l reto para llevar al cine Santos vs. la Tetona Mendoza se planteaba harto complicado. ¿Cómo hacer una película sobre esa inefable creación de los moneros Jis y Trino, y ser fiel a sus trazos, sentido del humor, espíritu caprichoso y plena voluntad de desmadre? El proyecto estaba pensado desde 2003, y hubieron de pasar varias intentonas antes de que la productora Lynn Fainchtein diera con el guionista Augusto Mendoza, porque los propios dibujantes prefirieron no hacerse cargo de esa responsabilidad (por una mezcla fatal entre flojera e ineptitud,
explica Trino en el libro que acompaña el estreno de la película.)
Uno mismo se acercó al producto terminado con las reservas del caso. La historia de la animación nacional, salvo las excepciones de rigor, no ha sido gloriosa. Aún más pantanoso es el terreno de la película animada no dirigida a un público infantil. (Lo más atrevido en ese sentido fueron los albures inofensivos de las películas de huevos y pollos.) Y Alejandro Lozano no parecía la persona indicada para dirigirla, después de antecedentes tan desalentadores como Matando cabos (2004) y Sultanes del sur (2007).
…Y, sin embargo, la película les quedó cagadísima, por decirlo en un lenguaje afín. No tarda uno mucho en reír a carcajadas cuando se desenvuelve la absurda historia que gira en torno al explosivo triángulo formado por un Santos en desgracia, su empedernido rival el Peyote Asesino y la Tetona epónima, a la vez némesis e imposible objeto del deseo del primero.
Involucrados están también los infalibles Zombis de Sahuayo, el leal Cabo Valdivia, los Cerdos Gutiérrez y el indescriptible Gamborimbo Punks, que funciona como voz de la conciencia del protagonista. El delirante argumento es lo suficientemente holgado para acomodar referencias burlonas a Naranja mecánica (1971) o La lista de Schindler (1993), o llenar el cuadro de detalles que obligan a una segunda visión para poder captarlos todos. (En lo personal agradezco que, del espejo retrovisor de un camión, cuelgue un sobre de Vainillino.)
Es mucho mérito del director de animación, Andrés Couturier, haber logrado trasladar a la pantalla los trazos encantadoramente feos de Jis y Trino al grado que parecen haber surgido de sus plumines. Pero más aún el de Mendoza, quien ha captado en su esencia el extraño candor de esas situaciones y diálogos cargados de groserías, albures y guarradas. Mismas que están libres de malicia, como un niño que acaba de aprender a mentar madres. Enemigo de la solemnidad y de esa forma liberal de la censura llamada corrección política, el humor de los moneros se ha distinguido por carecer de valor edificante alguno. El Santos y esperpentos que lo acompañan son irredentos y así nos gustan.
Ya puestos a elogiar gente, cabe mencionar el muy chistoso trabajo vocal de una lista de notables actores, contagiados del mismo espíritu desmadroso. Un irreconocible Daniel Giménez Cacho brinda al Santos una voz viciada por la mala vida y el desencanto, mientras José María Yazpik dota a su Peyote Asesino con la arrogancia del naco que no se reconoce como tal, y sólo cabe imaginar a Regina Orozco alcanzar el exacto timbre castrante de la Tetona.
Santos vs. la Tetona Mendoza no podría haberse estrenado en mejor fecha. Justo entre la anhelada salida de un gobierno y la entrada sospechosa de otro, es la película que los mexicanos necesitamos –y merecemos– para reírnos de nosotros mismos.
Santos vs. la Tetona Mendoza
D: Alejandro Lozano/ G: Augusto Mendoza, basado en personajes creados por Jis y Trino/ D de animación: Andrés Couturier/ M: Camilo Froideval, Tito Fuentes/ Ed: Camilo Abadía/ Con las voces de: Daniel Giménez Cacho, José María Yazpik, Regina Orozco, Héctor Jiménez, Joaquín Cosío/ P: Átomo Films, Peyote Films. México, 2012.
Twitter: @walyder