imilares, heterogéneas, con imaginación, coraje y audacia, las luchas emancipadoras de América Latina empiezan a recorrer caminos inusitados, y con más coherencia y claridad que las de otras latitudes del mundo.
Todas señalan al enemigo: el capitalismo salvaje. Sin embargo, sus estrategias divergen a tal grado que, a veces, parecería que no existen (México, Chile). Algunos procesos llevan 30 años de lucha armada feroz, con diálogos que acaban en vía muerta (Colombia), y otros refrendan en las urnas sus conquistas políticas y sociales (Venezuela, Argentina, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua).
Los procesos de emancipación requieren ser vistos en función de sus particularidades nacionales, y de su desarrollo histórico. Cosa que tiende a romper con el aguado facilismo (¿encanto?) de lo general y universal.
Veamos a Chile. En el siglo pasado, el país cordillerano siempre ofreció algo de paradigmático y modélico, empezando por un sistema democrático en el que, como bien apuntó Ernesto Carmona, la derecha químicamente pura
sólo ganó las elecciones presidenciales en tres ocasiones: 1932, 1958 y 2010.
Antes de la última, la transición pacífica al socialismo
(1970) acabó en la imposición violenta y sin anestesia del neoliberalismo (1973-89), y después llegó la ambidextra y perversa urdimbre de intereses que dio en llamarse Concertación
(1990-2010).
Durante 16 años, las usinas mediáticas y académicas de la socialdemocracia europea se explicaron
la dictadura chilena como reacción natural
de la llamada guerra fría a experiencias como la revolución cubana.
De la mano de Felipe González, la CIA y los Pactos de la Moncloa (1977), una generación de intelectuales y políticos chilenos se tragaron a conveniencia el cuento del uno y el otro extremos
. Hasta que finalmente pactaron con el tirano la transición
. Decían: ¡todo con tal de no regresar a lo anterior
!
Pero ahora, después de los comicios municipales del 28 de octubre pasado para elegir 345 alcaldes y más de 2 mil concejales… ¿hay que registrar como triunfo o derrota política la increíble abstención de más de 60 por ciento de los inscritos?
Sobre un total de 13 millones de electores potenciales, la centroizquierda obtuvo 44 por ciento de los votos, y 38 la coalición oficialista que respalda al presidente Sebastián Piñera: Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente (RN y UDI: un millón 100 mil votos).
El oficialismo perdió comunas estratégicas de la capital: Santiago Centro, Independencia, Nuñoa, Recoleta, Providencia y Concepción (en la región de Bío Bío). En Santiago Centro triunfó inesperadamente Carolina Tohá (Partido por la Democracia), ex vocera de la ex presidenta Michelle Bachelet. En Recoleta, a la hora de cierre de los comicios, el analista Enrique Torres observó que 16 mesas tenían cero votos.
Con apenas 20 sufragios de diferencia, Nuñoa favoreció a la socialista Maya Fernández (nieta de Salvador Allende) sobre el alcalde Pedro Sabat (RN). Y en Providencia, una líder surgida de los movimientos sociales y de ciudadanos, Josefina Errázuriz, le ganó al alcalde Cristián Labbé, ex guardaespaldas de Pinochet que iba en pos de su quinta relección. Labbé declaró: Ha triunfado el odio
.
Por su lado, el desacreditado Marco Enríquez-Ominami (Partido Progresista) compitió por fuera de los dos bloques dominantes, y obtuvo 2 por ciento de los votos. Las demás agrupaciones sumaron menos de 5 por ciento.
A modo de atención, conviene destacar el declive del legendario Partido Comunista (PC): en 2004 obtuvo poco más de 299 mil votos, 277 mil en 2008 y, a pesar de la espectacular aparición en 2011 de Camila Vallejo (líder juvenil comunista con enormes potencialidades), consiguió 263 mil votos. El optimismo del PC fue patético. En su portal de la web calificó las elecciones de lección democrática para construir democracia
…
Las interpretaciones menudean. Se acusa de manejo mafioso al sistema electoral (Carmona), apuntan que Salvador Allende, junto con miles de fallecidos y desaparecidos durante la dictadura, figuraba en el padrón (Torres), o señalan a Piñera de intervención electoral (socialistas y demócratas cristianos).
Lo cierto es que la mayoría de los jóvenes menores de 30 años se abstuvieron de votar, siendo difícil conjeturar si tal actitud favorece a los cambios que los chilenos exigen, o si la abstención electoral es portadora de algo más denso y trascendente.
Insensibles y sordos a las señales que prenuncian un desastre político mayor, los ingenieros del consenso
apuestan: ¿presentará Michelle Bachelet su candidatura para las elecciones presidenciales de 2013?
Chile sólo tuvo tres cartas magnas: 1833, 1925 y la vigente, impuesta por Pinochet en 1980. Muchos de los jóvenes que han forjado su conciencia política peleando en las calles creen que quizá llegó el momento de cambiar la Constitución pinochetista.
Más o menos politizada, la juventud chilena aprendió algo fundamental: que ninguna democracia podrá legitimarse cuando los cómplices del terrorismo de Estado convirtieron la ley suprema de la nación en ley suprema de sus intereses.