Navegará en solitario bordeando AL durante seis meses
Martes 23 de octubre de 2012, p. a14
En la soledad de alta mar lo más difícil es acallar una voz incesante que escuchan los navegantes dentro de su cabeza. Galia Moss, velerista mexicana que ha cruzado el océano Atlántico en solitario, sabe que en esos trayectos a merced del clima, de las aguas caprichosas, expuesta a los asaltos de piratas, lo más recomendable es concentrarse en los aspectos técnicos de la navegación para no perder la calma.
Hay un monólogo incesante en la soledad; tu cabeza te habla todo el tiempo
, relata Galia sobre esos trayectos en los que transcurren semanas sin ver a otro ser humano.
En el mar la vida es más hermosa, pero también más difícil: tomar agua, caminar; la mente tiene que estar enfocada en eso, medito y eso me ayuda a evitar que ese interminable bla, bla, bla me desvíe.
Por eso Galia dice que a mitad del mar no está sola, sino acompañada de sí misma; una situación todavía más difícil, porque es como si viajara con otra persona que es su complemento, pero también su adversaria. Esa otra Galia puede ser la mejor copiloto del viaje o la peor consejera.
Hay dos Galias que viajan en el mar; las dos están en constante lucha: una está atenta, concentrada en los aspectos técnicos de la travesía; otra duda, titubea y se inquieta
. Explica esos momentos de aislamiento a la deriva, cuando se enfrentan los dos extremos de una misma persona, el lado macho y hembra, masculino y femenino
.
En 2006 fue la primera latinoamericana en cruzar el océano Atlántico a vela en solitario, en un viaje del que zarpó en Vigo, España, y que terminó en Xcaret; cuatro años más tarde salió de Veracruz y llegó a Portugal, siempre guiada por el espíritu curioso y temerario de un deportista o de un aventurero.
Esta vez, el próximo martes 6 de noviembre, intentará bordear América Latina en una travesía que zarpará del Caribe, en Xcaret, bajará para bordear el cono sur y luego subirá hasta desembocar en Acapulco. El trayecto durará seis meses, con paradas en distintos puntos, pero la mitad de ese tiempo estará en absoluta soledad.
Navegar trayectos tan largos es una prueba para la resistencia humana. No sólo se pone en juego la habilidad técnica del navegante –explica Galia–, sino también su fuerza interior. La mente puede ser más peligrosa que el mar: Navegar las aguas de un océano es peligroso, pero puede ser todavía más navegar por la mente, porque te tiende trampas y resulta engañosa
.
Hace falta un temple muy especial para tomar decisiones acertadas y oportunas cuando se avecina una tormenta. Los indicios son claros e imponentes, cuenta la velerista; nubes negras se cierran en el cielo, los vientos soplan en direcciones distintas, el mar se agita, después la lluvia, y el mar resplandece como leche.
Cuando llega la tormenta no puedo meterme a la cabina, porque el piloto automático se confunde con las ráfagas de viento que vienen de direcciones contrarias; entonces tengo que resistir a la intemperie, mojarme, pegada al timón
, relata.
Moss no sabe por qué aún hay individuos dispuestos a realizar hazañas en las que ponen en riesgo la vida. Dice que no sólo es un reto, sino estar siempre en busca de algo que no está segura de qué es. Lo que sí sabe es que en cada travesía cumple con su sed de aventura y ayuda a otras personas en un mismo movimiento. En el proyecto que empieza en noviembre tiene planeado ayudar a escuelas y a alrededor de mil 450 niños por cada milla náutica que conquiste. Ya tiene lista la embarcación, el Más Mejor II, y prepara el navío peligroso de la mente.