Luego de las 40 lamidas (Forty Licks, 2002), ahora 50 gruñidos (GRRR!, 2012) para festejar nuevo decenio, medio siglo de ser la banda de rock más importante, longeva, influyente y exitosa de la historia.

Sus Satanísimas Majestades cumplieron en el que termina, 50 años de estar en el rocanrol y eso amerita festejarlo: regresaron al estudio para grabar apenas dos piezas (Doom and Gloom y One more shot) que dieron movimiento a una nueva recopilación, aún más exhaustiva de la anterior, Forty Licks, de cuando cumplieron 40 años.

La nueva antología, de título ridículo o gracioso, según elija el lector, GRRR!, reúne 50 obras, una por año al igual de cuando fueron cuarentones, aunque las posibilidades abiertas de la mercadotecnia brindan varias opciones/versiones:

Un disco doble, disponible en las tiendas mexicanas, con apenas 40 tracks. Una versión Deluxe, que el Disquero adquirió en iTunes, con los 50 trancazos y una edición Superdeluxe, con 80 fregadazos, además de las monerías que acostumbran los mercaderes incluir, a manera de arcón navideño: memorabilia y bonus tracks, cosificaciones además de documentos sonoros.

Al igual que sucede con la discografía de The Beatles y Pink Floyd, el melómano se encuentra frente al desconcierto de estar comprando la misma música varias veces.

La respuesta ante desconcierto tal está en las bocinas: el avance de la tecnología permite mejoras en el sonido que perdimos cuando desapareció el disco de acetato para ser desplazado, en ese orden, por el casete, el disco compacto, el blue ray y ahora, de nuevo, el vinil.

Lo interesante del nuevo cernido de 50 años en tres discos es el apabullante porcentaje de obras viejas o tempranas frente a las producciones recientes, fenómeno que se repite en la antología anterior.

En Forty Licks tenemos la mitad de las piezas incluidas pertenecientes a los años 60, 10 a los 70, cuatro de los 80, tres de los 90 y cuatro de los primeros años del siglo XXI.

En GRRR! (¿cómo se pronuncia en inglés Grrr?, jajaja) tenemos, otra vez, la mitad del contenido perteneciente a la producción stoniana sesentera, 12 piezas de los 70, siete de los 80, tres de los 90 y cuatro de los años cero del presente siglo.

¿Qué significa eso? ¿Que todo tiempo pasado fue mejor? ¿Que los Stones declinan frente al paso del tiempo? ¿Que es un grupo viejo, sesentero, que se repite y se repite y se repite y se…?

La respuesta, diría don Robert Zimmerman, está en el viento: en efecto, los Rolling Stones es un grupo atado a la gran revolución social, sexual y contracultural de los años 60, pero no se repite: se adapta. Ya lo dijo el famoso roquero don Charles Darwin y sus Cometas: no sobrevive el más fuerte, sino el que se adapta.

Las simientes no mienten: lo que explica el éxito, arrastre, permanencia y explosividad de la música de Susata (apócope de Sus Satanísimas) es el corazón que late en toda su obra: el blues, blús, bluuussssss.

Su raigambre contestataria, su simpatía por el débil (Sympathy for the devil, jeje), es decir su explicación contracultural está enclavada en las ondas expansivas del Mayo Parisino, el Movimiento de Liberación Femenina, los Panteras Negras, el nihilismo de Camus (“la única manera de ser un intelectual revolucionario es dejar de ser un intelectual) y el ideal de la imaginación al poder, permite a las nuevas generaciones identificarse con una música que data de décadas pero que no es de viejitos (¿no los ídolos del blues fueron siempre ancianos venerados?), sino que contiene, representa y es en esencia, una música que mueve, remueve, revoluciona, desde su aparente simplicidad. Cualidad que ellos mismos, Susata, acuñaron en uno de sus versos: Es sólo rocanrol, pero me gusta.

Los Rolling Stones están de vuelta. Estrenan disco, inician gira, son noticia permanente.

Ellos lo cantan así: Time is on my side

Vaya que lo está.

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