a desaceleración de la economía ya está en curso. Además, el entorno económico internacional es propenso a la recesión y por un periodo que se anuncia largo. México está atado a las posibilidades de una recuperación del producto y el ingreso en Estados Unidos, donde prevalece un lío legal en materia de la gestión del presupuesto, con un Congreso dividido y enfrentado y con posiciones partidistas encontradas en materia de la ideología política y de las medidas de la política económica.
Esta economía depende de aquella, como bien se sabe: del comercio, las inversiones, el turismo, la migración de los trabajadores mexicanos y las remesas que mandan a sus familias.
La expansión de la economía mexicana desde el primer trimestre de 2011 hasta la mitad de 2012 se asentó en buena medida en el gasto de consumo. Pero este es insuficiente para sostener la actividad económica y la generación de ingresos.
Las visiones agregadas del desempeño de la economía, ya sean las que ofrece el gobierno o las que producen las empresas privadas, chocan con otras informaciones y análisis que se presentan de manera parcial y que se tratan de modo aislado.
Hay dos casos, entre otros, en los que se advierten aspectos relevantes de la situación de las familias en cuanto a sus ingresos y formas de consumo.
Una de ellas proviene de una encuesta reciente levantada a escala nacional por el Inegi a instancias de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) sobre Trayectorias Laborales, aplicada junto con la encuesta de ocupación y empleo.
Se deriva de ella la movilidad laboral de los trabajadores, es decir, cuántos trabajos han tenido entre enero de 2007 y junio de 2012, las causas de esos cambios y los efectos sobre sus ingresos. Entre la información recabada destaco aquí sólo la referida a los ingresos.
El ingreso mensual de 64 por ciento de los trabajadores, según la encuesta, fue en promedio menor o igual a tres salarios mínimos, lo que equivale a un monto de hasta 5 mil 400 pesos (10 por ciento recibió hasta un salario mínimo; 28 por ciento entre uno y dos, y 26 por ciento entre dos y tres minisalarios).
Más de la mitad de la población analizada no está asegurada ni afiliada al IMSS, Issste u otra institución de seguridad social. Más de la mitad trabaja en los denominados como otros servicios, 28 por ciento en el comercio, 17 en la manufactura y 7 en la agricultura, minería, electricidad y construcción.
Menos de la mitad de los trabajadores encuestados dicen ahorrar y lo achacan a que sus ingresos son insuficientes. Muchos de los que dicen tener una cuenta en una Afore no saben en cuál y por lo tanto no llevan un registro de sus aportaciones. Pero casi dos terceras partes dicen que se quieren jubilar a los 60 años. Si se considera la manera en que ha ido cambiando la pirámide de la población y la rapidez con la que disminuye la base y aumentan las personas mayores (más de 60 años), junto con las expectativas de vida más larga, puede verse que las previsiones de quienes trabajan y ahorran con respecto a su futuro son conflictivas. Y esto cuando es insuficiente la creación de empleos.
Otra información relevante sobre la situación económica tiene que ver con el crédito. Conforme a las cifras de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores se han acumulado 30 meses de crecimiento nominal (sin descontar la inflación) del crédito bancario. El renglón que más sobresale por su dinamismo desde la segunda mitad de 2010 es el crédito al consumo, por encima del que reciben las empresas o la vivienda. Este financiamiento proviene básicamente de las tarjetas de crédito y los créditos de nómina.
Así es que el papel del gasto de consumo en la expansión económica reciente ha estado, a su vez, sostenido por el endeudamiento de las familias. Con la agresividad reciente de la mercadotecnia para alentar el consumo habrá una cuesta de diciembre añadida a la de enero.
No existe una medición de este nivel de endeudamiento ni una apreciación de sus consecuencias posibles. Este fenómeno debe ser, no obstante, elemento clave en las políticas oficiales para promover la bancarización e inclusión financieras.
Estos y otros datos se saben; igual ocurre con los procesos asociados con las dificultades de la producción, sobre todo en las micro, pequeñas y medianas empresas; también se conoce la magnitud y fuerza de atracción que ejerce la informalidad en la cual se cuenta ya la mitad de la población económicamente activa del país y que es del orden de 55 millones de personas.
Esta es apenas una parte del entorno que marca las posibilidades y proyectos del próximo gobierno en el que las tentaciones populistas deben ser resistidas con determinación, pues acaban costando más a quienes se supone habrían de ayudar.
Para atemperar las fricciones que esto provoca, ahora por el mundo se promueven encuestas sobre el nivel de satisfacción y hasta de felicidad de la gente. Hace unos días el Inegi presentó las cifras sobre el bienestar subjetivo de los mexicanos. Ahí se señala que 57 por ciento de la población adulta dice estar satisfecho con la vida; 36 están escasamente satisfechos, 12 poco y 5 por ciento insatisfechos. La sociedad es un rompecabezas y hay muchas maneras de revolver las piezas y de mover la mesa; el armado es un proceso inacabable.