l próximo 6 de noviembre se celebrarán elecciones en Estados Unidos. Estarán en disputa, además de la presidencia, 21 curules en el Senado, las 435 de la Cámara de Representantes, 13 gubernaturas (11 en estados y dos en territorios) y los congresos estatales y condales (municipales) en buena parte de los 50 estados del país vecino. Por si fuera poco, los votantes tendrán que decidir entre centenares de propuestas de leyes y reglamentos en estados, condados y ciudades en las que se votará por cuestiones tan variadas como cambios en el uso del suelo, construcción de centros de recreo, cambios en los reglamentos de transito, aprobación para matrimonios entre personas del mismo sexo, prohibición de fumar en espacios públicos y un largo etcetera. Será la conclusión de uno más de los intensos periodos del abigarrado y no menos barroco sistema electoral de EU.
Evidentemente, la elección que más importa en la nación es la presidencial; sin embargo, las que se efectúen para renovar una parte del Senado y toda la Cámara de Representantes tienen también una importancia fundamental para el funcionamiento del gobierno y la marcha del país. De la forma en que se constituya el Congreso dependerá que se puedan realizar las reformas necesarias para avanzar en la recuperación de la maltrecha economía de EU y de la reconstitución del tejido social dañado por la polarización política.
En la actualidad el Senado está integrado por 51 demócratas, 47 republicanos y dos independientes. La Cámara de Representantes está integrada por 240 republicanos y 190 demócratas, mientras cinco están vacantes. En el Senado 21 curules estarán en disputa. De ellas, siete parecen ser seguras para los demócratas, que tienen altas posibilidades de ganar otras cuatro. Los republicanos con seguridad ganarán una. Las nueve restantes no están seguras para ninguno de los dos partidos, y serán las que definan cuál de ellos tendrá la mayoría en el Senado. Todo indica que en la Cámara de Representantes la mayoría continuará perteneciendo a los republicanos y el Senado a los demócratas. Eso garantizará que, sin importar quién gane la presidencia, será muy difícil para cualquiera que llegue a la Casa Blanca aprobar iniciativas de ley sin antes pasar por una larga negociación.
Como se ha podido advertir, durante los años que Obama ha gobernado, los republicanos se han opuesto sistemáticamente a las iniciativas presidenciales. Eso, entre otras causas, ha tenido como resultado una recuperación económica más lenta de lo que se esperaba. Tal fue el caso de la negativa de los republicanos para aprobar la ampliación del techo de endeudamiento, por lo que EU estuvo a punto de faltar a sus compromisos en el pago de la deuda con diversas instituciones y países, entre ellos China; la negativa para aprobar el presupuesto anual, anteponiendo para ello la condición de que se extendiera por otro año el recorte de impuestos decretado por Bush. Por ello, y para evitar que el gobierno se paralizara, Obama tuvo que ceder, con el subsecuente aumento en el déficit fiscal. A la postre sin el menor recato se acusó al presidente de despilfarrador.
Visto a distancia, el parteaguas en el gobierno de Obama fue la aprobación de la reforma al plan de salud. Pareciera que dicha reforma fue el detonador de la ira de los republicanos, entre ellos el de su ala más conservadora. Ese fue el momento en que surgió el movimiento ultraconservador autodenominado Tea Party, cuya ideología antimpuestos y antigobierno ha permeado todos los niveles del Partido Republicano. La furibunda reacción en contra del plan de salud fue motivo para que los demócratas perdieran la mayoría en la Cámara de Representantes, y en 2010 llegaran 60 congresistas elegidos por quienes vieron el plan de salud como una vía para socializar la medicina e incluso al país. Acusaron al presidente de socialista y de promover el crecimiento desmesurado del gobierno. Estos nuevos congresistas, la mayoría pertenecientes a la corriente del Tea Party, han sido el mayor dique a las pretensiones de Obama y los demócratas en fortalecer una agenda que beneficie a los sectores sociales que más necesitan del apoyo del gobierno. Pareciera que el Partido Republicano se ha preocupado y solazado más con el propósito de que en el país se agrave la crisis económica, evitando así la relección de Obama, que en coadyuvar con medidas para salir de la crisis.