan nuevas incursiones en territorios vírgenes
de los que hasta ahora no se habían ocupado. Todo esto, que se adapta a las condiciones de cada país y a diversas correlaciones de fuerzas, se percibe a menudo como un retroceso, como si fuera indispensable regresar a etapas superadas de la historia.
Pero no es un paso atrás, aunque se retomen formas y prácticas que parecían olvidadas. Es un signo de los tiempos, que muestra tanta intensidad como la de las resistencias que provoca en todas partes. A medida que aumenta la locura agresiva del capital, se intensifican las resistencias. El empeño actual se ocupa de tejerlas, para buscar caminos comunes. Esa es la intención, por cierto, del encuentro Europa/México: ¡No pasarán! Experiencias de luchas en contra de los megaproyectos y en defensa del territorio
, que ha convocado para el próximo 25 de octubre el Cideci/Unitierra Chiapas. Es un pasito nada más, se dice en la convocatoria al encuentro en que participan seis grupos de dos continentes. Pero es un pasito que se multiplica, se hace cada vez más vigoroso y constituye una fuente de esperanza.