Opinión
Ver día anteriorDomingo 4 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Todo lo que necesitas es amor
E

l título con que se distribuye internacionalmente la película más reciente de la realizadora danesa Susanne Bier, Todo lo que necesitas es amor, podría sugerir una comedia romántica muy convencional y previsible. Y aunque su propuesta es en efecto una construcción dramática bastante esquemática con un desenlace fácil de predecir, la manera en que la realizadora y su estupendo guionista Anders Thomas Jensen manejan el humor negro y delinean un carismático personaje central, Ida (Trine Dyrholm), una mujer de 40 años, sobreviviente del cáncer de mama y de una ruda decepción conyugal, tiene todo para mantener al espectador alerta y entretenido, interesado y por momentos conmovido con una historia que generosamente rebasa cualquier convencional relato de superación personal.

Piénsese en la nota irónica del título original, La peluquera calva, que Susanne Bier abandona por temor a que pudiera parecer poco atractivo o incomprensible, y en su alusión a la suerte de una estilista que por efectos de la quimioterapia pierde su cabello, viéndose obligada a disimular su calvicie con una peluca apenas bien ajustada, y que al tomar un respiro por la hipotética cura de la enfermedad mortal, descubre que su marido vive una relación adúltera con una compañera de trabajo muy superficial pero llena de vida.

Este agilísimo arranque de la cinta se combina con los preparativos de la boda de su hija Astrid en el sur de Italia con un joven que es hijo de Philip (Pierce Brosnan), un exitoso empresario estadunidense. El viaje de los padres daneses al romántico puerto donde se llevará a cabo la ceremonia y el providencial entendimiento entre Ida, la esposa engañada, temerosa siempre de una recaída en la enfermedad, y Philip, el metódico viudo inconsolable, da pie a una comedia de equívocos y enredos que paulatinamente toma giros dramáticos por momentos bastante agrios.

El desencuentro de la pareja con 20 años de casados tiene un reflejo inesperado en el desencuentro de la joven pareja a punto de casarse, y su contraste mayor en la creciente complicidad sentimental entre el hombre que había renunciado a toda nueva ilusión y la madre temerosa que duda de su capacidad de poder fincar, en un futuro cercano y en un terreno sólido, todo tipo de certeza vital o afectiva. La directora de cintas tan exitosas como Después de la boda y En un mundo mejor, consigue con talento singular sortear las trampas de una comedia romántica con elementos tan propicios a la explotación sentimental. No sólo su película evita un tono sensiblero en la relación entre Ida y Philip, también maneja el delicado tema de una enfermedad de pronóstico incierto con una sobriedad y franqueza poco frecuentes en un cine comercial rutinario. Destaca, por ejemplo, la emotiva escena que muestra a Ida nadando desnuda en el mar, y quien al ser sorprendida por Philip, se repone muy rápido, sin vergüenza y con soberbia dignidad, dejándole entrever su cuerpo de mujer madura, quirúrgicamente vulnerado. De igual modo, la relación entre Philip y un hijo indeciso ante su boda, presa de la confusión sentimental y de una fuerte crisis de identidad, revela bondades insospechadas en una figura patriarcal a primera vista distante e insensible.

Susanne Bier propone una comedia sonriente, de tonos agridulces, muy a contrapelo de las sórdidas truculencias de La celebración (Festen), de su compatriota Thomas Vinterberg. Las crisis familiares no devienen aquí juegos de masacre, sino singulares ritos de paso que conducen del desasosiego total a un estado de serenidad no exento sin embargo de posibles incertidumbres. Un lugar común, el cáncer como revelador de opciones nuevas en la vida y de una lucha sin cuartel contra la adversidad, es en la cinta de Susanne Bier algo más que eso: la posibilidad de asumir sin reservas ni rodeos una nueva valoración del propio cuerpo, de la edad madura y sus gratificaciones e inclemencias, y sobre todo, en la óptica de la cinta, de renovar la capacidad de asombro ante el surgimiento, tardío, feliz o inoportuno, de un sentimiento amoroso. Esta complejidad en sensaciones encontradas la refleja con destreza la actuación de Trine Dyrholm, la bella peluquera calva que a medida que recobra una salud todavía vacilante, se empeña en afianzar el poder de seducción que creía perdido para siempre. En medio de personajes extraviados en sus pequeñas crisis sentimentales, Ida afirma con brío su personalidad y los privilegios de su libre arbitrio. Este impulso no es lo más común en comedias románticas regidas por los caprichos del azar y los buenos sentimientos de sus guionistas. Susanne Bier ofrece un entretenimiento inteligente, algo raro en el cine comercial de nuestros días.

Se exhibe en salas de Cinépolis, Cinemex y Lumiere.