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Ver día anteriorDomingo 25 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

De pellizco, magia, asombro, naturalidad y reinvención del temple... sin bravura

A

unque el domingo pasado los bonitontos de fechas trascendentes no colmaron las barreras de la Plaza México, pues ya se sabe que empresa y figuras –importadas o nacionales– apenas promueven y publicitan el espectáculo del que comen –excepto en notas y entrevistas descerebradas–, habida cuenta de que hace décadas en nuestra sociedad ya no es política ni culturalmente correcto reflexionar o siquiera mencionar el tema de los toros, los-que-tuvimos-el-privilegio-de-asistir a la quinta novillada –quiero decir corrida– de la temporada como grande 2012-2013 en el otrora prestigiado coso, aún no acabamos de hacernos lenguas en torno a la reveladora, epifánica, modélica y deslumbrante faena del andaluz José Antonio Morante Camacho Morante de la Puebla al toro Chatote –nombre ya para la historia y la histeria del único país taurino con expresión propia del nuevo mundo, no obstante los descubridores y sometedores, pasados y actuales, provenientes del viejo mundo– de la ganadería de San Isidro, con quiméricos 586 kilos sobre los lomos, pues ya se sabe que los empresarios autorregulados se despachan con la cuchara grande a la hora de comprar, seleccionar, pesar, aprobar y enlotar el ganado para las figuras importadas que nos honran con su presencia y revelan que en España se sigue con la rareza de que los toreros se hacen toreando, y que vienen y pasan a lo barrido no obstante el tiradero de este país tan colonizado y dependiente como el resto de Latinoamérica, pues ya se comprobó para qué sirvieron la religión, el idioma y la educación, incluso en materia taurina, así como explotar en exceso los recursos humanos y naturales del nuevo mundo con objeto de que la corona financiara gastos de Estado, costes de guerras y acuñamiento de moneda, más una lenta y excluyente occidentalización del por algunos insidiosos también llamado tropezón de Colón, pues toparse con lo preexistente más que descubrir equivale a aprovechar, explotar y saquear cuanto convenga a los presuntos descubridores y evangelizadores de esta tierra de salvajes que de milagro caminan verticales luego de que les fue reconocida la existencia de un alma no obstante su color de piel y sus rasgos, tan alejados del modelo considerado ideal por los que traían la espada y la verdadera fe.

Tan prolongado preámbulo pretende enmarcar y cuestionar la pintura magnífica plasmada el lunes 19 en el coso de Insurgentes por el delicado trazo del diestro de La Puebla del Río, pequeña población a 14 kilómetros de Sevilla, donde nació el martes 2 de octubre de 1979. Como allá los toreros se hacen toreando, ya que la competencia es mucha y los toros salen a las plazas con edad y trapío, no por gusto de empresas, ganaderos y toreros, sino por la exigente aplicación del Reglamento por una autoridad comprometida con el público y con la tradición taurina, José Antonio tomó la alternativa en la feria de Burgos el 29 de junio de 1997, a los 18 años y ocho meses de edad, luego de haber actuado –ojo– en 123 novilladas, de manos de Fernando Cepeda y como testigo el maestro colombiano César Rincón, y toros de Juan Pedro Domecq. Poseedor de una sólida tauromaquia al principio acarmenada o en exceso estilizada, al poco tiempo afloró un sello con interioridad y naturalidad excepcionales que en 15 años como matador le han permitido actuar en las principales plazas del mundo y cambiar hasta en diez ocasiones de apoderado, incluidos los matadores en retiro Rafael de Paula y Curro Vázquez, hasta llegar a la desprendida empresa Espectáculos Taurinos de México, SA, (Etmsa), de don Alberto Bailleres, que junto con el matador sevillano Antonio Barrera, que se retira de los ruedos, se hará cargo de su administración, en esta nueva modalidad de la aletargada Etmsa.

El gran mérito de la faena morantiana a Chatote no fue tanto el sentimiento, la expresión interior o la desmayada muleta del ensimismado diestro, sino por el hecho de haber convertido a un toro pobre de cabeza, manso, tardo e incierto, que dos veces salió suelto de la puya, en una embestida dócil que permitió que entonces afloraran un temple y un ritmo insospechados, dadas las pobres condiciones de lidia mostradas por el de San Isidro, cuya lenta, cansina embestida, se encontró con la sólida técnica de un inspirado artista. Hubo oficio, sitio y expresión refinada en los muletazos; faltó la emoción tauromáquica que sólo puede dar la auténtica bravura de un toro fiero. Por eso en alguna época la llamaron fiesta brava. Pero así correspondemos en México a los galafates y la leña sin bondades que allá les echan a nuestros toreros. El arte será universal, las ventajas no.