a tarde de toros que inició la temporada invernal en la Plaza México ya no asistió mi hermano Rafael, quien dejó de existir hace dos semanas y con el que compartí durante toda la vida nuestra afición a la llamada fiesta brava. Lo mismo en el viejo Toreo, como en Cuatro Caminos o en el coso de Insurgentes. En la provincia mexicana, en especial esas tardes en el Bajío en que gozamos los mano a mano
de Paco Camino y la antología de su pase natural y el toreo por ayudados a dos manos de Manolo Martínez que nos sacudieron. En la misma forma nos deleitamos en las ferias españolas; la de Madrid, la de Sevilla o la de Bilbao y contemplamos el toro grande en las plazas del norte. Corridas que en ocasiones se remataban en noches de flamenco y en ocasiones especiales entre peñascaros anisados sintiendo rasgueo de cuchillos en el vientre al escuchar al Camarón de la Isla
de San Fernando o mejor dicho aprendiendo a escuchar.
El tiempo cronológico siguió su curso de la época de Manolete, y la pelea que le dieron Armillita, Silverio, Garza, Calesero, Procuna en México y Arruza y Pepe Luis Vázquez en España, a la de José Tomás y Morante de la Puebla. Cientos de toreros fueron objeto de nuestras apreciaciones, discusiones o coincidencias. En apartado lugar Rafael de Paula y Curro Romero y en México El Calesero. Así como las tardes de gloria en las plazas de Madrid de los picadores mexicanos, Sixto Vázquez y Efrén Acosta, que embrujaron con su torería al público madrileño.
En el recuerdo –observando el ridículo de un Enrique Ponce que salió aburrido y aún regalo un toro, en la fría noche, hasta deprimir y aburrir a los aficionados que llenaron el numerado– la tarde a su vez en la plaza de Madrid en que le regresaron un toro vivo a los corrales a José Tomás. Las grandes broncas de Luis Procuna y de Manolo Martínez. No se diga la de los toreros gitanos Paula y Romero. O sea una mala tarde cualquiera la tiene
. Parte del ridículo tuvo que ver con el descastamiento de la corrida de Xajay con toritos muy jóvenes, de poco fuelle y que no tenían transmisión y les faltó a los toreros poner su parte. A excepción del tercero de la tarde al que Diego Silveti más cuajado y con un valor herencia de la casa nos emocionó. Lástima que la suerte de matar no se le da y volvió a enfriar la plaza.
En el otro espacio seguro se encontrará con Mariano Ramos, al que nunca se le hizo justicia y dejó de existir este mes sin despedirse de la afición. Rafa se fue a torear a la muerte y ya no se perdió de nada. Tolvaneras del tiempo nos fueron dejando canciones, vino, medias verónicas y un Miura que se asoma por la puerta de cuadrillas de cualquier plaza de toros.