sí pues, ya no tengo que poner Palestina
entre comillas. Sólo Palestina. De vuelta al feudo otomano de Palestina, a la Palestina del mandato británico y al cumplimiento –si alguna vez llega– de la Palestina dividida por la ONU en 1947, hace exactamente 65 años: la Palestina árabe, que el viejo rey Abdalá –el padre de Hussein– anexó a Jordania. Si es que hay, desde luego, suficiente espacio para la Palestina árabe entre la maraña de colonias judías y caminos coloniales ya construidos y los que se siguen construyendo, con total impunidad y contra el derecho internacional, por todo el Estado viable
de Palestina del que lord Blair de Kut al-Amara y el resto de nuestros amos hablan con tanto desparpajo.
Pero no se trata de eso ahora, ni para los palestinos ni para los israelíes. Lo que los palestinos y la izquierda israelí necesitan ahora es una sustancial votación europea occidental por un Estado palestino no miembro en la Organización de Naciones Unidas. Ya supimos ayer que Francia está a bordo, junto con Luxemburgo y España. François Hollande se puso un poco histérico en semanas recientes, reculando de su promesa de campaña de apoyar el reconocimiento internacional de un Estado palesino
al decir a Benjamin Netanyahu, hace un mes, que quería negociaciones sin precondiciones
entre israelíes y palestinos más que una votación en la ONU. Pero obviamente el Quaid’Orsay lo pensó mejor.
Para la izquierda israelí eso era esencial. Temía que si únicamente los países no democráticos del mundo votaban por Palestina, Netanyahu estaría en condiciones de decir que, como Mahmoud Abbas sólo pudo ganar la votación con ayuda de extremistas, déspotas y potentados, Israel podía clamar una victoria moral y desentenderse de la cuestión. Pero si las verdaderas democracias de Europa apoyaban a Palestina, sería una catástrofe para Netanyahu. Desde luego, hasta esta mañana –si se cumplió el plazo– no sabíamos cómo votaría Alemania. Y todos sabemos por qué.
Inútil decir que ya los palestinos celebraban 24 horas antes de la votación. En Medio Oriente las celebraciones son un asunto riesgoso. Las esperanzas siempre resultan defraudadas. Pero la votación debe ser también un golpe para Estados Unidos, cuyo presidente ha mantenido su acostumbrada obediencia perruna a Netanyahu, suplicando en vano al mundo que siga la línea israelí-estadunidense: negociaciones directas de paz
con los palestinos, aun si la construcción de colonias israelíes prosigue a un ritmo colosal, en vez de cualquier reconocimiento. Luego que Israel entregó a Hamas el enorme reconocimiento político de un cese del fuego, la semana pasada, Abbas necesitaba un reconocimiento infinitamente más importante para toda Palestina en las primeras horas de la mañana.
Los israelíes habían hecho circular entre los ministros del exterior del mundo sus esperanzas de que Palestina no sería reconocida en la ONU, y en privado sugerían toda clase de cochinadas si no se conceden sus deseos: construcción en masa de colonias, cese de toda negociación, mayor retención del dinero que se adeuda legalmente a la Autoridad Palestina. Pero, a decir verdad, son amenazas del Likud y de la derecha, más que de Israel. El país en conjunto –en especial la izquierda– no parece compartir esta visión del mundo. La paz a cualquier precio no sería un buen punto de partida, pero la paz al precio de Netanyahu no es atractiva para todos los israelíes.
Y para la mañana del sábado habremos descubierto si David Cameron se apegó a lo que parece ser el sentir de millones de británicos –una votación por Palestina en la ONU– o si prefirió el estatus de lord Blair, el de verdadero sirviente de la Casa Blanca y de Israel.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya