La crisis en la UACM
El problema de fondo
Dimisión, salida al conflicto
asada la medianoche, ya despuntando el miércoles, quienes estaban en la mesa de negociaciones para solucionar el conflicto en la UACM vieron la posibilidad de llegar a un arreglo. Se logró que los nueve puntos a discusión tuvieran consenso a favor. Sólo estorbaba uno, ese que permitía que las sesiones del consejo celebradas antes y después de los acuerdos, es decir, las que fueron calificadas de ilegales
porque no contaban con la presencia y el voto de los consejeros que desconoció el grupo orozquista, fueran reconocidas.
Se les tendió la trampa, en la que los estudiantes no cayeron, y hubo que volver a empezar. Las partes se arrinconaron y ya nada prosperó. Para los jóvenes que cursan estudios en la UACM se trataba, con ese punto, como se presentó, de dar validez y legalidad al grupo de la señora Orozco, cosa inaceptable, así es que se tuvo que declarar un receso para cambiar la redacción, aunque ya hecha la observación surgieron otras inconformidades que hasta el cierre de este espacio no se habían resuelto.
Parece que, pese a todo, aún no se entiende que el problema sigue siendo la señora Orozco, por más que de un lado y del otro se trate con el discurso de la modernidad –ese mismo que ahora tiene hundida a España– de defender el cúmulo de problemas, de todo tipo, inherentes a su trabajo en esa escuela, que empezó con un diagnóstico que, por cierto, no dejaba de ser humillante para la comunidad universitaria.
Reconocer esto, el verdadero problema de la UACM, no quita ninguno de los proyectos que se pudieran tener para la casa de estudios, por el contrario, su dimisión sería en definitiva la piedra de toque para reflexionar sobre las bondades o los perjuicios de cambiar el modelo que hasta ahora mantiene la escuela.
Hace algunos días, durante la presentación que hiciera Miguel Ángel Mancera en el Palacio de Minería de su proyecto de hacer del DF la ciudad capital de México, con todos los derechos y obligaciones que marque la ley, algunos de los más destacados invitados –entre ellos Manuel Camacho, y Cuauhtémoc Cárdenas– comentaban que sería una injusticia que el problema de esa universidad se le heredara al próximo jefe de Gobierno, aunque no señalaron que la herencia conflictiva tiene nombre y apellido, y funge como rectora de la UACM.
Tal vez todos esos personajes, y muchos más, ya se dieron cuenta de que si el problema de la elección de consejeros se resuelve sin la salida de la señora Orozco, la herencia maldita quedará presente, y más tardará Mancera en tomar posesión que en estallar un nuevo conflicto, que tendría que ser resuelto por el nuevo gobierno, así que el asunto no tiene otra puerta de salida.
A eso se debe que en la Asamblea Legislativa del DF ya esté acordado un punto para pedir a la señora Orozco que reflexione sobre su permanencia en la UACM y el daño que causaría a todo el entramado político de la ciudad de seguir en el cargo.
No es casualidad que el diputado Federico Döring, panista del ala extrema de la derecha, en apoyo a la rectora haya pedido incluso el desalojo, por medio de la fuerza, de los estudiantes de las escuelas tomadas. Por eso, repetimos, el conflicto hoy es político y debe resolverse con miras a mejorar la situación de esa universidad.
De pasadita
El 9 de noviembre pasado, en el Castillo de Chapultepec, el Instituto de Ciencias Jurídicas de egresados de la UNAM otorgó la presea Tepantlato al mérito en Desarrollo Social a Rosa Icela Rodríguez, directora del Instituto para la Atención de los Adultos Mayores en el Distrito Federal. Premio bien merecido a quien se ha esforzado en trabajar para los otros. Bien hecho.