xiste un majestuoso edificio en la calle de Moneda que actualmente alberga al Museo Nacional de las Culturas. Originalmente se construyó para que fuera la sede de la Casa de Moneda. Entre sus funciones, además de la acuñación, estaba la del diseño de las monedas. El grabador mayor, Gerónimo Antonio Gil, sugirió la necesidad de establecer una academia de grabado. Al aceptarse la propuesta, su entusiasmo lo llevó a convencer al superintendente de la institución de promover la fundación de una academia de las nobles artes, a semejanza de la de San Fernando de Madrid. El virrey vio con agrado la idea y el 4 de noviembre de 1785 se iniciaron los cursos en la escuela de grabado de la Casa de Moneda. Cuatro años más tarde se inauguró oficialmente la Academia de las Nobles Artes de San Carlos de la Nueva España.
Aquí funcionó 10 años, pero debido a la insuficiencia de espacio, en 1791 se trasladó al que había sido el Hospital del Amor de Dios que había fundado fray Juan de Zumárraga a mediados del siglo XVI, conocido como el hospital de las bubas, por ser una de las manifestaciones del mal venéreo que padecían los pacientes.
Con algunas adaptaciones al inmueble, la Academia comenzó a desarrollarse con gran éxito hasta la época de la Independencia, en que las continuas crisis políticas afectaron la economía del país. La institución comenzó un largo periodo de problemas económicos que la llevaron a la ruina. Hay un interesante libro que publica la UNAM titulado De cuando San Carlos ganó la lotería y hasta casa compró. En él Juan Diego Razo Oliva, maestro de la Academia, nos cuenta que cuando estaba a punto de cerrar, en una de sus numerosas presidencias, Santa Anna acordó la cesión de las rentas de la lotería a la Academia. Esto verdaderamente la salvó; quedó como administrador don Javier Echeverría quien la manejó con tanto éxito bajo el nombre de Lotería de San Carlos, que obtuvo ganancias suficientes para comprar el inmueble en 76 mil pesos y remodelarlo.
Fue en 1858 cuando el arquitecto italiano Javier Cavallari, quien había sido contratado como director de la Academia, emprendió los trabajos que ampliaron y modificaron el viejo hospital, y que dieron por resultado el hermoso edificio que todavía podemos admirar. La fachada principal, de gusto clásico renacentista, es almohadillada; está adornada con medallones y un nicho que contiene una copia de la escultura de San Jorge, de Donatello. El original de bronce fue un obsequio del gobierno de Italia al de México por el Centenario de la Independencia. Hace cerca de un lustro era el que estaba en el nicho, hasta que un vendedor ambulante que amarraba su tenderete del cuello de la escultura tuvo a bien degollarlo. Ya restaurada se custodia en la biblioteca.
Continuando con la remodelación, no pudo extenderse a la fachada de la calle lateral por falta de fondos y ahí se puede apreciar como lucía el Hospital del Amor de Dios en el exterior. En el interior sí se concluyeron los arreglos, dando como resultado un amplio patio en estilo neoclásico, con columnas en sus dos plantas. Lo cubre una bóveda de hierro y cristal que diseñó en 1912 el arquitecto Antonio Rivas Mercado.
Un atractivo especial del patio son las esculturas que lo adornan, réplicas en yeso de las más importantes de museos de España e Italia. Fueron realizadas personalmente por Manuel Tolsá, quien las trajo consigo cuando lo contrataron como maestro de la Academia de San Carlos.
Falta mucho que platicar pero se acaba el espacio; antes de irnos a comer, los invito a ver los sábados a las 21:30 y los miércoles a las 22 horas, la serie Tesoros y secretos del barrio universitario, que conducimos en Tv UNAM.
Ahora sí, al pipirín
. En viaje a la nostalgia vamos al Bar Mancera, en Venustiano Carranza 49, que conserva desde hace más de medio siglo su decoración afrancesada. Tiene carta, pero lo más recomendable es pedir los platillos del día.