Opinión
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Penultimátum

Django Reinhardt

E

n 1928, cuando apenas tenía 18 años y se abría camino a la fama, un incendio quemó la carreta que le servía de vivienda. A su mujer, que estaba embarazada, se le prendió el cabello. Al ir en su rescate, a él lo rodeó el fuego. Inconsciente, lo llevaron al hospital con el cuerpo quemado del lado derecho, igual que la mano izquierda. El médico aconsejó amputarle la pierna derecha y él se opuso. Su mano estaba tan lastimada que se le paralizaron dos dedos: el anular y el meñique. Se sometió a una dura rehabilitación que duró 18 meses.

Para sus familiares y amigos, su carrera de intérprete había terminado. Pero con impresionante tenacidad recuperó la movilidad de la pierna y educó la guitarra a su nueva mano. Creo un virtuosismo con las cuerdas como nunca se había visto. El gran intérprete revivió, renovado.

Nos referimos a Django Reinhardt (1910-1953), el más grande virtuoso de la guitarra en la historia del jazz, el que la colocó en sitio preferente. El creador del jazz manouche y al que Jean Cocteau llamó el hijo del aire.

Nació en una caravana de gitanos al norte de Francia. De padre músico y madre acróbata. A los 12 años en los cafés ya tocaba con su padre y su tío –el banjo–, de cuatro largas cuerdas y una más corta. Un año después debutó acompañando con ese instrumento en los clubes nocturnos al célebre acordeonista Vetese Guerino. Es la época del advenimiento del jazz en Francia, proveniente del mundo afroamericano. Django se especializó en tocar la guitarra y grabó sus primeras melodías. Tenía apenas 16 años. Luego sobrevino el drama que casi le cuesta la vida y lo alejó dos años de los escenarios.

Tenía una memoria musical fuera de serie y un oído prodigioso. Con su quinteto, del que hizo parte otro grande, el violinista Stéphane Grapelli, cubre de buena música los años transcurridos entre las dos grandes guerras y los siete siguientes al derrumbe de Hitler y sus compinches. Acompaña grabaciones clásicas de Charles Trenet y Jean Sablon. Recibe elogios lo mismo de Louis Armstrong y Dizzy Gillespie, que de Duke Ellington. Este último, su amigo y admirador, lo invita a una gira por Estados Unidos. Aunque exitosa, no dejó de tener momentos amargos.

El año próximo se cumplirán 60 años de la muerte prematura de Django. Con ese motivo la Ciudad de la Música de París le rinde desde ahora homenaje. (las ya clásicas de Brassai, Rony, Averon y Doisneau), carteles alusivos a sus discos y presentaciones, cartas, programas, y mucha música inigualable, hacen las delicias del visitante.

Mayor hubiera sido el disfrute de haber ofrecido como postre la versión en jazz que él y Grapelli hicieron de La Marsellesa para celebrar la liberación de París en agosto de 1944. Y el homenaje que en la película New York New York le rinde Martín Scorsese.