e los innumerables huecos que dejan 18 años de ignorancia y menosprecio sobre ciertos recursos clásicos del gobernar, incluido Zedillo, pocos se asemejan por su trascendencia sobre el interés nacional al de la inteligencia. Entendida ésta simplemente como el requisito imprescindible de política para bien gobernar. Para gobernar primero hay que saber todo del entorno en el mejor sentido. Todo lo que importa, pero elevado al grado de certidumbre. Es la única forma que permite gobernar en democracia, con apego a derecho, eficacia y honestidad.
Los países más demócratas del mundo, si se quiere Suecia, Francia o Alemania, que tienen servicios de inteligencia que se aproximan a esa elevada meta, se asombrarían de nuestro retraso. Casi regresamos a la prehistoria. Por décadas hemos manejado el tema con dos constantes: sentido de culpa y vacilación.
Hubo un periodo largo, lento, pero alentador, de construcción de un sistema nacional de inteligencia. Se dieron los pasos que la oportunidad permitió dar y se proyectaron los pocos que tendrían otro turno. Entre 1983 y 1990 se crearon el gabinete de seguridad nacional como órgano máximo concertador; Cisen, como órgano responsable de la inteligencia estratégica (que no delincuencial en que absurdamente después devino); se creó el Cendro, totalmente especializado, de enorme eficiencia en el tema de investigación criminal sobre tema de drogas; se programó la creación del Centro de Inteligencia Criminal, posteriormente mal editado como Plataforma México.
Habría que agregar de manera muy destacada que se inició el desarrollo de una cultura de mejor comprensión sobre el delicado tema de determinar y analizar los grandes riesgos nacionales. Se advirtió oportunamente, y después nada se hizo, sobre la inminente criminalización nacional y sus correlativos políticos, jurídicos, económicos y sociales. También, como logro relevante, se creó un ambiente de coordinación y cooperación con todas las instituciones antes no consideradas, pero con amplias posibilidades de aportación. De manera muy distinguida fueron las secretarías de Relaciones Exteriores, Hacienda, Educación, Salud y Comunicaciones y Transportes.
Nada, poco o corroído quedó todo ello después de casi dos décadas de incomprensión y destrucción sistemática. Zedillo desapareció el Cendro, Fox prometió en campaña desaparecer Cisen y ya en el gobierno virtualmente lo hizo. Calderón malogró la creación del Centro de Inteligencia Criminal y entre los tres desarticularon la creciente cultura de trabajo, coordinación y cooperación sobre los grandes problemas nacionales, no sólo el crimen organizado.
El esfuerzo de crear una conciencia sobre seguridad nacional, que fue muy aceptable en sus rendimientos, fue devastado. Implicó incorporar elementos de trabajo que hoy no están presentes y que en su momento lo estuvieron y funcionaron bien: claridad de ideas, coordinación y compromiso institucional, pero fue desmantelado.
En este sexenio la descoordinación y conflictividad entre los protagonistas fue total: todos contra todos, ninguna idea ni proyecto de conjunto, ni siquiera para esa manzana de la discordia que es el crimen organizado. Se dejaron llevar por un sentido de propiedad exclusiva de la inteligencia y planes subsecuentes, y no existió ninguna cooperación entre agencias y sí vergonzosos guiños y entregas a las autoridades estadunidenses que nos manosearon a placer. El vulgar pleito PGR-SSP es indiscutible evidencia. De todos estos desencuentros y choques surge la razón final: el presidente Calderón no pudo, no quiso o no supo ejercer la función de coordinación correspondiente.
Destacaron en ello la increíble torpeza de conducción en la PGR con sus tres titulares Medina, Chávez y Morales; el aventurerismo de García Luna, más el instinto insaciable del secretario de Marina, con su inocultable ambición y pro yanquismo. Esto se acredita fácilmente recordando por ejemplo, que el general Larry Stutzriem (ww.af.mil/information/bios/bio/asp?) director de Planeación Política y Estrategia del Comando Norte de Estados Unidos, hizo, entre junio de 2009 y junio de 2011, 14 visitas de trabajo a México, siendo atendido por el propio almirante y cuyos fines y resultados nadie conoció
Haber destruido un sistema de inteligencia para la seguridad nacional entre Zedillo, Fox y Calderón nos ha llevado a la actual situación, que ha olvidado nuestras prioridades. Todo se redujo al crimen. A esta situación solamente se le ve un remoto horizonte de alivio; atacar al problema desde sus génesis: coordinación y cooperación, talento y trabajo. Ya veremos al voltear esta página increíble.